1Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén. 2¡Vanidad de vanidades! —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! 3¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? 4Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. 5Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. 6Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. 7Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. 8Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír. 9Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. 10De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. 11Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos. 12Yo, Qohélet, fui rey de Israel en Jerusalén. 13Me dediqué a investigar y a explorar con método todo lo que se hace bajo el cielo. ¡Triste tarea ha dado Dios a los hombres para que se ocupen en ella! 14Examiné todas las acciones que se realizan bajo el sol y comprendí que todo es vanidad y caza de viento: 15Lo torcido no se puede enderezar, | lo que falta no se puede calcular. 16Y me dije: «Aquí estoy yo, que he acumulado tanta sabiduría, incluso más que mis predecesores en Jerusalén. Mi mente alcanzó sabiduría y conocimiento incalculables. 17Me dediqué a estudiar la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad». Y comprendí que también eso es caza de viento, 18pues: A más sabiduría más pesadumbre, | a más conocimiento más sufrimiento. 1Luego me dije: «Voy a probar con la alegría y a gozar de los placeres». Pero también esto resultó puro vacío. 2Llamé a la risa «locura», y dije de la alegría: «¿Qué se consigue?». 3Exploré atentamente, guiado por mi mente con destreza: traté mi cuerpo con vino, me di a la frivolidad, para averiguar cómo puede el hombre disfrutar durante los contados días de su vida bajo el cielo. 4Emprendí obras magníficas y construí palacios; planté viñas, 5huertos y jardines, que llené de toda clase de árboles frutales; 6construí albercas para regar el fértil soto. 7Me hice con esclavos y esclavas; tenía servidumbre y rebaños de vacas y ovejas, en mayor número que mis predecesores en el trono de Jerusalén. 8También amontoné plata y oro, los tributos de reinos y provincias. Me procuré cantores y cantoras, toda clase de placeres humanos y coperos y reposteros para el servicio de escanciar el vino. 9Con la ayuda de la sabiduría, llegué a ser más importante y rico que todos mis predecesores en Jerusalén. 10Concedí a mis ojos cuanto me pedían y no privé a mi corazón de ninguna alegría: este era mi solaz y mi recompensa en medio de mis fatigas. 11Después examiné todas las obras que había hecho y la fatiga que puse en el empeño, y vi que todo era vanidad y caza de viento. ¡Ningún provecho se saca bajo el sol! 12Me puse a examinar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que me suceda como rey? Sin duda lo que otros ya han hecho. 13Así observé que la sabiduría es más provechosa que la necedad, como la luz aprovecha más que las tinieblas. 14El sabio lleva los ojos puestos en la cabeza, | pero el necio camina en tinieblas. Sí, pero comprendí que una suerte común les toca a todos. 15Así que me dije: «La suerte del necio será mi suerte: ¿qué saqué en limpio siendo tan sabio?». Y concluí que hasta eso mismo era vanidad. 16En realidad, nadie se acordará jamás del necio ni del sabio, ya que en los años venideros todo se olvidará. ¡Tanto el sabio como el necio morirán! 17Y así aborrecí la vida, pues encontré malo todo lo que se hace bajo el sol; que todo es vanidad y caza de viento. 18Y aborrecí todo el trabajo con el que me fatigo bajo el sol, pues se lo tengo que dejar a un sucesor. 19¿Y quién sabe si será sabio o necio? Él heredará lo que me costó tanta fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad. 20Y acabé por desengañarme de todos mis trabajos y fatigas bajo el sol. 21Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia. 22Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? 23De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad. 24El único bien del hombre es comer y beber, y regalarse en medio de sus fatigas. Pero he visto que aun esto es don de Dios, pues 25¿quién come y goza sin su permiso? 26Al hombre que le agrada le concede sabiduría, ciencia y alegría; al pecador le proporciona la tarea de juntar y acumular, para dejárselo después a quien agrada a Dios. También esto es vanidad y caza de viento. 1Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: 2Tiempo de nacer, tiempo de morir; | tiempo de plantar, tiempo de arrancar; 3tiempo de matar, tiempo de sanar; | tiempo de destruir, tiempo de construir; 4tiempo de llorar, tiempo de reír; | tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; 5tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; | tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; 6tiempo de buscar, tiempo de perder; | tiempo de guardar, tiempo de arrojar; 7tiempo de rasgar, tiempo de coser; | tiempo de callar, tiempo de hablar; 8tiempo de amar, tiempo de odiar; | tiempo de guerra, tiempo de paz. 9¿Qué saca el obrero de sus fatigas? 10Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: 11todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin. 12Y así he comprendido que el único bien del hombre es disfrutar y pasarlo bien en la vida. 13Pero que el hombre coma, beba y se regale en medio de sus fatigas es don de Dios. 14Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: nada se puede añadir ni restar. Y así hace Dios que lo teman. 15Lo que es ya había sido, lo que será ya es, pues Dios hace que el pasado se repita. 16Otra cosa he observado bajo el sol: en la sede del derecho, el delito; en el tribunal de la justicia, la iniquidad. 17Así que pensé: «Al justo y al malvado los juzgará Dios, pues hay un tiempo para cada asunto y un lugar para cada acción». 18Acerca de los hombres, pensé lo siguiente: «Dios los prueba para que vean que, por sí mismos, son como los animales». 19En efecto, la suerte de hombres y animales es la misma: muere uno y muere el otro, todos tienen el mismo aliento de vida, y el hombre no supera a los animales. Todos son vanidad. 20Todos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo. 21¿Quién sabe si el aliento de vida del hombre sube arriba y el aliento de vida del animal baja a la tierra? 22Y así observé que el único bien del hombre es disfrutar con lo que hace: esa es su paga. ¿Quién le va a guiar para que vea lo que pasará después de él? 1También me puse a considerar todas las opresiones que se cometen bajo el sol: he visto llorar a los oprimidos, sin que nadie los consuele, sin que nadie los consuele de la violencia de los opresores. 2Y considero más felices a los muertos, que ya no existen, que a los vivos que todavía viven; 3y pienso que todavía es más feliz quien no ha existido, pues así no ha visto las barbaridades que se cometen bajo el sol. 4He observado que todo afán y todo éxito de un proyecto suscita la envidia entre unos y otros. También esto es vanidad y caza de viento. Pero 5«el necio se cruza de brazos y así se va consumiendo». 6Sí, pero «más vale un puño con reposo que dos manos llenas de fatiga y aflicción de espíritu». 7Otra vanidad he observado bajo el sol: 8hay quien vive solo, sin compañeros, sin hijos ni hermanos; no para de trabajar y, aun así, sus ojos no se hartan de riquezas. «¿Para quién trabajo entonces y me privo de satisfacciones?». También esto es vanidad y mal negocio. 9Más vale ser dos que uno, pues sacan más provecho de su esfuerzo. 10Si uno cae, el otro lo levanta; pero ¡pobre del que cae estando solo, sin que otro pueda levantarlo! 11Lo mismo si dos duermen juntos: se calientan; pero si uno está solo, ¿cómo podrá calentarse? 12Si a uno solo pueden vencerle, dos juntos resistirán. «Una cuerda de tres cabos no es fácil de romper». 13«Más vale mozo pobre e inteligente que rey viejo y necio», que ya no sabe aconsejarse. 14Supongamos que el mozo salió de prisión para reinar, aunque naciera pobre durante el reinado del otro. 15Vi que todos los vivientes que caminan bajo el sol se ponían de parte del joven sucesor, 16y era incontable la multitud que lo seguía. Y, sin embargo, su posteridad no estará contenta con él. También esto es vanidad y caza de viento. 17Piensa bien lo que haces cuando vayas a la casa de Dios. Más vale acercarse en actitud receptiva que hacer sacrificios como los necios, que ni siquiera saben obrar mal. 1Cuando lleves un asunto ante Dios, no tengas prisa en hablar ni tomes decisiones precipitadas. Dios está en el cielo y tú en la tierra: sean contadas tus palabras. 2«El exceso de preocupaciones asoma en los sueños, el exceso de palabras descubre al necio». 3Si haces una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, pues Dios no se complace en las promesas necias: cumple lo que has prometido. 4Más vale no hacer promesas que hacerlas y no cumplirlas. 5No permitas que tu boca te haga culpable de nada, ni digas después al mensajero que lo hiciste sin darte cuenta. Dios podría irritarse al oírte y hacer fracasar tus planes. 6Donde abundan los sueños, abundan las vanas ilusiones y la palabrería. Pero tú teme a Dios. 7Si en el Estado ves oprimido al pobre y violados el derecho y la justicia, no te extrañes de tal situación, pues una autoridad tiene otra superior, y por encima de ellas se alza otra suprema; 8y el interés del país en general sería este: un rey al servicio del campo. 9Quien ama el dinero nunca se sacia; | quien ama la abundancia no le saca provecho. | También esto es vanidad. 10Aumentan los bienes y aumentan los que los comen; | lo único que saca el dueño es verlo con sus ojos. 11Duerme bien el obrero, coma mucho o coma poco; | al rico la hartura no le deja dormir. 12He observado bajo el sol una grave dolencia: riquezas guardadas que perjudican al dueño. 13En un mal negocio pierde sus riquezas, y el hijo que le nace se queda con las manos vacías. 14Como salió del vientre de su madre, así partirá: desnudo; y nada se llevará de sus fatigas. 15También esto es grave dolencia: tiene que irse igual que vino. ¿Y qué sacó de tanta fatiga? ¡Viento! 16Toda su vida se consume entre tinieblas, disgustos, enfermedades y rabia. 17Esta es mi conclusión: lo bueno y lo que aprovecha al hombre es comer, beber y regalarse en medio de sus fatigas y afanes bajo el sol, durante los pocos años que Dios le concede. Esa es su paga. 18Además, si a un hombre le concede Dios bienes y riquezas y la capacidad de regalarse con ellos, de llevarse su porción y holgarse en medio de sus fatigas, eso sí que es don de Dios. 19No pensará mucho en los años de su vida si Dios le concede alegría interior. 1He observado bajo el sol una desgracia que pesa sobre los hombres: 2Dios concede a un hombre bienes, fortuna y honores, sin que le falte nada de cuanto puede desear; pero Dios no le concede disfrutarlas, porque un extraño las disfruta. Esto es vanidad y grave desventura. 3Supongamos que un hombre tiene cien hijos y vive muchos años; por muy larga que sea su vida, si no puede satisfacer su deseo de felicidad y además acaba sin sepultura, afirmo que es mejor un aborto, 4que llega en un soplo y se marcha a oscuras, | la tiniebla encubre su nombre; 5no vio el sol ni se enteró de nada, | pero descansa mejor que el otro. 6Y si no disfruta de la dicha, aunque viva dos veces mil años, ¿no van todos al mismo lugar? 7El hombre se fatiga para la boca, | y el estómago nunca se llena. 8¿En qué aventaja el sabio al necio? | ¿De qué le sirve al pobre | saber manejarse en la vida? 9Más vale lo que ven los ojos | que dejarse llevar por el deseo. | También esto es vanidad y caza de viento. 10Lo que existe ya recibió un nombre. Ya sabe que es hombre y que no puede discutir con alguien más fuerte que él. 11Cuantas más palabras, más vanidad. ¿Qué saca en limpio el hombre? 12¿Y quién le dice al hombre lo que va a pasar durante su vida, durante los pocos años de su vana existencia, que atraviesa como una sombra? ¿Quién le dirá lo que va a suceder en el futuro bajo el sol? 1Más vale buena fama que buen perfume, | y el día de la muerte que el del nacimiento. 2Más vale ir a la casa en duelo | que frecuentar la casa en fiestas, | pues en eso acaba todo hombre; | y el que esté vivo que piense en ello. 3Más vale sufrir que reír: | pues detrás de una cara triste | puede haber un corazón feliz. 4El sabio piensa en la casa en duelo, | el necio piensa en la casa en fiesta. 5Más vale reprensión de sabio | que escuchar copla de necio, 6pues crepitar de zarzas bajo la olla | es el jolgorio de los necios. | Y también esto es vanidad. 7Las presiones perturban al sabio, | y el soborno le quita el juicio. 8Más vale el fin de un asunto que el principio, | más vale espíritu paciente que arrogancia. 9No te dejes arrebatar por la cólera, | pues se aloja en el pecho del necio. 10No preguntes: «¿Por qué el pasado | resulta mejor que el presente?». | Eso no lo pregunta un sabio. 11La sabiduría es buena como una herencia, | y provechosa para aquellos que viven. 12A la sombra de la sabiduría, | como a la sombra del dinero; | pero aventaja la sabiduría, | porque da vida a su dueño. 13Observa la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él ha torcido? 14En tiempo de prosperidad disfruta, en tiempo de adversidad reflexiona: Dios ha creado estos dos contrarios para que el hombre no pueda averiguar su porvenir. 15De todo he visto en mi vana existencia: gente honrada que fracasa por su honradez, gente malvada que prospera por su maldad. 16No exageres tu honradez ni apures tu sabiduría. ¿Para qué matarte? 17No exageres tu maldad ni seas un necio. ¿Para qué morir antes de hora? 18Lo bueno es agarrar lo uno y no soltar lo otro, porque el que teme a Dios de todo sale bien parado. 19La sabiduría hace al sabio más fuerte | que diez jefes en una ciudad. 20No hay nadie tan honrado en el mundo | que haga el bien sin nunca haber pecado. 21No hagas caso de todo lo que se dice: | así no oirás a tu siervo maldecirte, 22pues sabes muy bien que tú mismo | has maldecido a otros muchas veces. 23Todo esto lo he examinado con método, pensando llegar a sabio, pero me quedé muy lejos. 24Lo que existe es remoto y muy oscuro. ¿Quién puede averiguarlo? 25Me puse a indagar a fondo, buscando sabiduría y recta valoración, procurando conocer cuál es la peor necedad, la necedad más absurda, 26y descubrí que es más amarga que la muerte la mujer cuyos pensamientos son redes y lazos, y sus brazos, cadenas. El que agrada a Dios se librará de ella; el pecador quedará atrapado. 27Mira lo que he averiguado —dice Qohélet— cuando me puse a analizar caso por caso, tratando en vano de hallar una respuesta: 28si entre mil encontré solo un hombre, entre todas esas no encontré una mujer. 29Mira lo único que averigüé: Dios hizo a los humanos equilibrados, pero ellos se buscaron preocupaciones sin cuento. 1¿Quién puede ser sabio? ¿Quién sabe el significado de un asunto? La sabiduría ilumina el rostro del hombre y cambia la dureza del semblante. 2Cumple el mandato del rey, a causa del juramento hecho a Dios. 3No te apresures a abandonar su presencia; no te obstines en asuntos que le desagradan, pues puede hacer cuanto desee. 4La palabra del rey es poderosa: ¿quién puede decirle «qué estás haciendo»? 5El que cumple los mandatos no sufrirá nada malo. El sabio atina con el momento y el método, 6pues cada asunto tiene su momento y su método. El hombre está expuesto a muchos males, 7porque no sabe lo que va a suceder, ¿y quién le informará de lo que va a pasar? 8El hombre no es dueño de su aliento vital ni puede retenerlo; tampoco es dueño del día de la muerte ni puede librarse del combate. Ni la maldad librará a quien la practique. 9Todo esto lo he observado fijándome en todo lo que sucede bajo el sol, cuando una persona domina a otra para su mal. 10También he observado lo siguiente: sepultan a los malvados y la gente, al volver del lugar santo, se olvida en la ciudad de cómo habían obrado. 11También esto es vanidad: como la sentencia dictada contra un delito no se ejecuta enseguida, el corazón humano está dispuesto a hacer el mal. 12El pecador obra cien veces mal y tiene una larga vida, aunque ya conozco eso de que: «Le irá bien al que tema a Dios, precisamente porque lo teme», 13y aquello otro: «No le irá bien al malvado, ni alargará su vida como sombra, por no temer a Dios». 14Y en la tierra se manifiesta otra vanidad: hay honrados tratados según la conducta de los malvados, y malvados tratados según la conducta de los honrados. También esto lo considero vanidad. 15Por eso alabo la alegría, porque el único bien del hombre bajo el sol es comer y beber y disfrutar; eso le quedará de sus fatigas durante los días de vida que Dios le conceda vivir bajo el sol. 16Me dediqué a conseguir sabiduría observando todas las tareas que se realizan en la tierra: los ojos del hombre no concilian el sueño ni de día ni de noche. 17También pude observar todas las obras de Dios: el hombre no puede descubrir el sentido de cuanto se hace bajo el sol. Por más que el hombre se fatigue buscando, no lo descubrirá; y aunque el sabio pretenda saberlo, nunca podrá descubrirlo. 1He reflexionado sobre todo esto y he llegado a la siguiente conclusión: aunque los honrados y los sabios con sus obras están en manos de Dios, el hombre no sabe de amor ni de odio. 2Todo lo que tiene el hombre delante es vanidad, porque una misma suerte toca a todos: al inocente y al culpable, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, al honrado y al pecador, al que jura y al que tiene reparo en jurar. 3Y esta es la peor desgracia de cuanto sucede bajo el sol: que una misma suerte toca a todos. Por ello, el corazón de los hombres está lleno de maldad; mientras viven, piensan locuras, y después ¡a morir! 4Es cierto que mientras se está entre los vivos aún hay esperanza, pues «más vale perro vivo que león muerto». 5Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada: no reciben recompensa alguna, incluso su nombre se desvanece. 6Ya se acabaron sus amores, odios y pasiones; jamás tomarán parte en lo que se hace bajo el sol. 7Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras. 8Lleva siempre vestidos blancos, y no falte el perfume en tu cabeza; 9disfruta de la vida con la mujer que amas, mientras dure esta vana existencia que te ha sido concedida bajo el sol. Esa es tu parte en la vida y en los afanes con que te afanas bajo el sol. 10Todo lo que esté a tu alcance, hazlo mientras puedas, pues no se trabaja ni se planea, no hay conocer ni saber en el Abismo adonde te encaminas. 11Otra cosa he observado bajo el sol: no gana la carrera el más ágil, ni la guerra el más fuerte, ni el pan quien es sabio; no consigue riqueza quien es avisado, ni éxito quien es inteligente, pues siempre se tercian ocasión y suerte. 12Además, el hombre desconoce su hora: como peces capturados en la red funesta, como pájaros apresados en la trampa, los hombres son cazados cuando un mal momento cae sobre ellos de improviso. 13También he observado bajo el sol un ejemplo de sabiduría aleccionador. 14Había una ciudad pequeña con pocos habitantes. Llegó un rey poderoso, le puso cerco y levantó frente a ella grandes artefactos de asedio. 15Había en la ciudad un hombre pobre, pero sabio, que había salvado a la ciudad con su sabiduría. Pero nadie se volvió a acordar de aquel hombre pobre. 16Entonces me digo: sí, más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre fue despreciada, y sus palabras, desoídas. 17Sin embargo, mejor se escuchan las palabras sosegadas de los sabios que los gritos de un capitán de necios. 18Más vale sabiduría que instrumentos de guerra; pero uno solo que falle echa a perder muchos bienes. 1Una mosca muerta echa a perder un tarro de perfume; cuenta más una pizca de necedad que una gran sabiduría. 2El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio lo tiene a la izquierda. 3Vaya por el camino que vaya, el necio, que carece de sentido, anda diciendo de todos: «¡Qué necio es!». 4Si la cólera del que manda cae sobre ti, no te muevas de tu sitio, pues la calma evita graves errores. 5Otra desgracia he observado bajo el sol, la clase de errores de los que es responsable el rey: 6necios que ocupan altos cargos y nobles y ricos en los últimos puestos. 7He visto esclavos a caballo y príncipes a pie, como esclavos. 8Quien cava una fosa caerá en ella; quien derriba un muro será mordido por una culebra. 9Quien trabaja con piedras se herirá; quien corta leña se hará daño. 10Si el hierro está embotado y no se afila el corte, tienes que hacer doble esfuerzo: es más ventajoso aplicar la maña. 11Si la culebra no se deja encantar y muerde, no supone ventaja ser encantador. 12Las palabras de un sabio agradan, los labios de un necio lo arruinan: 13empieza diciendo necedades, y acaba su discurso en trágica locura. 14El necio no para de charlar, pero el hombre no sabe en realidad lo que va a suceder. ¿Quién le puede predecir lo que sucederá después de él? 15La fatiga acaba con el necio, pues no sabe ni volver a la ciudad. 16¡Ay del país gobernado por un muchacho, cuyos príncipes amanecen entre comilonas! 17¡Dichoso el país donde reina un hombre digno, cuyos príncipes comen a su hora, para recobrar el vigor y no por libertinaje! 18Manos perezosas permiten que se hunda el techo, brazos caídos dejan que se desplome la casa. 19Se divierten celebrando banquetes, el vino les alegra la vida, ¡y el dinero todo lo arregla! 20No critiques al rey, ni siquiera de pensamiento; no critiques a un poderoso, ni siquiera en tu habitación, pues un pajarito correría la voz y un ser alado contaría la cosa. 1Envía tu grano por el mar y después de cierto tiempo podrás recuperarlo. 2Divide lo que tienes en siete u ocho partes, pues no sabes la desgracia que puede sobrevenir en la tierra. 3Si las nubes están cargadas de lluvia, la descargarán sobre la tierra; si un árbol cae hacia el norte o hacia el sur, allí se queda. 4Quien anda observando los vientos nunca sembrará; quien se preocupa de las nubes jamás cosechará. 5Del mismo modo que ignoras por dónde entra el espíritu de vida en los miembros de una mujer embarazada, también ignoras la obra de Dios, que todo lo hace. 6Esparce tu semilla bien temprano, y por la tarde no des reposo a tus manos, pues no sabes qué semilla germinará, si esta o aquella, o si las dos serán fecundas. 7Dulce es la luz, y los ojos se alegran de ver el sol. 8Por muchos años que uno viva, debería disfrutar de todos ellos, teniendo presente que los días tenebrosos serán incontables. ¡El futuro solo es vanidad! 9Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón y de lo que te recrea la vista; pero sábete que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. 10Rechaza las penas del corazón y rehúye los dolores del cuerpo: adolescencia y juventud son efímeras. 1Acuérdate de tu Creador en tus años mozos, antes de que lleguen los días aciagos y te alcancen los años en que digas: «No les saco gusto»; 2antes de que se oscurezcan el sol, la luz, la luna y las estrellas, y tras la lluvia vuelva el nublado. 3Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán; los que miran por las ventanas se ofuscarán; 4las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; 5darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles. 6Antes de que se rompa el hilo de plata y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente y se raje la polea del pozo, 7y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio. 8Vanidad de vanidades, dice Qohélet, vanidad de vanidades, todo es vanidad. 9Qohélet, además de ser un sabio, enseñó al pueblo lo que él sabía. Estudió, inventó y formuló muchos proverbios. 10Qohélet procuró un estilo atractivo y escribió la verdad con acierto. 11Las sentencias de los sabios son como aguijadas, o como clavos bien clavados sus colecciones de textos: todos pronunciados por un solo pastor. 12Un último aviso, hijo mío: nunca se acaba de escribir más y más libros, y el mucho estudiar desgasta el cuerpo. 13En conclusión, y después de oírlo todo, teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre. 14Que Dios juzgará todas las acciones, aun las ocultas, sean buenas o malas. |
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Eclesiastés, Antiguo Testamento. La vanidad y la búsqueda del significado de la vida. |