Crónicas 2

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1Salomón, hijo de David, se afianzó en el trono. El Señor, su Dios, estaba con él y lo engrandeció sobremanera. 2Después de hablar a los israelitas, a los jefes de millares y de centenas, a los jueces, a todos los príncipes de Israel y a los cabezas de familia, Salomón 3marchó, junto con toda la asamblea de su pueblo, al alto de Gabaón, donde estaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo del Señor, había hecho en el desierto. 4Sin embargo, el Arca de Dios había sido trasladada por David desde Quiriat Yearín al lugar preparado para ella: una tienda que le había levantado en Jerusalén. 5El altar de bronce, hecho por Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, también se encontraba allí, delante de la Morada del Señor. Salomón y la comunidad le consultaban. 6Subió, pues, Salomón allá, al altar de bronce —el que está en presencia del Señor, delante de la Tienda del Encuentro— y ofreció sobre él mil holocaustos. 7Aquella noche Dios se apareció a Salomón y le dijo: «Pide lo que quieras que te conceda». 8Salomón respondió a Dios: «Tú mostraste gran amor a David, mi padre, y me nombraste sucesor suyo. 9Pues bien, Señor Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a David, mi padre, ya que tú me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. 10Dame, pues, sabiduría y ciencia para dirigir a este pueblo. De lo contrario, ¿quién podría gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?». 11Dios respondió a Salomón: «Por haber sido ese el deseo de tu corazón y no haberme pedido riquezas, bienes, gloria, la muerte de tus enemigos y ni siquiera una vida larga, pidiéndome en cambio sabiduría y ciencia para regir a mi pueblo, del que te he constituido rey, 12se te concede ciencia y sabiduría; y te daré también riquezas, bienes y gloria que no tuvieron los reyes que te precedieron ni tendrán los que te sucedan». 13Salomón regresó a Jerusalén, desde el alto de Gabaón —de delante de la Tienda del Encuentro—, y reinó en Israel. 14Salomón reunió carros y caballos. Tuvo mil cuatrocientos carros y doce mil caballos. Los acantonó en las ciudades para los carros y en Jerusalén, en torno al rey. 15El rey consiguió que hubiera en Jerusalén tanta plata y oro como piedras, y que abundaran los cedros como los sicomoros de la Sefelá. 16Los caballos de Salomón procedían de Egipto y Cilicia. Los tratantes del rey los compraban en Cilicia, según el coste. 17Importaban de Egipto un carro por seiscientas monedas de plata y un caballo por ciento cincuenta. Eran exportados a su vez a todos los reyes hititas y sirios. 18Salomón decidió construir un templo en honor del Señor y un palacio real para sí.

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1Reclutó setenta mil porteadores y ochenta mil canteros que extrajeran piedra de las montañas, y puso al frente de ellos a tres mil seiscientos capataces. 2Después envió a Jirán, rey de Tiro, el siguiente mensaje: «Tú ayudaste a mi padre David, enviándole madera de cedro, para que se construyera un palacio en el que habitar. 3Mira, yo voy a construir un templo en honor del Señor, mi Dios, para consagrárselo, quemar incienso aromático en su presencia, para la ofrenda perpetua de los panes, para los holocaustos matutinos y vespertinos, los de los sábados, principios de mes y solemnidades del Señor nuestro Dios. Así se hará siempre en Israel. 4El templo que voy a construir ha de ser grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses. 5Pero ¿quién será capaz de construirle un templo, cuando el cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerlo? ¿Y quién soy yo para construirle un templo, aunque solo fuera para quemar incienso en su presencia? 6Envíame, pues, un experto que trabaje el oro, la plata, el bronce y el hierro; la escarlata, el carmesí y la púrpura; que sepa también esculpir. Trabajará con los expertos, preparados por mi padre David y que están a mi disposición en Judá y en Jerusalén. 7Mándame también madera de cedro, de abeto y de sándalo del Líbano. Ya sé que tus siervos son expertos en talar árboles del Líbano. Mis siervos irán con los tuyos 8para prepararme madera en abundancia, pues el templo que voy a construir ha de ser grande y maravilloso. 9A tus siervos, los taladores de árboles, les daré para su sustento veinte mil cargas de trigo, veinte mil cargas de cebada, veinte mil cántaros de vino y veinte mil de aceite». 10Jirán, rey de Tiro, respondió mediante una carta que envió a Salomón, diciendo: «Porque el Señor ama a su pueblo, te ha constituido rey». 11Añadía Jirán: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, por haber dado al rey David un hijo sabio, inteligente, sensato y prudente, que construirá un templo para el Señor y un palacio real para sí. 12Te envío, pues, a Jirán Abí, hombre hábil, dotado de inteligencia. 13Es hijo de una danita; su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro y la plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la escarlata, la púrpura, el lino, el carmesí; sabe asimismo esculpir toda clase de figuras y ejecutar cualquier obra que se le proponga, en colaboración con tus expertos y con los expertos de mi señor David, tu padre. 14Mi señor envíe a sus siervos el trigo y la cebada, el aceite y el vino de los que hablaste; 15nosotros cortaremos los árboles del Líbano según tus necesidades; te los enviaremos en balsas, por mar, a Jafa; tú te encargarás de subirlos a Jerusalén». 16Salomón hizo el censo de todos los forasteros que se encontraban en territorio israelita, conforme al modelo del censo hecho por David, su padre. Eran ciento cincuenta y tres mil seiscientos. 17Destinó a setenta mil de ellos como cargadores, ochenta mil para extraer piedra de las montañas y tres mil seiscientos como capataces que estimularan el trabajo del pueblo.

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1Salomón comenzó a construir el templo del Señor en Jerusalén, en el monte Moria —donde el Señor se apareció a su padre David y en el lugar que este había preparado: en la era de Ornán, el jebuseo—. 2Comenzó la edificación el mes segundo del año cuarto de su reinado. 3Estas son las medidas que estableció Salomón para la construcción del templo de Dios: unos treinta metros de largo, del patrón antiguo, y unos diez de ancho. 4El vestíbulo ante la nave del templo tenía unos diez metros de largo, correspondientes a la anchura del templo, y unos cinco de alto. Salomón lo revistió por dentro de oro puro. 5Revistió la nave mayor con madera de ciprés y la recubrió de oro puro con grabados de palmeras y cadenetas. 6Para adornar el templo lo recubrió con piedras preciosas; el oro era de Parváin. 7También revistió de oro el templo, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas; y esculpió querubines en las paredes. 8Construyó también la cámara del Santo de los Santos; su longitud, correspondiente al ancho del templo, era de unos diez metros, y su anchura de otros diez metros; para recubrirlo utilizó unos doscientos cinco quintales de oro fino. 9Cada clavo, que era de oro, pesaba en torno al medio kilo. Revistió de oro las salas superiores. 10En el camarín del Santo de los Santos esculpió dos querubines recubiertos de oro. 11Las alas de los querubines medían unos diez metros. Un ala, de unos dos metros y medio, tocaba la pared de la sala; la otra, también de unos dos metros y medio, rozaba el ala del otro querubín. 12Un ala del segundo querubín, de unos dos metros y medio, tocaba la pared de la sala, y la otra, de unos dos metros y medio, rozaba el ala del primer querubín. 13Las alas de los dos querubines extendidas medían unos diez metros. Estaban de pie, mirando hacia el camarín. 14Hizo el velo de púrpura, escarlata, carmesí y lino fino, con querubines bordados. 15Delante de la sala colocó dos columnas de unos diecisiete metros y medio de altura, coronadas con un capitel de unos dos metros y medio. 16Entrelazó cadenetas y las puso sobre los capiteles de las columnas; también hizo cien granadas y las colocó en las cadenetas. 17Levantó las columnas delante del templo, una a la derecha y la otra a la izquierda. Llamó a la de la derecha Yaquín, y Boaz a la columna de la izquierda.

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1Construyó un altar de bronce de unos diez metros de largo, otros tantos de ancho y unos cinco de alto. 2Hizo también el mar de metal fundido, que medía unos cinco metros de diámetro, era completamente redondo, de unos dos metros y medio de alto y unos quince de perímetro, medidos a cordel. 3Por debajo del borde, todo alrededor, había figuras de toros —veinte cada metro— colocadas en dos hileras, fundidas con el mar en una sola pieza. 4Reposaba sobre doce toros: tres mirando al Norte, tres al Oeste, tres al Sur y tres al Este; tenían las patas traseras hacia dentro; encima de ellos estaba el mar. 5Tenía un espesor de un palmo y su borde era como el de un cáliz de azucena. Su capacidad era de unos ciento veinte mil litros. 6Hizo diez jofainas; colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda. En ellas se lavaba el material del holocausto. El mar era para las abluciones de los sacerdotes. 7Fabricó también diez candelabros de oro, según lo prescrito, y los colocó en el santuario, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. 8También hizo diez mesas que colocó en el santuario, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Igualmente hizo cien acetres de oro. 9Construyó el atrio de los sacerdotes, el atrio mayor y sus puertas, que recubrió de bronce. 10Colocó el mar a la derecha, hacia el Sureste. 11Jirán hizo los ceniceros, las paletas y los acetres. Ultimó así todos los encargos de Salomón para el templo de Dios: 12las dos columnas, las esferas de los capiteles que remataban las columnas, los dos trenzados para adornar esas esferas, 13las cuatrocientas granadas para los dos trenzados —dos series de granadas por trenzado—, para que cubrieran las esferas de los capiteles que remataban las columnas. 14Hizo también las diez basas y las diez jofainas que iban sobre ellas, 15el mar sobre los doce toros, 16los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos los utensilios que hizo Jirán Abí al rey Salomón para el templo de Señor eran de bronce bruñido. 17El rey los fundió en la vega del Jordán, en moldes de tierra, entre Sucot y Seredá. 18Salomón fabricó todos estos enseres en tal cuantía que era imposible calcular el peso del bronce. 19Salomón hizo todos los utensilios que había en el templo del Señor: el altar de oro; las mesas sobre las que ponían los panes presentados; 20los candelabros con sus lámparas, de oro acendrado, para que ardieran delante de la cámara como está mandado; 21las flores, lámparas y tenazas de oro, de oro purísimo; 22los cuchillos, acetres, bandejas y badiles, de oro acendrado. También eran de oro las puertas del santuario interior, el Santo de los Santos y las puertas del templo.

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Cuando se terminaron todas las obras que el rey Salomón encargó para el templo del Señor, mandó traer las ofrendas de su padre David: la plata, el oro y todos los enseres, y los depositó en el tesoro del templo de Dios. 2Entonces Salomón convocó en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los cabeza de familia de los hijos de Israel para transportar el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, es decir, Sión. 3Todos los israelitas se congregaron en torno al rey en la fiesta del mes séptimo. 4Cuando llegaron los ancianos de Israel, los levitas cargaron con el Arca. 5Los sacerdotes levitas llevaron el Arca, la Tienda del Encuentro y todos los utensilios del santuario que había en la Tienda. 6El rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida en torno a él sacrificaron ante el Arca ovejas y bueyes en número incalculable e incontable. 7Los sacerdotes llevaron el Arca de la Alianza del Señor a su sitio, a la cámara del Santo de los Santos, situado bajo las alas de los querubines; 8los querubines extendían sus alas sobre el lugar del Arca, y cubrían el Arca y las andas por encima. 9Las andas se alargaban hasta dejar ver sus extremos desde la nave, delante de la cámara, pero no desde fuera. (Han estado allí hasta el día de hoy). 10En el Arca tan solo estaban las dos tablas puestas por Moisés en el Horeb, cuando el Señor pactó con los hijos de Israel al salir de Egipto. 11Cuando los sacerdotes salieron del santuario (pues todos los sacerdotes presentes, sin distinción de clases, se habían purificado), 12los levitas cantores —Asaf, Hemán, Yedutún, sus hijos y sus hermanos—, vestidos de lino fino, con platillos, arpas y cítaras, estaban de pie al este del altar, acompañados de ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas. 13Trompeteros y cantores entonaron al unísono la alabanza y la acción de gracias al Señor; cuando ellos elevaban la voz —al son de trompetas, platillos y de instrumentos musicales para alabar al Señor «porque es bueno, porque es eterna su misericordia»—, una nube llenó el templo, el templo del Señor. 14Los sacerdotes no pudieron seguir oficiando, porque la gloria del Señor había llenado el templo de Dios.

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1Entonces dijo Salomón: «El Señor quiere habitar en la oscuridad, 2pero yo te he construido una casa para morada tuya, un lugar donde habites para siempre». 3El rey, volviéndose, bendijo a toda la asamblea de Israel, que se mantenía en pie: 4«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha cumplido con su mano lo que había dicho su boca a mi padre David: 5“Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no elegí ninguna ciudad de entre las tribus de Israel para construirme un templo en el que residiera mi Nombre; tampoco elegí a nadie para que fuera caudillo de mi pueblo Israel, 6sino que elegí Jerusalén para que estuviera allí mi Nombre, y elegí a David para que estuviese al frente de mi pueblo Israel”. 7Mi padre David acariciaba en su corazón el deseo de construir un templo en honor del Señor, Dios de Israel. 8El Señor dijo a mi padre David: “Has acariciado en tu corazón el deseo de construirme un templo en mi honor y has hecho bien; 9pero tú no construirás el templo, sino un hijo de tus entrañas será quien construya ese templo en mi honor”. 10El Señor ha cumplido la palabra dada. He sucedido a mi padre David, sentándome en el trono de Israel según la palabra del Señor, y he construido el templo en honor del Señor, Dios de Israel. 11En él he colocado el Arca, donde se conserva la alianza del Señor pactada con los hijos de Israel». 12Salomón, puesto en pie ante el altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos. 13Salomón había hecho un estrado de bronce de unos dos metros y medio de largo, por unos dos y medio de ancho y uno cincuenta de alto; lo había colocado en medio del atrio; subió a él, se arrodilló en presencia de toda la asamblea de Israel y, tendiendo sus manos hacia el cielo, 14dijo: «Señor, Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay un Dios como tú, que guardas la alianza y el amor con tus siervos, que caminan ante ti con todo su corazón. 15Tú has cumplido, en favor de mi padre David, la promesa que le hiciste, y hoy tu mano ha realizado lo que había prometido tu boca. 16Ahora, pues, Señor, Dios de Israel, mantén en favor de tu siervo, mi padre, lo que le prometiste: “No te faltará un descendiente que esté en mi presencia sentado en el trono de Israel, a condición de que tus hijos guarden mis preceptos y caminen según mi ley, lo mismo que tú caminaste ante mí”. 17Ahora, Señor, Dios de Israel, confirma la promesa que hiciste a tu siervo David. 18Aunque, ¿es posible que Dios habite con los hombres en la tierra? El cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que te he construido! 19Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu siervo, Señor, Dios mío; escucha el clamor y la oración que tu siervo eleva ante ti. 20Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el lugar del que dijiste: “Allí estará mi Nombre”. ¡Escucha la oración que tu siervo te dirige en este lugar! 21Escucha las súplicas de tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando oren en este lugar; escucha tú desde tu morada del cielo, escucha y perdona. 22Cuando uno peque contra su prójimo y este formule una de las imprecaciones, si viene a imprecar ante tu altar en este templo: 23escucha tú desde el cielo, intervén y juzga a tus siervos; declara culpable al malo —así su conducta recaerá sobre su cabeza— e inocente al justo, pagándole según su inocencia. 24Cuando tu pueblo, Israel, sea derrotado por el enemigo, por haber pecado contra ti, si se convierte y alaba tu Nombre, ora y suplica ante ti en este templo: 25escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelo a la tierra que le diste a él y a sus padres. 26Cuando, por haber pecado contra ti, se cierre el cielo y no llueva, si ora en este lugar y alaba tu Nombre, se convierte de su pecado porque le humillaste: 27escucha tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, mostrándoles el buen camino que deben seguir, y envía lluvia a la tierra que diste en heredad a tu pueblo. 28Cuando en el país haya hambre, peste, tizón, añublo, langosta o pulgón; cuando el enemigo cerque una de sus ciudades, en la desgracia o en la enfermedad, 29si uno cualquiera, o todo tu pueblo Israel —sabedor de su herida o de su dolor—, tiende sus manos hacia este templo orando y suplicándote: 30escucha tú desde el cielo, lugar de tu morada, perdona y actúa según la conducta de cada uno, tú que conoces su corazón, pues solo tú conoces el corazón humano; 31así te respetarán yendo por tus caminos mientras vivan sobre la faz de la tierra que diste a nuestros padres. 32Incluso al extranjero, que no pertenece a tu pueblo, Israel: cuando venga de un país lejano, atraído por tu gran fama, tu mano fuerte y tu brazo extendido; cuando venga a orar en este templo: 33escucha tú desde el cielo, lugar de tu morada; concede al extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu fama y te respeten como tu pueblo, Israel, y sepan que tu Nombre ha sido invocado en este templo que te he construido. 34Cuando tu pueblo salga a la guerra contra el enemigo por el camino que le indiques, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que elegiste y hacia el templo que he construido en tu honor: 35escucha desde el cielo su oración y súplica, y hazles justicia. 36Cuando pequen contra ti —pues nadie hay que no peque— y tú, irritado con ellos, los entregues a sus enemigos, y los vencedores los deporten a un país lejano o cercano, 37si en la tierra de su cautividad se convierten de corazón y oran diciendo: “Hemos pecado, hemos delinquido, somos culpables”, 38si en la tierra del destierro adonde los han deportado se convierten a ti con todo el corazón y con toda el alma, y oran vueltos hacia la tierra que diste a sus padres, hacia la ciudad que has elegido y hacia el templo que he construido en tu honor: 39escucha su oración y su súplica desde el cielo, lugar de tu morada, hazles justicia y perdona a tu pueblo que pecó contra ti. 40Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos y tus oídos atentos a la súplica que se haga en este lugar. 41Y ahora, levántate, Señor Dios, | ven a tu mansión, | tú y el Arca de tu poder; | Señor Dios, | que tus sacerdotes se revistan de salvación, | que tus fieles rebosen felicidad. 42Señor Dios, | no rechaces el rostro de tu ungido; | recuerda la lealtad de David, tu siervo».

7

1Cuando Salomón terminó de orar, bajó fuego del cielo, que devoró el holocausto y los sacrificios. La gloria de Dios llenó el templo. 2Los sacerdotes no podían entrar en él, porque la gloria del Señor llenaba el templo. 3Los hijos de Israel, al ver que el fuego y la gloria del Señor bajaban al templo, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento, adoraron y alabaron al Señor «porque es bueno, porque es eterna su misericordia». 4El rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante el Señor. 5El rey Salomón ofreció en sacrificio veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. El rey y todo el pueblo dedicaron así el templo de Dios. 6Los sacerdotes oficiaban de pie, mientras los levitas —con ayuda de los instrumentos hechos por el rey David para alabar al Señor «porque es eterna su misericordia»— entonaban al Señor las canciones compuestas por David. Los sacerdotes tocaban las trompetas delante de ellos y todo Israel se mantenía en pie. 7Salomón consagró el atrio interior que está delante del templo del Señor, ofreciendo allí los holocaustos y la grasa de los sacrificios de comunión, pues en el altar de bronce hecho por Salomón no cabían el holocausto, la ofrenda y la grasa. 8En aquella ocasión Salomón, junto con todo Israel —una multitud inmensa, venida desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto—, celebraron la fiesta durante siete días. 9Después de haber festejado la dedicación del templo durante siete días, el octavo día tuvo lugar la asamblea solemne. 10El día veintitrés del mes séptimo Salomón despidió a la gente; marcharon a sus casas alegres y felices por los beneficios que el Señor había concedido a David, a Salomón y a su pueblo Israel. 11Salomón terminó el templo del Señor y el palacio real. Todo lo que se había propuesto hacer en el templo y en el palacio le salió perfectamente. 12Se le apareció el Señor de noche y le dijo: «He escuchado tu oración y he elegido este lugar como templo para los sacrificios. 13Cuando cierre el cielo y no llueva, cuando mande a la langosta que devore la tierra, cuando envíe la peste contra mi pueblo, 14si mi pueblo, sobre el que es invocado mi Nombre, se humilla, ora, me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. 15Mantendré mis ojos abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar. 16He elegido y santificado este templo para que mi Nombre esté en él eternamente. Mis ojos y mi corazón estarán en él todos los días. 17En cuanto a ti, si caminas ante mí como caminó tu padre David, haciendo todo lo que yo te ordene y guardando mis mandatos y decretos, 18afianzaré tu trono real como pacté con tu padre David: “No te faltará un descendiente que gobierne en Israel”. 19Pero si apostatáis, abandonando los decretos y los mandatos que os he dado, y os vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos, 20os arrancaré de mi tierra que os he dado, rechazaré el templo que he consagrado a mi Nombre y lo convertiré en refrán y en burla de todas las naciones. 21Todo el que pase junto a este templo, que fue tan magnífico, preguntará asombrado: “¿Por qué ha tratado así el Señor a esta tierra y a este templo?”. 22Les responderán: “Porque abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que les había sacado de la tierra de Egipto, se entregaron a otros dioses, se postraron ante ellos y les dieron culto; por eso ha descargado sobre ellos esta catástrofe”».

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1Transcurridos los veinte años que había empleado en la construcción del templo del Señor y de su palacio, Salomón 2reconstruyó las ciudades que le había dado Jirán e instaló en ellas a los hijos de Israel. 3Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella. 4Fortificó Tadmor en el desierto y todas las ciudades de avituallamiento que había construido en Jamat. 5Reconstruyó Bet Jorón de Arriba y Bet Jorón de Abajo como ciudades fortificadas: con murallas, puertas y cerrojos. 6Lo mismo hizo con Baalat, con las ciudades de avituallamiento que tenía Salomón, las ciudades para los carros y las caballerizas, y con cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todos los dominios de su reino. 7A cuantos quedaban de los hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos —que no eran israelitas 8y cuyos descendientes habían permanecido en el país, porque los hijos de Israel no los habían exterminado—, Salomón los reclutó para trabajos forzados, hasta el día de hoy. 9A los hijos de Israel, en cambio, no les impuso trabajos forzados, sino que eran soldados, oficiales, capitanes y comandantes de sus carros y caballería. 10Salomón tenía doscientos cincuenta jefes de guarnición que mandaban al pueblo. 11Salomón trasladó a la hija del faraón desde la Ciudad de David al palacio que le había construido, pues se decía: «Mi mujer no puede vivir en el palacio de David, rey de Israel, porque el lugar donde ha estado el Arca del Señor es sagrado». 12Salomón ofrecía holocaustos al Señor sobre el altar del Señor que había erigido delante del vestíbulo; 13los ofrecía según el rito de cada día, conforme a lo prescrito por Moisés para los sábados, los principios de mes y las tres solemnidades anuales: la de los Ácimos, la de las Semanas y la de las Tiendas. 14Conforme a la ordenanza de su padre David, asignó sus oficios a los grupos sacerdotales; a los levitas, sus funciones de alabar y oficiar en presencia de los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los porteros les encargó, por grupos, cada una de las puertas. Así lo había dispuesto David, el hombre de Dios. 15No se desviaron ni un ápice del mandato real para los sacerdotes, los levitas, ni en lo referente a los almacenes. 16Así se llevó a cabo la obra de Salomón, desde el día en que se echaron los cimientos del templo del Señor hasta su finalización. De este modo quedó ultimado el templo del Señor. 17Salomón se dirigió entonces a Esión Guéber y a Elat, a orillas del mar, en la tierra de Edón. 18Jirán, por medio de sus siervos, le envió naves y expertos marineros. Fueron a Ofir con los siervos de Salomón. Trajeron de allí al rey Salomón unos dieciséis mil kilos de oro.  

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1La reina de Saba oyó la fama de Salomón y fue a probarlo con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes, gran cantidad de oro y piedras preciosas. Se presentó a Salomón y le propuso cuanto había pensado. 2Salomón respondió a todas sus preguntas; no hubo cuestión que Salomón no resolviera, por muy oscura que fuese. 3Al ver la reina de Saba la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido, 4los manjares de su mesa, las habitaciones de su servidumbre, el porte de sus domésticos con sus vestimentas, sus coperos con sus trajes y los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor, se quedó asombrada 5y dijo al rey: «¡Es verdad lo que oí en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! 6Yo no lo creía; pero ahora que he venido y lo he visto con mis propios ojos, ¡no me dijeron ni la mitad! Superas lo que había oído respecto a tu enorme sabiduría. 7¡Dichosa tu gente! ¡Dichosos tus siervos que están siempre en tu presencia aprendiendo de tu sabiduría! 8¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que se ha complacido en ti, poniéndote sobre su trono como rey para el Señor, tu Dios! Por el amor de tu Dios a Israel, que quiere mantener eternamente, te ha constituido rey para que administres el derecho y la justicia». 9La reina regaló al rey unos cuatro mil kilos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Nunca hubo perfumes como los que la reina de Saba regaló al rey Salomón. 10Los siervos de Jirán y los de Salomón, que transportaban oro de Ofir, trajeron también madera de sándalo y piedras preciosas. 11Con la madera de sándalo hizo el rey entarimados para el templo del Señor y para el palacio real, cítaras y arpas para los cantores. Nunca se había visto madera semejante en la tierra de Judá. 12El rey Salomón, por su parte, regaló a la reina de Saba cuanto ella quiso pedirle, más de lo que ella había traído al rey. Después ella y sus servidores emprendieron el regreso a su país. 13Salomón recibía cada año unos veintitrés mil trescientos kilos de oro, 14sin contar lo procedente de impuestos a los mercaderes y negociantes. Todos los reyes de Arabia y los gobernadores del país llevaban oro y plata a Salomón. 15El rey Salomón hizo doscientos escudos de oro batido, de unos seis kilos y medio cada uno, 16y trescientos escudos de oro batido, de un kilo y medio cada uno; los colocó en el salón llamado «Bosque del Líbano». 17Hizo un gran trono de marfil, recubierto de oro puro; 18tenía seis gradas, un cordero de oro en el respaldo, brazos a uno y otro lado del asiento, dos leones de pie junto a los brazos 19y doce leones más, erguidos a uno y otro lado de las gradas. Jamás se hizo nada igual en ningún reino. 20Todas las copas del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la sala «Bosque del Líbano» era de oro acendrado. La plata no era nada apreciada en tiempos del rey Salomón, 21porque el rey tenía una flota que iba a Tarsis con los siervos de Jirán, y cada tres años volvían las naves de Tarsis cargadas de oro, plata, marfil, monos y pavos reales. 22El rey Salomón superó a los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. 23Todos los reyes de la tierra querían ver a Salomón para escuchar la sabiduría que Dios le había concedido. 24Cada cual traía su regalo año tras año: vajillas de plata y oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos. 25Salomón tenía cuatro mil caballerizas para sus caballos y carros, y doce mil jinetes que dejó en las ciudades para carros, y en Jerusalén en torno al rey. 26Tenía poder sobre todos los reyes, desde el Río hasta la tierra de los filisteos y la frontera de Egipto. 27El rey consiguió que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicomoros de la Sefelá. 28Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de todos los países. 29El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías de Siló y en las visiones del vidente Idó a propósito de Jeroboán, hijo de Nebat? 30Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años. 31Salomón se durmió con sus padres y fue sepultado en la Ciudad de David, su padre. Su hijo Roboán le sucedió en el trono.   

10

Roboán fue a Siquén, porque todo Israel había acudido allí para proclamarlo rey. 2Cuando se enteró Jeroboán, hijo de Nebat —estaba en Egipto, porque había huido del rey Salomón—, regresó de Egipto. 3Lo mandaron llamar. Vino con todo Israel y hablaron así a Roboán: 4«Tu padre endureció nuestro yugo. Aligera tú ahora la dura servidumbre y el pesado yugo que nos impuso tu padre, y te serviremos». 5Él les respondió:«Volved dentro de tres días».La gente se fue. 6El rey Roboán consultó a los ancianos que habían estado al servicio de su padre Salomón, mientras vivía:«¿Qué me aconsejáis que les responda?». 7Le dijeron:«Si eres bueno con esa gente, si les complaces y les respondes con buenas palabras, te servirán siempre». 8Pero él desechó el consejo de los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían educado con él y estaban a su servicio. 9Les preguntó:«¿Qué me aconsejáis que responda a esa gente que me pide: “Aligera el yugo que nos impuso tu padre”?». 10Los jóvenes que se habían educado con él le respondieron:«A la gente que te dijo: “Tu padre endureció nuestro yugo, aligéranoslo” diles esto: “Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. 11Si mi padre os impuso un yugo pesado, yo os incrementaré la carga;si mi padre os azotó con látigos, yo os azotaré con escorpiones”». 12Al tercer día, Jeroboán volvió con todo el pueblo donde estaba Roboán, tal como había dicho el rey: «Volved al tercer día». 13El rey les dio una dura respuesta; desechó el consejo de los ancianos 14y les habló conforme al consejo de los jóvenes: «Si mi padre endureció vuestro yugo, yo os incrementaré la carga; si mi padre os azotó con látigos, yo os azotaré con escorpiones». 15El rey no hizo caso al pueblo, porque estaba dispuesto por Dios para que se cumpliese la palabra que el Señor había comunicado a Jeroboán, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Siló. 16Viendo los israelitas que el rey no les había hecho caso, le replicaron: «¿Qué tenemos en común con David?¡No tenemos heredad con el hijo de Jesé! ¡Israel, cada uno a su tienda! ¡David, mira ahora por tu casa!». Los israelitas se fueron a sus tiendas, 17pero Roboán reinó sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá. 18El rey Roboán envió entonces a Adorán, encargado de las brigadas de trabajadores, pero los hijos de Israel lo mataron a pedradas. El rey Roboán tuvo que subir precipitadamente a su carro y huir a Jerusalén. 19Israel se sublevó contra la casa de David, hasta el día de hoy.  

11

Al llegar a Jerusalén, Roboán movilizó ciento ochenta mil soldados de Judá y Benjamín para luchar contra Israel y recuperar el reino. 2Pero Semaías, hombre de Dios, recibió esta palabra del Señor: 3«Di a Roboán, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas de Judá y Benjamín: 4“Así dice el Señor: No vayáis a luchar contra vuestros hermanos; vuélvase cada uno a su casa, porque esto viene de mí”». Obedecieron las palabras del Señor y desistieron de luchar contra Jeroboán. 5Roboán habitó en Jerusalén y construyó ciudades fortificadas en Judá. 6Fortificó Belén, Etán, Técoa, 7Bet Sur, Socó, Adulán, 8Gat, Maresá, Zif, 9Adoráin, Laquis, Azecá, 10Sora, Ayalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y de Benjamín. 11Reforzó las fortalezas, puso en ellas comandantes y las proveyó de víveres, aceite y vino. 12En todas las ciudades había escudos y lanzas; las fortificó muy bien y reinó sobre Judá y Benjamín. 13Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a Roboán, procedentes de todas las demarcaciones. 14Los levitas abandonaron sus ejidos y posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboán y sus hijos les habían prohibido oficiar para el Señor, 15estableciendo sus propios sacerdotes para los altos, los sátiros y los becerros que había fabricado. 16Al igual que aquellos levitas, vinieron también a Jerusalén israelitas de todas las tribus —que tenían el propósito sincero de buscar al Señor, Dios de Israel— para ofrecer sacrificios al Señor, Dios de sus padres. 17Consolidaron el reino de Judá y confirmaron a Roboán, hijo de Salomón, por tres años. Por tres años, en efecto, anduvieron por el camino de David y Salomón. 18Roboán se casó con Majalat, hija de Yerimot, hijo de David y de Abigaíl, hija de Eliab, hijo de Jesé. 19Le dio varios hijos: Yeús, Semarías y Zahan. 20Después se casó con Maacá, hija de Absalón, que le dio a Abías, Atay, Zizá y Selomit. 21Roboán amaba a Maacá, hija de Absalón, más que a todas sus otras mujeres y concubinas: tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; engendró veintiocho hijos y sesenta hijas. 22Roboán puso a Abías, hijo de Maacá, como jefe y príncipe de sus hermanos, porque quería hacerlo rey. 23Repartió sagazmente a sus hijos por todo el territorio de Judá y Benjamín, por todas las ciudades fortificadas, dándoles víveres en abundancia y procurándoles muchas mujeres.

12

1Una vez consolidado y afianzado el reino, Roboán y todo Israel abandonaron la ley del Señor. 2Por haberse rebelado contra el Señor, el año quinto del reinado de Roboán, Sisac, rey de Egipto, atacó Jerusalén 3con mil doscientos carros, sesenta mil jinetes y una multitud innumerable de libios, suquíes y cusitas que lo acompañaban desde Egipto. 4Conquistaron las ciudades fortificadas de Judá y llegaron hasta Jerusalén. 5Entonces el profeta Semaías se presentó a Roboán y a los oficiales de Judá que se habían replegado en Jerusalén por miedo a Sisac, y les dijo: «Así dice el Señor: Vosotros me habéis abandonado, también yo os abandono en manos de Sisac». 6Los oficiales de Israel y el rey dijeron humildemente: «¡Justo es el Señor!». 7Cuando el Señor vio que se habían humillado, Semaías recibió la palabra del Señor: «Se han humillado, no los destruiré. Dentro de poco les daré la salvación y no se derramará mi ira sobre Jerusalén por medio de Sisac; 8pero serán sus siervos, para que aprendan lo que es servirme a mí y lo que es servir a los reyes de la tierra». 9Sisac, rey de Egipto, atacó Jerusalén y se apoderó de los tesoros del templo del Señor y de los tesoros del palacio real; se llevó todo, incluso los escudos de oro que había hecho Salomón. 10En su lugar, el rey Roboán hizo escudos de bronce y se los confió a los jefes de la guardia que vigilaban el acceso al palacio real. 11Cada vez que el rey iba al templo del Señor, la guardia los llevaba y los devolvía después a la sala de guardia. 12Por haberse humillado, se apartó de él la ira del Señor y no lo destruyó por completo. Aún había en Judá cosas buenas. 13El rey Roboán se afianzó y reinó en Jerusalén. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido el Señor entre todas las tribus de Judá para morada de su Nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita. 14Obró mal, pues no se dedicó de corazón a buscar al Señor. 15Los hechos de Roboán, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la Historia del profeta Semaías y del vidente Idó? Hubo guerras continuas entre Roboán y Jeroboán. 16Roboán se durmió con sus padres y fue sepultado en la Ciudad de David. Le sucedió en el trono su hijo Abías. 

13

1Abías comenzó a reinar en Judá el año decimoctavo del reinado de Jeroboán. 2Reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Micaía y era hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboán. 3Abías desencadenó la guerra con un ejército de valientes guerreros: cuatrocientos mil soldados escogidos. Jeroboán le hizo frente con ochocientos mil soldados escogidos, aguerridos y valientes. 4Abías se situó en la cima del monte Semaráin, en la serranía de Efraín, y gritó: «¡Escuchadme, Jeroboán e israelitas todos! 5¿Acaso no sabéis que el Señor, Dios de Israel, dio a David y a sus descendientes el reino de Israel para siempre, mediante una alianza indestructible? 6Sin embargo, Jeroboán, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se rebeló contra su señor. 7Se le unieron algunos desocupados y perversos que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, a la sazón demasiado joven y pusilánime para oponerse a ellos. 8Ahora tratáis de hacer frente al reino del Señor, que está en manos de los descendientes de David. Vosotros sois una multitud ingente y tenéis los becerros de oro fabricados por Jeroboán para que fueran vuestros dioses. 9¿No desterrasteis a los sacerdotes del Señor, los aaronitas, y a los levitas? ¿No os habéis instituido sacerdotes a la manera de los demás pueblos? Cualquiera que venga con un novillo y siete carneros se convierte en sacerdote de los que no son dioses. 10En cuanto a nosotros, el Señor es nuestro Dios y no lo hemos abandonado; los sacerdotes que sirven al Señor son los aaronitas; y los encargados del culto, los levitas. 11Mañana y tarde ofrecen al Señor holocaustos, inciensos aromáticos, el pan de la proposición sobre una mesa pura y el candelabro de oro con sus lámparas para que ardan cada tarde. Nosotros observamos los preceptos del Señor, nuestro Dios, al que vosotros habéis abandonado. 12Es claro que Dios está como guía nuestro. Sus sacerdotes darán con las trompetas el toque de guerra contra vosotros, hijos de Israel. No luchéis contra el Señor, Dios de vuestros padres, porque no venceréis». 13Jeroboán, mientras tanto, les había tendido una emboscada para atacarlos por la espalda, de modo que él estaba frente a Judá y los emboscados por detrás. 14Los de Judá, al volverse, vieron que los atacaban de frente y por la espalda. Clamaron al Señor, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas. 15Los de Judá lanzaron el grito de guerra. A su clamor, Dios desbarató a Jeroboán y a los israelitas ante Abías y Judá. 16Los hijos de Israel huyeron ante los de Judá y el Señor los entregó en sus manos. 17Abías y su ejército les infligieron una gran derrota: cayeron muertos quinientos mil soldados escogidos de Israel. 18En aquella ocasión los hijos de Israel quedaron humillados, mientras los de Judá prevalecieron por haberse apoyado en el Señor, Dios de sus padres. 19Abías persiguió a Jeroboán y le arrebató algunas ciudades: Betel con sus aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas. 20Jeroboán nunca más tuvo poder en tiempo de Abías; el Señor lo hirió y murió. 21Abías, por el contrario, se hizo más poderoso. Tuvo catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas. 22Las restantes gestas de Abías, su conducta y sus hechos están escritos en el Comentario del profeta Idó. 23Abías se durmió con sus padres y fue enterrado en la Ciudad de David. Le sucedió en el trono su hijo Asá. En sus días el país gozó de paz durante diez años.

14

1Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos del Señor, su Dios. 2Suprimió los altares extranjeros y los santuarios de los altos, rompió las estelas y abatió los cipos. 3Exhortó a Judá a buscar al Señor, Dios de sus padres, y a cumplir la ley y los preceptos. 4Suprimió los santuarios de los altos y los altares de incienso en todas las ciudades de Judá. El reino gozó de paz bajo su reinado. 5Construyó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz y, por aquellos años, nadie le hizo la guerra —pues el Señor le había dado sosiego—. 6Por ello dijo a los judaítas: «Vamos a construir estas ciudades y a rodearlas de murallas con torres, puertas y cerrojos, ya que la tierra es nuestra; porque hemos buscado al Señor, nuestro Dios, él nos ha concedido la paz con nuestros vecinos». Construyeron con éxito. 7Asá tenía un ejército de trescientos mil hombres de Judá, armados de pavés y lanza, y de doscientos ochenta mil benjaminitas, armados de escudo y arco. Todos eran valientes guerreros. 8Zéraj de Cus salió al encuentro de Asá con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros. Cuando llegó a Maresá, 9Asá le hizo frente y formaron en orden de batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá. 10Asá invocó al Señor, su Dios: «Señor, nadie como tú puede ayudar al poderoso o al desvalido. ¡Ayúdanos, Señor, Dios nuestro, que en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos contra esa multitud! ¡Señor, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca hombre alguno sobre ti!». 11El Señor derrotó a los cusitas ante Asá y Judá. Los cusitas huyeron, 12pero Asá los persiguió con su ejército hasta Guerar. Cayeron los cusitas hasta no quedar ni uno vivo; fueron destrozados por el Señor y sus huestes. Se obtuvo un inmenso botín. 13Atacaron las ciudades de los alrededores de Guerar, que estaban presas del terror del Señor, y las saquearon, pues había en ellas un gran botín. 14Atacaron asimismo las tiendas de los pastores y capturaron gran cantidad de ovejas y de camellos. Después volvieron a Jerusalén.

15

1El espíritu de Dios vino sobre Azarías, hijo de Oded. 2Salió al encuentro de Asá y le dijo: «Escuchadme, Asá, los de Judá y los benjaminitas: El Señor estará con vosotros, si vosotros estáis con él; si lo buscáis, se dejará encontrar; pero si lo abandonáis, os abandonará. 3Durante mucho tiempo Israel estuvo sin Dios verdadero, sin sacerdote que enseñase y sin ley. 4Pero en su angustia se volvieron al Señor, Dios de Israel; lo buscaron, y se dejó encontrar. 5En aquellos tiempos no había paz para nadie, sino grandes terrores para todos los habitantes del país. 6Se enfrentaban pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios los aturdía con toda clase de aflicciones. 7Pero vosotros esforzaos; que no desfallezcan vuestras manos, pues vuestras obras tendrán recompensa». 8Al oír Asá estas palabras y esta profecía de Azarías, hijo de Oded, se animó a suprimir los ídolos del territorio de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la serranía de Benjamín, y reparó el altar del Señor que estaba delante del vestíbulo. 9Luego reunió a los de Judá, a los benjaminitas y a los de Efraín, Manasés y Simeón que residían entre ellos, pues muchos israelitas se habían pasado a él al ver que el Señor, su Dios, estaba con él. 10Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá. 11Aquel día sacrificaron al Señor setecientos toros y siete mil ovejas del botín que habían traído, 12y se comprometieron a buscar al Señor, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma, 13y a condenar a muerte a todo el que no buscara al Señor, Dios de Israel, fuera grande o pequeño, hombre o mujer. 14Así lo juraron al Señor a grandes voces, entre vítores y al son de trompetas y cuernos. 15Todos los de Judá festejaron el juramento: lo habían hecho con todo el corazón, buscando al Señor con plena voluntad. El Señor se dejó encontrar por ellos y les dio la paz con sus vecinos. 16El rey Asá llegó a quitar a su madre Maacá el título de Reina Madre por haber hecho una abominable imagen de Astarté. Asá destruyó la imagen, la redujo a polvo y la quemó en el torrente Cedrón. 17Con todo, no desaparecieron los santuarios de los altos, pese a que el corazón de Asá fue perfecto durante su vida. 18Llevó al templo del Señor las ofrendas consagradas por su padre y las suyas propias: plata, oro y utensilios. 19No hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.

16

El año trigésimo sexto del reinado de Asá, Basá, rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá. 2Este sacó entonces plata y oro del tesoro del templo del Señor y del palacio real y se lo envió a Benadad, rey de Siria, que residía en Damasco, con este mensaje: 3«Existe un pacto entre tú y yo, entre tu padre y mi padre. Aquí te envío plata y oro. Anda, rompe el pacto con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí». 4Benadad le hizo caso y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel. Devastaron Iyón, Dan, Abel Main y todos los depósitos de las ciudades de Neftalí. 5En cuanto se enteró Basá, suspendió la fortificación de Ramá y detuvo las obras. 6El rey Asá movilizó a todo Judá; se llevó las piedras y madera con las que Basá fortificaba Ramá y con ellas fortificó Guibeá y Mispá. 7En aquel tiempo, el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Siria en vez de apoyarte en el Señor, tu Dios, ha escapado de tus manos el ejército del rey de Siria. 8¿No formaban un gran ejército los cusitas y los libios, con muchísimos carros y jinetes? Porque te apoyaste en el Señor, él los puso en tus manos. 9Los ojos del Señor, en efecto, recorren toda la tierra, para fortalecer a los que le son íntegros de corazón. Esta vez has sido un insensato; por eso, de ahora en adelante, tendrás guerras». 10Asá se indignó con el vidente e, irritado con él por sus palabras, lo encarceló. En aquel tiempo Asá también maltrató a algunos del pueblo. 11Los hechos de Asá, los primeros y los postreros, están escritos en el libro de los Reyes de Judá y de Israel. 12El año trigésimo noveno de su reinado Asá enfermó gravemente de los pies; pero ni siquiera en su enfermedad buscó al Señor, sino a los médicos. 13Asá se durmió con sus padres. Murió el año cuadragésimo primero de su reinado. 14Lo enterraron en el sepulcro que se había excavado en la Ciudad de David. Lo tendieron sobre un lecho lleno de perfumes y de diversos ungüentos —según el arte de perfumería—, y encendieron una gran hoguera en su honor. 

17

1Le sucedió en el trono su hijo Josafat, que se hizo fuerte contra Israel. 2Dotó de ejército a todas las ciudades fortificadas de Judá e instaló guarniciones en Judá y en las ciudades de Efraín conquistadas por su padre Asá. 3El Señor estuvo con Josafat, porque anduvo por los antiguos caminos de su antepasado David y no buscó a los baales, 4sino que buscó al Dios de sus padres y se comportó según sus preceptos, sin imitar la conducta de Israel. 5El Señor consolidó el reino en sus manos. Todo Judá le pagaba tributo y tuvo muchas riquezas y fama. 6Se enorgullecía de seguir los caminos del Señor, hasta hacer desaparecer de Judá los santuarios de los altos y los cipos. 7El tercer año de su reinado envió a sus oficiales Benjáyil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas, para que enseñasen en las ciudades de Judá. 8Les acompañaban los levitas Semaías, Natanías, Zebadías, Ásale, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías y los sacerdotes Elisamá y Jorán, 9e instruyeron a Judá. Llevando consigo el libro de la ley del Señor, recorrieron todas las ciudades de Judá e instruyeron al pueblo. 10El terror del Señor cayó sobre todos los reinos de los territorios limítrofes con Judá y no guerrearon contra Josafat. 11Los filisteos le traían presentes y le pagaban tributo. También los árabes le traían ganado menor: siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos. 12Así Josafat iba haciéndose cada vez más poderoso. Construyó fortines y ciudades de avituallamiento en Judá. 13Emprendió muchas obras en las ciudades de Judá. En Jerusalén disponía de soldados aguerridos y valientes. 14Estos eran sus cargos por casas paternas: de Judá eran jefes de millar: Adnar, el jefe, al frente de trescientos mil soldados esforzados; 15a sus órdenes, el jefe Juan, con doscientos ochenta mil, 16y Amasías, hijo de Zicrí, que se había donado voluntariamente al Señor, al frente de doscientos soldados esforzados; 17de Benjamín, el valiente soldado Eldayá, al frente de doscientos mil armados de arco y escudo; 18a sus órdenes estaban Josabad, al frente de ciento ochenta mil equipados para la guerra. 19Todos estos estaban al servicio del rey, sin contar los que este había destinado a las ciudades fortificadas en todo Judá.  

18

1Cuando Josafat se hizo sumamente rico y famoso, emparentó con Ajab. 2Años más tarde bajó a Samaría a visitar a Ajab. Este sacrificó gran cantidad de ovejas y toros para él y su séquito, y le incitó a atacar a Ramot de Galaad. 3Ajab, rey de Israel, dijo a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad?». Le contestó: «Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos juntos a la guerra». 4Después añadió Josafat al rey de Israel: «Consulta hoy mismo la palabra del Señor». 5El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les preguntó: «¿Podemos atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?». Respondieron: «Ve. Dios la entregará en manos del rey». 6Entonces Josafat preguntó: «¿No queda por aquí algún profeta del Señor para consultarle?». 7El rey de Israel le respondió: «Queda todavía uno, por cuyo medio podemos consultar al Señor, pero yo lo odio, porque nunca me profetiza cosas buenas, sino siempre cosas malas. Es Miqueas, hijo de Yimlá». Josafat replicó: «¡No hable así el rey!». 8El rey de Israel llamó a un servidor suyo y le dijo: «Que venga enseguida Miqueas, hijo de Yimlá!». 9El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados en sus tronos, con sus atuendos regios, en la plaza que se encuentra a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas estaban en trance ante ellos. 10Sedecías, hijo de Quenaaná, se hizo unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice el Señor: con estos embestirás a los sirios hasta acabar con ellos». 11Todos los profetas vaticinaban del mismo modo: «¡Ataca a Ramot de Galaad! Tendrás éxito. El Señor te la entrega». 12El mensajero que fue a llamar a Miqueas le dijo: «Mira, las palabras de los profetas anuncian a una voz cosas buenas al rey; te ruego que tu oráculo sea como el de cualquiera de ellos y que sea favorable lo que anuncies». 13Respondió Miqueas: «¡Vive el Señor, que le anunciaré lo que mi Dios me mande!». 14Cuando se presentó ante el rey, este le preguntó: «¿Podemos atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?».Miqueas le respondió: «Ve. Tendréis éxito. El Señor os la entregará». 15El rey le dijo: «Pero, ¿cuántas veces he de hacerte jurar que me digas tan solo la verdad en el nombre del Señor?». 16Miqueas dijo: «Veo a Israel disperso por los montes, como ovejas que no tienen pastor.El Señor ha dicho: “No tienen amo.Vuelva cada uno en paz a su casa”». 17El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que no profetiza cosas buenas, sino cosas malas?». 18Miqueas añadió: «Escuchad la palabra del Señor: vi al Señor sentado en su trono. Todo el ejército celeste estaba de pie a su derecha e izquierda, 19y el Señor preguntó: “¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que vaya y muera en Ramot de Galaad?”. Unos proponían una cosa y otros, otra. 20Entonces se adelantó un espíritu, se plantó delante del Señor y dijo: “Yo lo engañaré”. El Señor le preguntó: “¿Cómo?”. 21Respondió: “Iré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos los profetas”. El Señor dijo: “Conseguirás engañarlo. Vete y hazlo”. 22Así pues, el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en boca de todos esos profetas tuyos, porque el Señor ha decretado tu ruina». 23Entonces Sedecías, hijo de Quenaaná, se acercó a Miqueas y le dio una bofetada, diciendo: «¿Por qué camino se me ha ido el espíritu del Señor para hablarte a ti?». 24Miqueas respondió: «Lo verás tú mismo cuando vayas escondiéndote de habitación en habitación». 25Ordenó el rey de Israel: «Prended a Miqueas y entregádselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey, 26y decidles: “El rey ordena: Meted a este en la cárcel y tenedlo a pan y agua, hasta que yo vuelva victorioso”». 27Miqueas replicó: «Si tú vuelves victorioso, el Señor no ha hablado por mi boca». Y añadió: «Que lo sepan los pueblos todos». 28El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, fueron contra Ramot de Galaad. 29El rey de Israel dijo a Josafat: «Voy a disfrazarme para entrar en combate. Tú sigue con tu atuendo regio». Se disfrazó el rey de Israel y entraron en combate. 30El rey sirio, por su parte, había ordenado a los jefes de sus carros que no atacaran a chicos ni a grandes, sino solo al rey de Israel. 31Cuando los jefes de carros vieron a Josafat, dijeron: «Es el rey de Israel». Y lo cercaron para atacarlo. Josafat gritó y el Señor vino en su ayuda, alejándolos de él. 32Al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, dejaron de acosarlo. 33Un soldado disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la coraza. El rey dijo al auriga: «Vuelve las riendas y sácame del campo, porque estoy herido». 34Pero aquel día arreció el combate, de modo que mantuvieron en pie al rey de Israel en el carro frente a los sirios hasta el atardecer; murió a la puesta del sol.

19

1Josafat, rey de Judá, regresó sano y salvo a su palacio de Jerusalén. 2Pero Jehú, hijo de Jananí el vidente, le salió al encuentro y le dijo: «¿Ayudas al malvado y eres leal con los que aborrecen al Señor? Por eso ha caído sobre ti la ira del Señor. 3Sin embargo algo bueno se ha encontrado en ti: has quitado de esta tierra los cipos y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios». 4Josafat residía en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la serranía de Efraín, convirtiéndolo al Señor, Dios de sus padres. 5Designó jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de Judá, ciudad tras ciudad, 6y les advirtió: «Cuidado con lo que hacéis, porque no juzgaréis en nombre de los hombres, sino del Señor, que estará con vosotros cuando dictéis sentencia. 7¡El temor del Señor os acompañe! Atentos con lo que hacéis, pues en el Señor, nuestro Dios, no existe iniquidad, ni favoritismos ni sobornos». 8También en Jerusalén designó a algunos levitas, sacerdotes y jefes de familia de Israel, para la administración del derecho divino y para los pleitos entre los habitantes de Jerusalén. 9Les dio esta orden: «Actuaréis con temor del Señor, con honradez e integridad. 10Cuando vuestros hermanos que habitan en sus ciudades os presenten una causa —sea de asesinato o concerniente a la ley, preceptos, estatutos o decretos—, ilustradlos para que no sean culpables ante el Señor, y este no se encolerice contra vosotros y vuestros hermanos. Si obráis así, no seréis culpables. 11El sacerdote Amarías presidirá las causas religiosas, y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, las causas reales. Los levitas os servirán de escribanos. Esforzaos y manos a la obra. Que el Señor esté con los buenos». 

20

1Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos meunitas vinieron a combatir contra Josafat. 2Algunos le avisaron: «Una gran multitud, procedente de Edón —allende el mar—, se dirige contra ti; ya están en Jasón Tamar, es decir, Engadí». 3Josafat, aterrorizado, decidió consultar al Señor, al tiempo que proclamaba un ayuno en todo Judá. 4Judá se congregó para implorar al Señor. Vinieron de todas las ciudades de Judá para suplicar al Señor. 5Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén —en el templo del Señor, delante del atrio nuevo—, 6exclamó: «Señor, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú el Dios del cielo, el gobernador de todos los reinos gentiles, cuya mano es poderosa y fuerte, al que nadie puede resistir? 7¿No fuiste tú, Dios nuestro, el que expulsaste a los moradores de esta tierra a la llegada de tu pueblo Israel y la entregaste para siempre a los descendientes de tu amigo Abrahán? 8La habitaron y edificaron en ella un santuario a tu Nombre, diciendo: 9“Cuando venga sobre nosotros el mal —espada, castigo, peste o hambre—, nos presentaremos ante ti, en este templo (porque tu Nombre está en este templo), clamaremos a ti en nuestra angustia; tú nos escucharás y salvarás”. 10Cuando Israel venía de Egipto, no le permitiste atravesar el territorio de los amonitas ni el de los moabitas, ni la montaña de Seír; se alejó de ellos en vez de destruirlos. 11Ahora, en cambio, nos lo pagan disponiéndose a expulsarnos de la propiedad que tú nos legaste. 12Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Nosotros nada podemos ante la multitud tan numerosa que se nos viene encima. No sabemos qué hacer, sino elevar los ojos a ti». 13Todos los de Judá con sus pequeños, mujeres e hijos, permanecían en pie ante el Señor. 14En medio de la asamblea, vino el espíritu del Señor sobre Yajaziel —hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Matanías, levita, de los hijos de Asaf—, 15y dijo: «Todos los de Judá y vosotros, habitantes de Jerusalén, y tú, rey Josafat, prestad atención. Así os dice el Señor: “No temáis ni os acobardéis ante esa inmensa multitud, pues la guerra no es vuestra, sino del Señor. 16Mañana bajaréis contra ellos, cuando estén subiendo la cuesta de Sis; los encontraréis al final del barranco, junto al desierto de Jeruel. 17Esta vez no tendréis que pelear. Permaneced quietos y firmes, y veréis cómo os salva el Señor. Judá y Jerusalén, no temáis ni os acobardéis. Salid mañana a su encuentro, que el Señor estará con vosotros”». 18Josafat se postró rostro en tierra. Todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante el Señor para adorarlo. 19Los levitas, descendientes de Queat, de la estirpe de Coré, se levantaron para alabar a grandes voces al Señor, Dios de Israel. 20Se levantaron temprano y salieron hacia el desierto de Técoa. Mientras salían, Josafat, puesto en pie, clamó: «Escuchadme, los de Judá y habitantes de Jerusalén: confiad en el Señor, vuestro Dios, y subsistiréis; confiad en sus profetas y triunfaréis». 21Después de consultar al pueblo, dispuso que algunos, revestidos de ornamentos sagrados, fueran en vanguardia, cantando al Señor y alabándolo con estas palabras: «Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia». 22En cuanto comenzaron las aclamaciones y alabanzas, el Señor tendió una emboscada a los moabitas, amonitas y los serranos de Seír que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. 23Se levantaron los amonitas y los moabitas contra los habitantes de la serranía de Seír para destruirlos y aniquilarlos. Cuando acabaron con los habitantes de Seír, se destruyeron unos a otros. 24Llegaron los de Judá al otero del desierto, se volvieron hacia la multitud y no vieron más que cadáveres tendidos por el suelo; ningún superviviente. 25Josafat y su ejército fueron a saquear el botín. Encontraron mucho ganado, riquezas, vestidos y objetos preciosos. Recogieron tanto que no podían acarrearlo. Tres días tardaron en saquear tan copioso botín. 26Al cuarto día se reunieron en el valle de Baracá —así se llama aquel lugar hasta el día de hoy, porque allí bendijeron al Señor—, 27y todos los de Judá y los de Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron jubilosos a Jerusalén, porque el Señor los había colmado de júbilo a costa de sus enemigos. 28Ya en Jerusalén, entraron en el templo del Señor al son de arpas, cítaras y trompetas. 29El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de la tierra al saber que el Señor había peleado contra los enemigos de Israel. 30El reinado de Josafat fue pacífico, porque su Dios le concedió paz con sus vecinos. 31Josafat reinó en Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar. Reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá y era hija de Siljí. 32Imitó la conducta de su padre Asá, sin desviarse de ella, haciendo lo que es recto a los ojos del Señor. 33Pero no desaparecieron los santuarios de los altos, pues el pueblo no había afianzado su corazón en el Dios de sus padres. 34El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en la Historia de Jehú, hijo de Jananí, inserta en el libro de los Reyes de Judá. 35Después de esto, Josafat de Judá se coaligó con Ocozías, rey de Israel, hombre dado a la maldad. 36Se asoció con él para construir naves con destino a Tarsis. Las construyeron en Esión Guéber. 37Pero Eliézer, hijo de Dadaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, el Señor ha abierto brecha en tus obras». Efectivamente las naves se rompieron y no pudieron ir a Tarsis. 

21

1Josafat se durmió con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David. Le sucedió su hijo Jorán. 2Este tenía varios hermanos de padre: Azarías, Yejiel, Zacarías, Azarías, Miguel y Sefatías; todos ellos eran hijos de Josafat, rey de Israel. 3Su padre les legó gran cantidad de plata, oro, objetos preciosos y ciudades fortificadas en Judá; pero el reino se lo entregó a Jorán, por ser el primogénito. 4Ascendió, pues, Jorán al trono de su padre. Cuando se afianzó en él, pasó a espada a todos sus hermanos y a algunos jefes de Israel. 5Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén. 6Siguió el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Ajab, porque se casó con una hija de este, y obró mal ante el Señor. 7El Señor, sin embargo, no quiso destruir la casa de David, a causa del pacto con David según le había prometido: mantener siempre encendida su lámpara y la de sus hijos. 8En tiempos de Jorán, Edón se sublevó contra Judá y se eligieron un rey. 9Fue Jorán con sus jefes y todos sus carros, se levantó de noche y, aunque derrotó a los idumeos que le cercaban y a los jefes de los carros, 10Edón se independizó del poder de Judá hasta el día de hoy. Por aquel tiempo, también Libná se rebeló contra el poder de Judá, por haber abandonado al Señor, Dios de sus padres. 11Construyó además santuarios en los altos de los montes de Judá, indujo a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y descarrió a Judá. 12Le llegó el siguiente escrito del profeta Elías: «Así dice el Señor, Dios de tu padre David: “Por no seguir los caminos de tu padre Josafat, ni los de Asá, rey de Judá; 13por haber andado, en cambio, por los caminos de los reyes de Israel e inducir a la prostitución a Judá y a los habitantes de Jerusalén —como se prostituyó la casa de Ajab—, y por haber asesinado a tus hermanos, la casa de tu padre, que eran mejores que tú, 14el Señor castigará con terrible azote a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y todas tus posesiones. 15Tú mismo padecerás muchas dolencias y una enfermedad de entrañas: se consumirán tus intestinos progresivamente a causa de tu enfermedad”». 16El Señor atizó contra Jorán la hostilidad de los filisteos y de los árabes, vecinos de los cusitas. 17Atacaron a Judá, la invadieron y se llevaron todas las riquezas que encontraron en el palacio real, junto con sus mujeres e hijos. Le dejaron tan solo a Ocozías, el menor de sus hijos. 18Después de esto, el Señor le hirió las entrañas con una enfermedad incurable. 19Pasaron los días, y, al cabo de dos años, la enfermedad le consumió las entrañas. Murió entre dolores atroces. Su pueblo no le encendió una hoguera como había hecho con sus predecesores. 20Tenía treinta y dos años cuando empezó a reinar y reinó en Jerusalén ocho años. Murió sin afecto de nadie. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el panteón real. 

22

1Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey sucesor a Ocozías, su hijo menor. Los mayores habían sido asesinados por una horda que, junto con los árabes, había invadido el campamento. Así llegó a ser rey Ocozías, hijo de Jorán, rey de Judá. 2Ocozías tenía cuarenta y dos años cuando comenzó a reinar y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía y era hija de Omrí. 3También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre lo incitaba al mal. 4Hizo lo que el Señor detesta, igual que la familia de Ajab, de quien, para su perdición, se dejó aconsejar después de la muerte de su padre. 5Aconsejado por ellos, acompañó a Jorán, hijo de Ajab, rey de Israel, a luchar contra Jazael, rey de Siria, en Ramot de Galaad. Los sirios hirieron a Jorán, 6que se retiró a Yezrael para curarse de las heridas recibidas en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Siria.Entonces Ocozías, hijo de Jorán, rey de Judá, bajó a Yezrael para visitar a Jorán, hijo de Ajab, que estaba enfermo. 7Estaba de Dios que, para ruina de Ocozías, este visitara a Jorán. Durante su estancia salió con Jorán al encuentro de Jehú, hijo de Nimsí, al que había ungido el Señor para exterminar a la dinastía de Ajab. 8Mientras Jehú hacía justicia en la dinastía de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los sobrinos de Ocozías, que estaban a su servicio, y los mató. 9Después buscó a Ocozías; lo prendieron en Samaría, donde se había escondido, y se lo llevaron a Jehú, que lo mandó matar. Le dieron sepultura, pensando: «Era hijo de Josafat, que buscó al Señor con todo el corazón». No quedó nadie de la familia de Ocozías que fuera capaz de reinar. 10Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la estirpe real de la casa de Judá. 11Pero Josebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías; lo sustrajo de entre los hijos del rey que estaban siendo asesinados y lo escondió en el dormitorio, junto con su nodriza. Josebá era hija del rey Jorán, esposa del sacerdote Joadá y hermana de Ocozías; así se lo ocultó a Atalía, que no pudo matarlo. 12Estuvo escondido con aquellas en el templo de Dios durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

23

1El año séptimo, Joadá se armó de valor y convocó a los centuriones: Azarías, hijo de Yeroján; Ismael, hijo de Juan; Azarías, hijo de Obed; Maasías, hijo de Adaías; y a Elisafat, hijo de Zicrí. Convino con ellos 2en recorrer Judá, reunir a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel, y acudir a Jerusalén. 3Toda la asamblea hizo un pacto con el rey en el templo de Dios. Luego les dijo: «Aquí tenéis al príncipe que debe reinar, como prometió el Señor a los descendientes de David. 4Esto debéis hacer: el tercio de vosotros, sacerdotes y levitas, que entra de servicio el sábado, custodiará las puertas, 5otro tercio guardará el palacio real y el tercio restante, la Puerta del Fundamento. El pueblo estará en los atrios del templo del Señor. 6Nadie podrá entrar en el templo del Señor, sino los sacerdotes y los levitas que estén de servicio. Ellos pueden hacerlo por estar consagrados; pero todo el pueblo ha de observar las prescripciones del Señor. 7Los levitas rodearán al rey por todas partes, arma en mano. El que intente entrar en el templo morirá. Estad junto al rey, dondequiera que vaya». 8Los levitas y todos los de Judá hicieron cuanto les había mandado el sacerdote Joadá. Cada uno reunió a sus hombres, los que entraban y salían de servicio el sábado, pues el sacerdote Joadá no exceptuó a ningún grupo. 9El sacerdote Joadá entregó a los centuriones las lanzas, los paveses y los escudos del rey David, depositados en el templo de Dios. 10Apostó a la gente, cada uno empuñando su espada, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, entre el altar y el templo, para proteger al rey. 11Sacaron entonces al príncipe, le pusieron la diadema y las insignias, y lo proclamaron rey. Joadá y sus hijos lo ungieron, aclamando: «¡Viva el rey!». 12Atalía, al oír el griterío del pueblo que corría y aclamaba al rey, se fue hacia la gente, al templo del Señor. 13Miró y vio al rey en pie sobre el estrado, junto a la entrada; a los jefes y a los trompeteros, cerca del rey; a toda la población jubilosa, tocando trompetas, y a los cantores acompañando los cánticos de acción de gracias con sus instrumentos musicales. Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición, traición!». 14El sacerdote Joadá ordenó a los centuriones que estaban al frente de la tropa: «Sacadla fuera del recinto. Quien la siga será pasado a espada». (El sacerdote pensaba que no debía ser ejecutada en el templo del Señor). 15La prendieron y la mataron cuando entraba en el palacio real por la Puerta de las Caballerías. 16Joadá selló un pacto con todo el pueblo y con el rey: sería el pueblo del Señor. 17Toda la población se dirigió después al templo de Baal: lo destruyeron, hicieron añicos sus altares e imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo mataron ante los altares. 18Joadá puso guardas en el templo del Señor, a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había asignado al templo del Señor para ofrecer holocaustos al Señor —conforme a lo escrito en la ley de Moisés— con alegría y con cánticos, según las prescripciones de David. 19Apostó porteros en las entradas del templo del Señor para que no pasase absolutamente nada impuro. 20Acompañado de los centuriones, los notables, los dirigentes del pueblo y de toda la población, condujo al rey desde el templo del Señor. Entraron en el palacio real por la Puerta Superior e instalaron al rey en el trono real. 21Toda la población se regocijó; la ciudad se apaciguó, después que Atalía muriera a espada. 

24

1Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía y era de Berseba. 2Joás obró rectamente a los ojos del Señor mientras vivió el sacerdote Joadá. 3Este lo casó con dos mujeres y engendró hijos e hijas. 4Posteriormente Joás deseó restaurar el templo del Señor. 5Reunió a los sacerdotes y levitas y les dijo: «Recorred las ciudades de Judá recogiendo dinero de todo Israel, para reparar todos los años el templo de vuestro Dios. Apresuraos a ello». Pero los levitas no se dieron prisa. 6El rey llamó entonces al sumo sacerdote Joadá y le dijo: «¿Por qué no has procurado que los levitas cobren en Judá y Jerusalén el tributo impuesto por Moisés, siervo del Señor, y por la comunidad de Israel para la Tienda del Testimonio? 7En efecto, la malvada Atalía y sus hijos han devastado el templo de Dios e incluso han dedicado a los baales los objetos sagrados del templo del Señor». 8El rey ordenó que se hiciera un cofre y que fuera colocado a la puerta del templo del Señor, en el exterior. 9Pregonaron en Judá y en Jerusalén que trajeran al Señor el tributo que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. 10Los jefes y la población trajeron ofrendas de buena gana y las echaron en el cofre hasta llenarlo. 11Cada vez que los levitas llevaban el cofre a la inspección real, al ver que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el inspector del sumo sacerdote, vaciaban el cofre y volvían a colocarlo nuevamente. Así lo hacían cada día, reuniendo gran cantidad de dinero. 12El rey y Joadá se lo entregaban a los encargados de las obras del templo del Señor, y estos contrataban a canteros y carpinteros para restaurar el templo del Señor, así como a herreros y broncistas para repararlo. 13Los encargados de la obra comenzaron a trabajar. Bajo su dirección adelantaron la reparación del edificio; reedificaron el templo de Dios y lo consolidaron según los planos. 14Al terminar, devolvieron al rey y a Joadá el dinero sobrante, con el que hicieron objetos para el templo del Señor, utensilios para el culto y para los holocaustos, cuencos y objetos de oro y plata. Mientras vivió Joadá, se ofrecieron holocaustos continuamente. 15Envejeció Joadá y murió colmado de días. Tenía ciento treinta años. 16Lo sepultaron con los reyes en la Ciudad de David, porque fue bueno con Israel, con Dios y con el templo. 17Después de la muerte de Joadá, los jefes de Judá fueron a rendir homenaje al rey, que les hizo caso. 18Abandonaron el templo del Señor, Dios de sus padres, y sirvieron a los cipos y a los ídolos. Por este pecado la cólera estalló contra Judá y Jerusalén. 19Les envió profetas para convertirlos al Señor, pero no hicieron caso de sus amonestaciones. 20Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joadá, que, erguido ante el pueblo, les dijo: «Así dice Dios: “¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Señor? ¡No tendréis éxito! Por haber abandonado al Señor, él os abandonará”». 21Pero conspiraron contra él y, por mandato del rey, lo apedrearon en el atrio del templo del Señor. 22El rey Joás, olvidándose del amor que le profesaba Joadá, mató al hijo de este, que murió diciendo: «¡Que lo vea el Señor y lo demande!». 23Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, invadió Judá y Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. 24Aunque el ejército de Siria contaba con poca gente, el Señor le entregó un ejército enorme, por haber abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se hizo justicia con Joás. 25Al marcharse los sirios, dejándolo con múltiples dolencias, sus servidores conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Joadá. Hirieron a Joás en la cama y murió. Fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el panteón real. 26Los conspiradores fueron Zabad, hijo de Simat la amonita, y Jozabad, hijo de Simrit la moabita. 27Lo referente a sus hijos, a los numerosos oráculos contra él y a la restauración del templo de Dios está escrito en el Comentario al libro de los Reyes. Su hijo Amasías le sucedió en el trono.

25

1Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jordán y era de Jerusalén. 2Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, aunque no con todo su corazón. 3Una vez afianzado su reino, mató a los servidores, asesinos del rey, su padre, 4pero no ejecutó a los hijos de los asesinos, según lo escrito en el libro de la ley de Moisés, promulgada por el Señor: «Los padres no serán ejecutados por las culpas de los hijos, ni los hijos por las culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado». 5Amasías congregó a Judá y designó jefes de millares y de centenas para todos los de Judá y los benjaminitas, por familias. Hizo el censo de los mayores de veinte años, que arrojó este resultado: trescientos mil mozos aptos para la guerra y para manejar lanza y pavés. 6Contrató en Israel, por cien talentos de plata, a cien mil valientes guerreros. 7Pero un hombre de Dios se presentó ante él y le dijo: «Majestad, no lleves contigo al ejército de Israel, pues el Señor no está con Israel, ni con ninguno de los efraimitas. 8Si van contigo, te esforzarás en la batalla, pero el Señor te hará caer ante tus enemigos, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar». 9Preguntó Amasías al hombre de Dios: «¿Y los cien talentos de plata que he dado al destacamento de Israel?».Contestó el hombre de Dios: «El Señor puede darte mucho más que eso». 10Amasías licenció al destacamento de Efraín para que volvieran a sus casas. Ellos se enojaron mucho contra Judá y volvieron a sus casas ardiendo en cólera. 11Amasías se armó de valor, marchó al valle de la Sal al mando del ejército y dio muerte a diez mil de los de Seír. 12Los de Judá apresaron vivos a otros diez mil, los llevaron a la cima de la Roca y los despeñaron desde ella. Todos murieron reventados. 13Entretanto, el destacamento licenciado por Amasías para que no luchase a su lado se dispersó por las ciudades de Judá —desde Samaría hasta Bet Jorón— matando a tres mil personas y recogiendo un gran botín. 14Cuando Amasías regresó de derrotar a los idumeos, se trajo los dioses de los de Seír, los adoptó como dioses propios, se postró ante ellos y les quemó incienso. 15Se encendió la ira del Señor contra Amasías y le envió un profeta que le dijo: «¿Por qué te diriges a los dioses de un pueblo, incapaces de salvar a su gente de tu mano?». 16Mientras hablaba, Amasías le reprochó: «¿Acaso te han constituido consejero del rey? ¡Cállate! ¿Quieres que te maten?». El profeta terminó con estas palabras: «Por lo que has hecho y por no escuchar mi consejo, estoy seguro de que Dios ha decidido destruirte». 17Tras haberse aconsejado, Amasías, rey de Judá, mandó decir a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel: «¡Ven; veámonos las caras!». 18Joás, rey de Israel mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó decir al cedro del Líbano: “Dame a tu hija por esposa de mi hijo”. Pero pasó una fiera del Líbano y pisoteó el cardo. 19Tú dices: “He derrotado a Edón”, por eso se enaltece y se envanece tu corazón. Quédate tranquilo en tu casa. ¿Por qué quieres provocar una guerra en la que caigas tú y tu pueblo Judá?». 20Pero Amasías no hizo caso, porque estaba de Dios que fuera entregado en manos de Joás por dirigirse a los dioses de Edón. 21Entonces Joás, rey de Israel, subió a vérselas con Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá. 22Judá fue abatido ante Israel y cada uno huyó a su tienda. 23Joás, rey de Israel, apresó en Bet Semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo condujo a Jerusalén. En la muralla de Jerusalén abrió una brecha de unos doscientos metros, desde la Puerta de Efraín hasta la Puerta del Ángulo. 24Se apoderó del oro, la plata y los utensilios que se hallaban en el templo de Dios al cuidado de Obededón, los tesoros del palacio real y los rehenes; y se volvió a Samaría. 25Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sobrevivió quince años a Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. 26El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en el libro de los Reyes de Judá e Israel? 27Después de que Amasías se apartara del Señor, conspiraron contra él en Jerusalén y tuvo que huir a Laquis. Lo persiguieron hasta esta ciudad y allí le dieron muerte. 28Lo cargaron sobre unos caballos y lo sepultaron con sus padres en la capital de Judá.

26

1Entonces Judá en pleno tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey sucesor de su padre Amasías. 2Una vez que el rey se hubo dormido con sus padres, Ozías reconstruyó Elat y la devolvió a Judá. 3Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yecolía y era de Jerusalén. 4Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, lo mismo que su padre Amasías. 5Buscó a Dios mientras vivió Zacarías, que lo había educado en el temor de Dios. Mientras buscó al Señor, Dios lo hizo prosperar. 6Salió a luchar contra los filisteos; abrió brechas en las murallas de Gat, de Yabné y de Asdod, y reconstruyó ciudades en Asdod y en el territorio filisteo. 7Dios lo ayudó en la guerra contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur Baal y contra los meunitas. 8Los amonitas pagaron tributo a Ozías. Se hizo tan poderoso que su fama llegó hasta la frontera de Egipto. 9Ozías construyó y fortificó torres en Jerusalén sobre la Puerta del Ángulo, la Puerta del Valle y sobre la Esquina. 10También construyó torres en el desierto y cavó muchos pozos, pues poseía numeroso ganado en la llanura y en la meseta; también tenía labradores y viñadores en los montes y huertos. Le gustaba el campo. 11Disponía de un ejército de combate agrupado en escuadrones, según el censo efectuado bajo el control del secretario Yeiel y del comisario Maasías, por orden de Jananías, funcionario real. 12El total de cabezas de familia, valientes guerreros, era de dos mil seiscientos. 13Tenían a sus órdenes un ejército de trescientos siete mil quinientos guerreros valerosos, que defendían al rey contra el enemigo. 14Ozías armó a toda la tropa con escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y piedras de honda. 15Hizo artefactos diseñados por ingenieros, que lanzaban flechas y grandes piedras, y los colocó en las torres y ángulos de Jerusalén. Su fama llegó hasta muy lejos, porque fue ayudado prodigiosamente hasta hacerse fuerte. 16Al hacerse poderoso, se llenó de soberbia hasta pervertirse. Se rebeló contra el Señor, su Dios, hasta el punto de entrar en el templo del Señor para quemar incienso sobre el altar de los perfumes. 17El sacerdote Azarías y otros ochenta valientes sacerdotes fueron tras él, 18se plantaron ante el rey Ozías y le dijeron: «Ozías, quemar incienso al Señor no te corresponde a ti, sino a los sacerdotes aaronitas consagrados para ello. ¡Sal del santuario! ¡Eres un sacrílego! ¡Tú no tienes derecho a la gloria procedente del Señor Dios!». 19Con el incensario en la mano, Ozías se enfureció. Mientras se encolerizaba con los sacerdotes, la lepra brotó en su frente, ante los sacerdotes —en el templo del Señor, junto al altar de los perfumes—. 20El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes se volvieron hacia él y vieron que tenía lepra en la frente. Lo echaron de allí a toda prisa, mientras él mismo se apresuraba a salir, herido por el Señor. 21El rey Ozías siguió leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aparte, porque, como leproso, había sido excluido del templo del Señor. Su hijo Jotán estaba al frente del palacio real y administraba justicia a la población. 22El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amós. 23Ozías se durmió con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el campo del cementerio real, considerando que era un leproso. Su hijo Jotán le sucedió en el trono.

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1Tenía Jotán veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jerusá y era hija de Sadoc. 2Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, igual que su padre Ozías, salvo que no penetró en el templo del Señor. El pueblo, sin embargo, seguía corrompiéndose. 3Construyó la Puerta Superior del templo del Señor e hizo muchas obras en los muros del Ófel. 4Edificó ciudades en la sierra de Judá y levantó fortalezas y torres en los bosques. 5Guerreó contra el rey de los amonitas y lo venció. Los amonitas le pagaron aquel año cien talentos de plata, diez mil cargas de trigo y diez mil de cebada; e igual cantidad los dos años siguientes. 6Jotán se hizo poderoso, porque se afianzó en los caminos del Señor, su Dios. 7El resto de los hechos de Jotán, sus guerras y sus obras, están escritos en el libro de los Reyes de Israel y de Judá. 8Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén. 9Jotán se durmió con sus padres y lo sepultaron en la Ciudad de David. Le sucedió en el trono su hijo Ajaz.   

28

1Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, como su antepasado David. 2Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas para los baales. 3Quemaba incienso en el valle de Ben Hinnón e hizo pasar a su hijo por el fuego, según la costumbre abominable de las naciones que el Señor había expulsado ante los hijos de Israel. 4Sacrificaba y quemaba incienso en los santuarios de los altozanos, en las colinas y bajo los árboles frondosos. 5El Señor, su Dios, lo entregó en manos del rey de Siria, que lo derrotó, capturó numerosos prisioneros y los llevó a Damasco. También lo entregó en manos del rey de Israel, que le infligió una gran derrota. 6Pécaj, hijo de Romelías, mató en Judá a ciento veinte mil de Judá en un solo día, todos ellos aguerridos, por haber abandonado al Señor, Dios de sus padres. 7Zicrí, un soldado de Efraín, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricán, mayordomo de palacio, y a Elcaná, lugarteniente del rey. 8Entre mujeres, hijos e hijas, los hijos de Israel tomaron a sus hermanos doscientos mil prisioneros. Se apoderaron también de un gran botín y lo llevaron a Samaría. 9Había allí un profeta del Señor llamado Oded. Salió al encuentro del ejército que regresaba a Samaría, y les dijo: «El Señor, Dios de vuestros padres, irritado, ha puesto a Judá en vuestras manos, y vosotros habéis matado a su gente con una furia que clama al cielo. 10Encima os proponéis convertir a los habitantes de Judá y de Jerusalén en esclavos y esclavas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables ante el Señor, vuestro Dios? 11Hacedme caso y devolved a los prisioneros que habéis apresado de entre vuestros hermanos, porque el Señor está enfurecido contra vosotros». 12Algunos jefes efraimitas —Azarías, hijo de Juan; Berequías, hijo de Mesilemot; Ezequías, hijo de Salún; y Amasá, hijo de Jadlay— se opusieron también a los que venían de la guerra 13y les dijeron: «No traigáis aquí a los prisioneros, pues nos haríamos culpables ante el Señor. ¿Tratáis de aumentar nuestros pecados y nuestras culpas? Nuestra culpa ya es bastante grande y la ira ardiente del Señor pesa sobre Israel». 14Entonces la tropa dejó los prisioneros y el botín a disposición de los jefes y de la comunidad. 15Se levantaron algunos hombres nominalmente designados para confortar a los cautivos. A los que estaban desnudos los vistieron con ropas y calzado del botín. Les dieron de comer y de beber, los ungieron, trasportaron en asnos a los débiles y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, con sus hermanos. Luego se volvieron a Samaría. 16Por entonces, el rey Ajaz llamó en su ayuda al rey de Asiria. 17Los idumeos habían retornado, habían derrotado a Judá y se habían llevado a algunos cautivos. 18Los filisteos habían invadido las ciudades de la Sefelá y del Negueb de Judá, se habían apoderado de Bet Semes, Ayalón, Guederot, Socó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guinzó con sus aldeas, y se establecieron en ellas. 19El Señor humillaba a Judá por culpa de Ajaz, rey de Israel, que arrastró al desenfreno a Judá y fue infiel al Señor. 20Pero Teglatfalasar, rey de Asiria, en vez de ayudarlo, marchó contra él y lo sitió. 21Aunque Ajaz despojó el templo del Señor, el palacio real y las casas de los jefes, para dárselo al rey de Asiria, de nada le sirvió. 22Incluso durante el asedio, el rey Ajaz continuó siendo infiel al Señor. 23Ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pensando: «Puesto que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, también yo les ofreceré sacrificios para que me ayuden». Pero fueron su ruina y la ruina de Israel. 24Ajaz reunió los utensilios del templo del Señor y los hizo pedazos; cerró las puertas del templo del Señor, construyó altares en todos los rincones de Jerusalén 25y erigió santuarios en los altos de todas las ciudades de Judá para quemar incienso a dioses extraños, irritando al Señor, Dios de sus padres. 26El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las postreras, están escritas en el libro de los Reyes de Judá e Israel. 27Ajaz se durmió con sus padres y lo sepultaron en la ciudad, en Jerusalén, pero no lo llevaron al panteón real de Israel. Le sucedió en el trono su hijo Ezequías.

29

1Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abí y era hija de Zacarías. 2Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, igual que su antepasado David. 3En el año primero de su reinado, el mes primero, abrió y restauró las puertas del templo del Señor. 4Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la Plaza Oriental 5y les dijo: «Escuchadme, levitas: Purificaos ahora y purificad el templo del Señor, Dios de vuestros padres. Sacad del santuario la impureza, 6porque nuestros padres han sido infieles: obraron mal a los ojos del Señor, nuestro Dios, lo abandonaron, apartaron su rostro de la morada del Señor y le volvieron la espalda. 7Llegaron a cerrar las puertas del pórtico y a apagar las lámparas; dejaron de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario del Dios de Israel. 8Entonces la ira del Señor se desencadenó contra Judá y Jerusalén, y los hizo objeto de espanto, estupor y burla, como podéis ver con vuestros propios ojos. 9Ved a nuestros padres, muertos a espada; a nuestros hijos e hijas, cautivos por ese motivo. 10Ahora me propongo sellar una alianza con el Señor, Dios de Israel, para que cese el ardor de su ira contra nosotros. 11Hijos míos, ahora no seáis negligentes, que el Señor os ha elegido para estar en su presencia, servirle, ser sus ministros y para quemarle incienso». 12Entonces los levitas —Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, descendientes de Queat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jalelel, descendientes de Merarí; Joaj, hijo de Zimá, y Eden, hijo de Joaj, descendientes de Guersón; 13Simrí y Yeiel, descendientes de Elisafán; Zacarías y Matanías, descendientes de Asaf; 14Yejiel y Semeí, descendientes de Hemán; Semaías y Uziel, descendientes de Yedutún— 15reunieron a sus hermanos, se purificaron y fueron a purificar el templo del Señor, como había dispuesto el rey por orden del Señor. 16Los sacerdotes entraron en el interior del templo del Señor para purificarlo. Sacaron al atrio todas las cosas impuras que encontraron en el templo del Señor. Los levitas las recogieron y las llevaron al torrente Cedrón. 17El día uno del primer mes comenzaron la purificación, y el día octavo llegaron al pórtico del templo; durante ocho días purificaron el templo del Señor. Terminaron el día decimosexto del mes primero. 18Se presentaron entonces ante el rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado todo el templo del Señor: el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, la mesa de los panes presentados y todos sus utensilios. 19También hemos reparado y purificado todos los utensilios profanados infielmente por el rey Ajaz durante su reinado. Están ante el altar del Señor». 20Madrugó el rey Ezequías, reunió a los jefes de la ciudad y subió al templo. 21Llevaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete chivos como sacrificio expiatorio por la monarquía, por el santuario y por Judá. El rey ordenó a los sacerdotes aaronitas que los sacrificasen en el altar del Señor. 22Los sacerdotes sacrificaron los novillos, recogieron la sangre y rociaron con ella el altar; sacrificaron los carneros y con la sangre rociaron el altar. Sacrificaron los corderos y con la sangre rociaron el altar. 23Llevaron los chivos expiatorios ante el rey y la asamblea para imponerles las manos. 24Los sacerdotes los sacrificaron y, con su sangre sobre el altar, expiaron el pecado para que todo Israel obtuviera el perdón, ya que el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado se ofrecieran por todo Israel. 25El rey instaló en el templo del Señor a los levitas con platillos, arpas y cítaras, como lo habían dispuesto David, Gad, el vidente del rey, y el profeta Natán. La disposición procedía de Dios, por medio de sus profetas. 26Situados ya los levitas con los instrumentos de David y los sacerdotes con las trompetas, 27Ezequías ordenó ofrecer el holocausto sobre el altar. En cuanto empezó el holocausto, se iniciaron los cánticos al Señor, al son de trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel. 28Toda la comunidad permaneció postrada hasta que se consumió el holocausto; se cantaban cánticos y sonaban las trompetas. 29Consumido el holocausto, el rey y su séquito se inclinaron y adoraron. 30El rey Ezequías y los jefes pidieron a los levitas que alabaran al Señor con canciones de David y del vidente Asaf. Lo hicieron con júbilo; se inclinaron y adoraron. 31Ezequías tomó la palabra y dijo: «Ahora estáis plenamente consagrados al Señor. Acercaos y ofreced sacrificios de acción de gracias por el templo del Señor». La comunidad ofreció sacrificios de acción de gracias; las personas generosas ofrecieron también holocaustos. 32El número de holocaustos ofrecidos por la comunidad fue de setenta novillos, cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en holocausto al Señor. 33Las ofrendas sagradas fueron seiscientos novillos y tres mil ovejas. 34Como los sacerdotes eran pocos y no podían desollar tantas víctimas, fueron ayudados por sus hermanos, los levitas, hasta terminar la tarea y los sacerdotes se purificaron (los levitas, en efecto, estaban más dispuestos a purificarse que los sacerdotes). 35Hubo, además, muchos holocaustos con la grasa de los sacrificios de comunión y de las libaciones correspondientes a los holocaustos. Así se restableció el culto del templo del Señor. 36Ezequías y el pueblo se alegraron de que Dios hubiera preparado al pueblo, pues todo sucedió rápidamente.

30

1Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió cartas a Efraín y Manasés para que acudiesen al templo del Señor, en Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel. 2El rey, los jefes y toda la asamblea de Jerusalén habían decidido en consejo celebrar la Pascua en el segundo mes, 3ya que no habían podido celebrarla a su debido tiempo, porque muchos sacerdotes aún no se habían purificado y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. 4Al rey y a toda la comunidad les pareció bien la decisión. 5Entonces determinaron pregonar por todo Israel, desde Berseba hasta Dan, que viniesen a Jerusalén a celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel, porque muchos no la celebraban según lo prescrito. 6Los mensajeros recorrieron todo Israel y Judá llevando las cartas del rey y de los jefes, como el rey había ordenado, y diciendo: «Hijos de Israel, volved al Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, y el Señor volverá a vosotros, el resto que ha escapado del poder de los reyes asirios. 7No seáis como vuestros padres y hermanos, que fueron infieles al Señor, Dios de sus padres, y este los entregó al exterminio, como estáis viendo. 8No endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres. Someteos al Señor, venid al santuario que él ha consagrado para siempre, servid al Señor, vuestro Dios, y él apartará de vosotros el ardor de su ira. 9Si os convertís al Señor, vuestros hermanos e hijos hallarán misericordia ante sus captores y volverán a esta tierra, pues el Señor, vuestro Dios, es clemente y misericordioso y no os ocultará su rostro si volvéis a él». 10Los mensajeros pasaron de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y Manasés, hasta Zabulón, pero se reían y burlaban de ellos. 11Solo algunos de Aser, Manasés y Zabulón se doblegaron y acudieron a Jerusalén. 12Los de Judá, en cambio, con la ayuda de Dios, cumplieron unánimes el mandato del rey y de los jefes, secundando la palabra del Señor. 13En el mes segundo se reunió en Jerusalén una gran multitud para celebrar la fiesta de los Ácimos; fue una asamblea numerosa. 14Suprimieron a toda prisa los altares que había en Jerusalén, incluidos los del incienso, y los arrojaron al torrente Cedrón. 15El día catorce del mes segundo inmolaron la Pascua. Los sacerdotes y los levitas, avergonzados de sus pecados, se purificaron y llevaron holocaustos al templo del Señor. 16Ocuparon sus puestos correspondientes, según la ley de Moisés, hombre de Dios: los sacerdotes derramaban la sangre que recibían de mano de los levitas. 17Como muchos de la comunidad no se habían purificado, los levitas se encargaron de degollar los corderos pascuales de todos los impuros para consagrarlos al Señor. 18Una gran parte del pueblo —en su mayoría de Efraín, Manasés, Isacar y Zabulón— no se había purificado, sin embargo, comieron la Pascua en contra de lo prescrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «El Señor, que es bueno, perdone a todos aquellos 19cuyo corazón está dispuesto a buscar a Dios, al Señor Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza de los consagrados». 20El Señor escuchó a Ezequías y sanó al pueblo. 21Los hijos de Israel que se encontraban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Ácimos durante siete días con gran júbilo; los sacerdotes y los levitas alababan al Señor, día tras día, con todo entusiasmo. 22Ezequías tuvo palabras de encomio para los levitas por su buena disposición al servicio del Señor. Durante los siete días de la fiesta participaron de los sacrificios de comunión y alabaron al Señor, Dios de sus padres. 23La comunidad decidió prolongar la fiesta otros siete días. La celebraron con júbilo esos siete días, 24porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para la asamblea mil novillos y siete mil ovejas; también los jefes habían reservado mil novillos y diez mil ovejas, pues ya se habían purificado muchos sacerdotes. 25Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas, los que habían venido de Israel, los forasteros procedentes de Israel y los residentes en Judá rebosaban de alegría. 26Una fiesta tan magnífica no se había celebrado en Jerusalén desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel. 27Los sacerdotes y levitas se levantaron para bendecir al pueblo. Su voz fue escuchada y su plegaria llegó hasta la santa morada de los cielos.

31

1Terminada la fiesta, salieron todos los hijos de Israel presentes a recorrer las ciudades de Judá. Rompieron las estelas, abatieron los cipos, demolieron los santuarios de los altos y los altares en todo Judá y Benjamín, Efraín y Manasés, hasta acabar con ellos. Después retornó cada uno a su propiedad y a su ciudad. 2Ezequías estableció las clases de sacerdotes y levitas, asignando a cada uno su función sacerdotal o levítica: ofrecer holocaustos, sacrificios de comunión, el servicio litúrgico, dar gracias, alabar y estar en las puertas de los campamentos del Señor. 3El rey destinó parte de sus bienes para los holocaustos, los matutinos y los vespertinos, los holocaustos de los sábados, de los comienzos de mes y de las festividades, como está escrito en la ley del Señor. 4Ordenó a los habitantes de Jerusalén que dieran la parte correspondiente a los sacerdotes y levitas para que pudieran dedicarse a la ley del Señor. 5Cuando se divulgó la orden, los hijos de Israel entregaron generosamente las primicias del trigo, del vino nuevo, del aceite, de la miel y de todos los productos del campo; presentaron además abundantes diezmos de todo. 6También los hijos de Israel y los de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, entregaron el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas sagradas consagradas al Señor, su Dios, formando montones. 7Comenzaron a apilar los montones el mes tercero y terminaron el mes séptimo. 8Cuando llegaron Ezequías y los jefes, al ver los montones, bendijeron al Señor y a su pueblo, Israel. 9Ezequías preguntó a los sacerdotes y levitas acerca de los montones. 10El sumo sacerdote Azarías, de la familia de Sadoc, le dijo: «Desde que empezaron a traer ofrendas al templo del Señor hemos comido hasta saciarnos. Sobra muchísimo, porque el Señor ha bendecido a su pueblo. Aún sobra esta cantidad». 11Ezequías ordenó preparar silos en el templo del Señor. Una vez preparados, 12almacenaron honradamente las ofrendas, los diezmos y las cosas sagradas. El levita Quenanías fue nombrado intendente y su hermano Semeí, su lugarteniente. 13Yejiel, Azarías, Nájat, Asael, Yerimot, Jozabad, Eliel, Yismaquías, Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Quenanías y de su hermano Semeí, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, prefecto del templo del Señor. 14El levita Coré, hijo de Yimná, portero de la Puerta Oriental, estaba al cargo de las ofrendas voluntarias hechas a Dios y de administrar las ofrendas del Señor y las cosas sacratísimas. 15En las ciudades sacerdotales estaban a sus órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Secanías, para proveer fielmente a sus hermanos, según sus clases, fuesen grandes o pequeños, 16con tal de que estuvieran registrados entre los varones a partir de los tres años; proveían a los que entraban diariamente al servicio del templo del Señor para realizar las funciones propias de su clase. 17Los sacerdotes estaban registrados por familias y los levitas —a partir de los veinte años—, por sus funciones y clases. 18Debían registrarse con toda su familia: sus mujeres, hijos e hijas —toda la comunidad—, porque debían dedicarse fielmente a las cosas santas. 19Respecto a los sacerdotes aaronitas que vivían en el campo, en los ejidos de sus ciudades, había personas designadas nominalmente en todas ellas para proveer a los varones de los sacerdotes y a todos los levitas inscritos. 20Esto hizo Ezequías en todo Judá. Actuó con bondad, rectitud y fidelidad ante el Señor, su Dios. 21Todo lo que emprendió para el servicio del templo de Dios, de la ley y de los mandamientos lo hizo buscando a su Dios con todo su corazón. Por eso tuvo éxito.

32

1Después de estos actos de lealtad, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, sitió las ciudades fortificadas y ordenó conquistarlas. 2Ezequías advirtió que Senaquerib venía dispuesto a atacar Jerusalén. 3Reunido en consejo con sus jefes y guerreros, les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad; ellos lo apoyaron. 4Reunieron una gran multitud y cegaron las fuentes y el canal subterráneo que atravesaba la ciudad, diciéndose: «Cuando vengan los asirios, ¿por qué han de encontrar agua en abundancia?». 5Lleno de ánimo, reparó la muralla derruida, la coronó con torres, levantó otra muralla exterior, fortificó el Miló, en la Ciudad de David, e hizo numerosas lanzas y escudos. 6Puso jefes militares al frente del pueblo, los reunió en la explanada de la puerta de la ciudad y los alentó con estas palabras: 7«¡Sed fuertes y valientes! No temáis ni os aterréis ante el rey de Asiria y la multitud que le acompaña, pues contamos con algo mayor que él. 8Él cuenta con un brazo de carne, nosotros con el Señor, Dios nuestro, que nos auxilia y combate en nuestras guerras». El pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá. 9Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que sitiaba Laquis con todas sus tropas, envió unos servidores suyos a Jerusalén para que dijesen a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén: 10«Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué confiáis para que sigáis cercados en Jerusalén? 11¿No os está engañando Ezequías, para haceros morir de hambre y de sed, cuando os dice: “El Señor, nuestro Dios, nos salvará de la mano del rey de Asiria”? 12¿No fue Ezequías el que suprimió los santuarios y los altares del Señor ordenando a los de Judá y a los de Jerusalén que se postrasen y quemasen incienso ante un único altar? 13¿Acaso no sabéis lo que yo y mis antepasados hemos hecho con todos los pueblos del mundo? ¿Acaso los dioses de las naciones pudieron librar sus territorios de mi poder? 14¿Quién de entre los dioses de aquellas naciones que exterminaron mis predecesores pudo librar a su gente de mi poder? ¿Y vuestro Dios podrá salvaros de mi mano? 15No os dejéis engañar ni embaucar por Ezequías. No confiéis en él. Ningún dios de ninguna nación o reino pudo librar a su pueblo de mi mano y de la mano de mis predecesores. ¡Cuánto menos vuestro Dios podrá salvaros de mi mano!». 16Sus servidores siguieron hablando contra el Señor Dios y contra Ezequías, su siervo. 17Senaquerib escribió cartas insultando al Señor, Dios de Israel, y diciendo contra él: «Del mismo modo que los dioses de otras naciones no libraron a sus pueblos de mi mano, tampoco el Dios de Ezequías librará a su pueblo de mi mano». 18Hablaban a gritos, y en lengua judía, a los jerosolimitanos que se encontraban en la muralla, para atemorizarlos, asustarlos y apoderarse de la ciudad. 19Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, hechura de manos humanas. 20Por este motivo, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo. 21Entonces el Señor envió un ángel que exterminó a los guerreros del ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey asirio. Este, lleno de vergüenza, retornó a su país. Al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo mataron a espada allí mismo. 22El Señor salvó a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos, poniendo paz en sus fronteras. 23Vinieron muchos a Jerusalén trayendo ofrendas al Señor y presentes a Ezequías, rey de Judá, que a raíz de esto adquirió prestigio ante todos los pueblos. 24Por entonces, Ezequías cayó enfermo de muerte. Oró al Señor, que le escuchó y le dio un signo. 25Pero Ezequías no correspondió conforme al favor, sino que se enorgulleció y atrajo la ira sobre sí, sobre Judá y Jerusalén. 26Después de haberse enorgullecido, se humilló, junto con los habitantes de Jerusalén, y la ira del Señor no se abatió sobre ellos en vida de Ezequías. 27Fue rico y famoso sobremanera. Acumuló tesoros de plata y oro, piedras preciosas, aromas, escudos y toda clase de objetos valiosos. 28Construyó silos para las cosechas de trigo, vino nuevo y aceite; establos para todo tipo de ganado y apriscos para los rebaños. 29Edificó ciudades y tuvo gran cantidad de ganado menor y mayor, porque Dios le concedió muchísima riqueza. 30Fue Ezequías el que cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las condujo por un canal subterráneo al oeste de la Ciudad de David. Triunfó en todas sus empresas. 31Cuando los príncipes de Babilonia enviaron mensajeros para informarse del prodigio acaecido en el país, Dios abandonó a Ezequías para probarlo y conocer todo lo que había en su corazón. 32El resto de las obras de Ezequías y sus obras piadosas están escritas en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, en el libro de los Reyes de Judá y de Israel. 33Ezequías se durmió con sus padres y fue sepultado en la cuesta de los sepulcros de los hijos de David. Todo Judá y los habitantes de Jerusalén lo honraron en su muerte. Le sucedió su hijo Manasés.

33

1Tenía Manasés doce años cuando comenzó a reinar y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. 2Hizo lo que el Señor detesta, según las costumbres abominables de las naciones que el Señor había expulsado ante los hijos de Israel. 3Reconstruyó los santuarios de los altos, destruidos por su padre Ezequías, erigió altares a los baales, hizo cipos, se postró ante el ejército celeste y le rindió culto; 4construyó altares en el templo del Señor, del que había dicho el Señor: «En Jerusalén morará mi Nombre para siempre». 5Edificó altares a todo el ejército celeste en los dos atrios del templo. 6Hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnón. Practicó la adivinación, la magia y la hechicería; instituyó nigromantes y adivinos. Se excedió tanto en sus malas acciones que llegó a exasperar al Señor. 7La imagen del ídolo que había esculpido la colocó en el templo de Dios, del que Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, morará mi Nombre para siempre. 8Ya no consentiré que Israel vague errante lejos de la tierra que asigné a sus padres, con tal de que observen y cumplan cuanto les he mandado: la ley, los preceptos y las normas ordenadas por Moisés». 9Pero Manasés extravió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que se portaran peor que las naciones que el Señor había exterminado ante los hijos de Israel. 10El Señor habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. 11Entonces el Señor hizo venir contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. 12En su angustia, quiso aplacar al Señor su Dios, humillándose profundamente ante el Dios de sus padres, 13y le suplicó. El Señor lo atendió: escuchó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino. Manasés reconoció que el Señor es el verdadero Dios. 14Después de esto, construyó la muralla exterior de la Ciudad de David desde el oeste de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta del Pescado, en torno al Ófel; la hizo muy alta. Acantonó jefes del ejército en todas las ciudades fortificadas de Judá. 15Retiró del templo del Señor los dioses extranjeros y el ídolo; arrojó fuera de la ciudad los altares que había construido en el monte del templo del Señor y en Jerusalén. 16Reparó el altar del Señor e inmoló sobre él sacrificios de comunión y de acción de gracias. Y ordenó a los de Judá que dieran culto al Señor, Dios de Israel. 17El pueblo, sin embargo, continuó ofreciendo sacrificios en los santuarios de los altos, aunque solo al Señor, su Dios. 18El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre del Señor, Dios de Israel, se encuentran en los Hechos de los reyes de Israel. 19Su oración y cómo fue atendido, su pecado e infidelidad, los lugares donde edificó santuarios y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse están escritos en los Hechos de Jozay. 20Manasés se durmió con sus padres y fue sepultado en su palacio. Le sucedió en el trono su hijo Amón. 21Tenía Amón veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. 22Hizo lo que el Señor detesta, igual que su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios y dio culto a todos los ídolos que había hecho su padre Manasés. 23No se humilló ante el Señor, como se había humillado su padre; al contrario, multiplicó sus culpas. 24Sus siervos conspiraron contra él y lo mataron en su palacio. 25Pero la población mató a los que conspiraron contra el rey Amón, y nombró sucesor suyo a su hijo Josías.

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1Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. 2Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor y siguió los caminos de su padre, David, sin desviarse a derecha ni a izquierda. 3El año octavo de su reinado, siendo aún joven, comenzó a buscar al Dios de su antepasado David, y el año duodécimo comenzó a purificar Judá y Jerusalén de santuarios paganos, cipos, estelas, estatuas e ídolos. 4Destruyeron en su presencia los altares de los baales, demolió los incensarios que había sobre ellos, rompió los cipos, las estatuas y los ídolos, reduciéndolos a polvo, que esparció sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios. 5Quemó sobre los altares los huesos de los sacerdotes. Así purificó Judá y Jerusalén. 6En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón, y hasta de Neftalí, y en los territorios asolados que las rodeaban, 7destruyó los altares, los cipos y las estatuas, los trituró hasta reducirlos a polvo y demolió los incensarios en todo el territorio de Israel. Después regresó a Jerusalén. 8El año decimoctavo de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, mandó a Safán, hijo de Asalías, al gobernador Maasías y al canciller Joaj, hijo de Joacaz, a reparar el templo del Señor, su Dios. 9Ellos se presentaron al sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero ingresado en el templo de Dios por las colectas de los porteros levitas en Manasés, Efraín, el resto de Israel, en Judá, Benjamín y entre los habitantes de Jerusalén. 10Se lo entregaron a los encargados de las obras del templo del Señor, y los maestros de obras que trabajaban en el templo del Señor dedicaron el dinero a reparar y restaurar el edificio, 11entregándoselo a los carpinteros y albañiles para comprar piedras de cantería, madera para las vigas y el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá. 12Aquellos hombres realizaron su trabajo con honradez. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, descendientes de Merarí, y de Zacarías y Mesulán, descendientes de Queat, que les dirigían. Los levitas, maestros en tañer instrumentos musicales, 13acompañaban a los porteadores y dirigían a todos los obreros, fuese cual fuese su tarea. Entre los levitas había secretarios, notarios y porteros. 14Cuando estaban sacando el dinero ingresado en el templo del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del Señor, escrito por Moisés. 15Entonces Jilquías dijo al secretario Safán: «He encontrado en el templo del Señor el libro de la ley». Y se lo entregó a Safán. 16Este se lo llevo al rey, cuando fue a darle cuenta del trabajo: «Tus siervos ya han hecho todo los que les mandaste. 17Han recogido el dinero ingresado en el templo del Señor y se lo han entregado a los encargados y a los obreros». 18El secretario Safán informó también al rey: «El sacerdote Jilquías me ha dado un libro». Safán lo leyó ante el rey. 19Cuando este oyó las palabras del libro de la ley, se rasgó los vestidos 20y ordenó a Jilquías, a Ajicán, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miqueas, al secretario Safán y al funcionario real Asaías: 21«Id a consultar al Señor por mí, por el resto de Israel y por Judá a propósito del contenido del libro encontrado. La ira del Señor que se verterá sobre nosotros ha de ser grande, porque nuestros padres no observaron la palabra del Señor, actuando conforme a todo lo prescrito en este libro». 22Jilquías y los designados por el rey fueron a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Tocat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario. Vivía ella en Jerusalén, en el Barrio Nuevo. Le expusieron el caso 23y ella les respondió: «Así dice el Señor, Dios de Israel: Decidle al que os ha enviado: 24“Así dice el Señor: Mira, voy a traer el desastre sobre este lugar y sus habitantes, todas las maldiciones escritas en el libro que habéis leído ante el rey de Judá. 25Por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, por haberme irritado con las obras de sus manos, arderá mi ira contra este lugar y no se apagará”. 26Al rey de Judá, que os ha enviado para consultar al Señor, decidle: “Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de las palabras que has escuchado: 27Por tu benevolente corazón, por haberte humillado ante Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, por humillarte ante mí, haber rasgado tus vestidos y haber llorado ante mí, también yo te escucho —oráculo del Señor—. 28Cuando te reúnas con tus padres, te sepultarán en paz, sin que tus ojos vean la desgracia que traeré sobre este lugar y sobre sus habitantes”». Ellos llevaron la respuesta al rey. 29Este mandó convocar a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30El rey subió al templo del Señor, acompañado de todos los de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo —grandes y pequeños—, y les leyó todo el libro de la ley encontrado en el templo del Señor. 31El rey, puesto en pie sobre su estrado, selló una alianza ante el Señor, comprometiéndose a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, normas y preceptos con todo su corazón y con toda su alma, poniendo en práctica las cláusulas de la alianza escritas en este libro. 32Se la impuso a todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín. Los habitantes de Jerusalén actuaron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres. 33Josías suprimió las abominaciones que había en todos los territorios de los hijos de Israel, y obligó a todos los que se encontraban en Jerusalén a servir al Señor, su Dios. Mientras él vivió, no se apartaron del Señor, Dios de sus padres.

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1Josías celebró en Jerusalén la Pascua del Señor, inmolándola el día catorce del primer mes. 2Restableció a los sacerdotes en sus funciones y los confirmó en el servicio del templo del Señor. 3Dijo a los levitas, instructores de Israel y consagrados al Señor: «Dejad el Arca santa en el templo que construyó Salomón, hijo de David, rey de Israel. Ya no tendréis que trasladarla a hombros. Servid ahora al Señor, vuestro Dios, y a su pueblo Israel. 4Organizaos por familias y secciones, según lo prescrito por David, rey de Israel, y por su hijo Salomón. 5Servid en el santuario a los grupos familiares —a vuestros hermanos, los hijos del pueblo— y a las secciones familiares de los levitas. 6Inmolad la Pascua, purificaos y preparádsela a vuestros hermanos, a fin de que puedan cumplir lo que mandó el Señor por medio de Moisés». 7Josías proporcionó a la gente ganado menor —treinta mil corderos y cabritos— para los sacrificios pascuales de todos los presentes, y tres mil bueyes, todo ello de la hacienda real. 8También los jefes fueron generosos con el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes del templo del Señor, dieron a los sacerdotes dos mil seiscientas cabezas de ganado para la pascua y trescientos bueyes. 9Quenanías, Semaías y Nataniel, su hermano, y Jasabías, Yeiel y Jozabad, jefes de los levitas, proporcionaron a los levitas cinco mil cabezas de ganado para la pascua y quinientos bueyes. 10Cuando estuvo preparada la ceremonia, los sacerdotes ocuparon sus puestos y también los levitas según sus clases, conforme a la orden real. 11Inmolaron la Pascua. Los sacerdotes rociaban con sangre, mientras los levitas desollaban las víctimas. 12Separaban lo reservado al holocausto y se lo entregaban al pueblo por grupos de familias, para que lo ofreciesen al Señor, conforme a lo prescrito en el libro de Moisés. Hicieron lo mismo con los bueyes. 13Asaron la Pascua, como está mandado, y cocieron los alimentos sagrados en ollas, calderos y cazuelas, repartiéndolo con presteza a todo el pueblo. 14Después la prepararon para ellos mismos y para los sacerdotes; como los sacerdotes aaronitas estuvieron ocupados hasta la noche ofreciendo los holocaustos y las grasas, los levitas la prepararon para sí mismos y para los sacerdotes aaronitas. 15También los cantores, descendientes de Asaf, estaban en sus puestos, según el mandato de David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del rey. Cada uno de los porteros ocupaba su puerta. No necesitaban abandonar su servicio, porque sus hermanos levitas se lo prepararon todo. 16Toda la ceremonia sagrada se realizó aquel mismo día: se celebró la Pascua y se inmolaron los holocaustos en el altar del Señor, según el mandato del rey Josías. 17Los hijos de Israel que se hallaban presentes celebraron entonces la Pascua y la fiesta de los Ácimos durante siete días. 18No se había celebrado en Israel Pascua como esta desde los tiempos del profeta Samuel; ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes, los levitas, todos los de Judá e israelitas que se encontraban allí y los habitantes de Jerusalén. 19Se celebró esta Pascua el año decimoctavo del reinado de Josías. 20Después de que Josías hiciera todo esto para reparar el templo, subió Necó, rey de Egipto, para combatir en Carquemis, junto al Éufrates. Josías salió a hacerle frente. 21Necó le envió este mensaje: «¿Qué tengo que ver contigo, rey de Judá? Hoy no he venido contra ti, sino contra la dinastía que me hace la guerra. Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios que está conmigo, no sea que te destruya». 22Pero Josías no retrocedió, pues estaba decidido a combatir. Desobedeciendo lo que Dios le decía por medio de Necó, entabló combate en la llanura de Meguido. 23Los arqueros dispararon contra el rey Josías y este dijo a sus servidores: «Retiradme, pues estoy gravemente herido». 24Sus servidores lo sacaron del carro, lo subieron a otro que poseía y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en el sepulcro de sus padres. Todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. 25Jeremías compuso una elegía en memoria de Josías. Los cantores y cantoras lo recuerdan aún hoy en sus elegías. Se han hecho tradicionales en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones. 26El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas —conforme a lo escrito en la Ley del Señor—, 27y sus gestas —las primeras y las postreras— están escritas en el libro de los Reyes de Israel y de Judá.

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  1El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamaron rey sucesor en Jerusalén. 2Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. 3El rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, sancionó al país con cien talentos de plata y uno de oro. 4El rey de Egipto nombró rey de Judá y de Jerusalén a Eliaquín, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Joaquim. A su hermano Joacaz lo tomó Necó y se lo llevó a Egipto. 5Joaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén. Hizo lo que el Señor su Dios detesta. 6Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y lo condujo a Babilonia atado con cadenas de bronce. 7También se llevó a Babilonia algunos utensilios del templo del Señor y los depositó en su palacio de Babilonia. 8El resto de los hechos de Joaquim, las abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió está escrito en el libro de los Reyes de Israel y de Judá. Le sucedió en el trono su hijo Joaquín. 9Tenía Joaquín ocho años cuando comenzó a reinar y reinó en Jerusalén tres meses y diez días. Hizo lo que el Señor detesta. 10A comienzos del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo trajeran a Babilonia, junto con los objetos valiosos del templo del Señor. Nombró rey de Judá y de Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín. 11Tenía Sedecías veintiún años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén. 12Hizo lo que el Señor su Dios detesta. No se humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba en nombre de Dios. 13Además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había tomado juramento solemne de fidelidad. Terco y obstinado, no se convirtió al Señor, Dios de Israel. 14Del mismo modo, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén. 15El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; 16pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo. 17Entonces promovió contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el mismo santuario; a todos los entregó en sus manos, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a decrépito. 18Se llevó a Babilonia todos los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños, los tesoros del templo de Dios, los del rey y los de los jefes. 19Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. 20Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. 21Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías: «Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años». 22En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: 23«Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!».  

       

  Crónicas 2, Antiguo Testamento. Reinado de Salomón y de otros reyes, y las consecuencias de la decadencia espiritual.