Samuel 1

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1Había un hombre de Ha Ramatáin Sufín, en la montaña de Efraín, llamado Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efrateo. 2Tenía dos mujeres: la primera se llamaba Ana y la segunda Feniná. Feniná tenía hijos, pero Ana no los tenía. 3Ese hombre subía desde su ciudad de año en año a adorar y ofrecer sacrificios al Señor del universo en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí: Jofní y Pinjás. 4Llegado el día, Elcaná ofrecía sacrificios y entregaba porciones de la víctima a su esposa Feniná y a todos sus hijos e hijas, 5mientras que a Ana le entregaba una porción doble, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril. 6Su rival la importunaba con insolencia hasta humillarla, pues el Señor la había hecho estéril. 7Así hacía Elcaná año tras año, cada vez que subía a la casa del Señor; y así Feniná la molestaba del mismo modo. Por tal motivo, ella lloraba y no quería comer. 8Su marido Elcaná le preguntaba: «¿Ana, por qué lloras y por qué no comes? ¿Por qué está apenado tu corazón? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?». 9En cierta ocasión se levantó Ana, después de comer y beber en Siló. El sacerdote Elí estaba sentado en el sitial junto a una de las jambas del templo del Señor. 10Ella se puso a implorar al Señor con el ánimo amargado, y lloró copiosamente. 11E hizo este voto: «Señor del universo, si miras la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí y no olvidas a tu sierva, y concedes a tu sierva un retoño varón, lo ofreceré al Señor por todos los días de su vida, y la navaja no pasará por su cabeza». 12Mientras insistía implorando ante el Señor, Elí observaba su boca. 13Ana hablaba para sí en su corazón; solo sus labios se movían, mas su voz no se oía. Elí la creyó borracha. 14Entonces le dijo: «¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Echa el vino que llevas dentro». 15Pero Ana tomó la palabra y respondió: «No, mi señor, yo soy una mujer de espíritu tenaz. No he bebido vino ni licor, solo desahogaba mi alma ante el Señor. 16No trates a tu sierva como a una perdida, pues he hablado así por mi gran congoja y aflicción». 17Elí le dijo: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda el favor que le has pedido». 18Ella respondió: «Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos». Luego, la mujer emprendió su camino; comió y su semblante no fue ya el mismo. 19Se levantaron de madrugada y se postraron ante el Señor. Después se volvieron y llegaron a su casa de Ramá. Elcaná se unió a Ana, su mujer, y el Señor se acordó de ella. 20Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor». 21El esposo Elcaná y toda su casa subieron a ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. 22Ana, en cambio, no subió, manifestando a su esposo: «Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre». 23Su esposo Elcaná, le dijo: «Haz lo que te parezca bien. Quédate hasta que lo hayas destetado. Y que el Señor cumpla su palabra». La mujer se quedó y siguió amamantando a su hijo hasta que lo hubo destetado. 24Una vez destetado, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. 25Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí. 26Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. 27Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. 28Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y Elcaná se postró allí ante el Señor.

2

1Ana oró, diciendo:«Mi corazón se regocija en el Señor, | mi poder se exalta por Dios. | Mi boca se ríe de mis enemigos, | porque gozo con tu salvación. 2No hay santo como el Señor, | ni otro fuera de ti, | ni roca como nuestro Dios. 3No multipliquéis discursos altivos, | ni echéis por la boca arrogancias, | porque el Señor es un Dios que sabe, | él es quien pesa las acciones. 4Se rompen los arcos de los valientes, | mientras los cobardes se ciñen de valor. 5Los hartos se contratan por el pan, | mientras los hambrientos engordan; | la mujer estéril da a luz siete hijos, | mientras la madre de muchos queda baldía. 6El Señor da la muerte y la vida, | hunde en el abismo y levanta; 7da la pobreza y la riqueza, | humilla y enaltece. 8Él levanta del polvo al desvalido, | alza de la basura al pobre, | para hacer que se siente entre príncipes | y que herede un trono de gloria, | pues del Señor son los pilares de la tierra, | y sobre ellos afianzó el orbe. 9Él guarda los pasos de sus amigos, | mientras los malvados perecen en las tinieblas, | porque el hombre no triunfa por su fuerza. 10El Señor desbarata a sus contrarios, | el Altísimo truena desde el cielo, | el Señor juzga hasta el confín de la tierra. | Él da fuerza a su Rey, | exalta el poder de su Ungido». 11Elcaná volvió a su casa de Ramá. Y el niño quedó al servicio del Señor al lado del sacerdote Elí. 12Los hijos de Elí eran unos desalmados, que no reconocían al Señor. 13Esta era la manera de proceder de los sacerdotes con el pueblo: cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, venía el siervo del sacerdote con un tenedor de tres dientes en mano, cuando se estaba cociendo la carne, 14y pinchaba en la caldera o en la olla o en el puchero o en la cazuela. Y el sacerdote tomaba para él cuanto sacaba el tenedor. Así hacían con todo israelita que acudía a Siló. 15Incluso antes de quemar la grasa, venía el criado del sacerdote a decir a la persona que ofrecía el sacrificio: «Dame la carne y yo la asaré para el sacerdote, pues no aceptará de ti carne cocida, sino cruda». 16Y si aquella persona le replicaba: «Se ha de quemar primero la grasa, luego coge cuanto quieras», le respondía: «Lo has de entregar ahora, y si no, lo cogeré por la fuerza». 17El pecado de aquellos jóvenes era muy grande ante el Señor, pues trataban con desprecio la oblación del Señor. 18Samuel servía en presencia del Señor, revestido de un efod de lino. 19Su madre le hacía cada año una túnica pequeña y se la llevaba cuando subía con su esposo a ofrecer el sacrificio anual. 20Elí bendecía entonces a Elcaná y a su mujer: «El Señor te conceda descendencia de esta mujer en lugar del hijo que cedió al Señor en la súplica que hizo». Luego, regresaban a su localidad. 21El Señor visitó a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. El joven Samuel crecía junto al Señor. 22Elí era muy anciano. Había oído cuanto hacían sus hijos a todo Israel y que cohabitaban con las mujeres que prestaban servicio a la entrada de la Tienda del Encuentro. 23Él les dijo: «¿Por qué hacéis tales cosas, esas maldades que yo mismo oigo a todo el pueblo? 24No, hijos míos, no es bueno el rumor que llega a mis oídos; estáis ofendiendo al pueblo del Señor. 25Si un hombre peca contra otro hombre, el Señor puede hacer de árbitro, pero si un hombre peca contra el Señor, ¿quién intercederá por él?». Pero ellos no hicieron caso de su padre, porque el Señor quería hacerlos morir. 26En cuanto al joven Samuel, iba creciendo y era grato al Señor y a los hombres. 27Un hombre de Dios se presentó a Elí, y le dijo: «Así dice el Señor: Yo me manifesté a los antepasados de tu padre, cuando vivían en Egipto sometidos a la casa del faraón. 28Lo escogí entre todas las tribus de Israel para que fuera mi sacerdote, subiera al altar a ofrecer incienso y llevara el efod en mi presencia. Concedí a la casa de tu padre todos los sacrificios de los hijos de Israel. 29¿Por qué pisoteáis el sacrificio y la ofrenda que prescribí en mi Morada, y temes a tus hijos más que a mí, cebándolos con las primicias de toda ofrenda de mi pueblo Israel? 30Por ello —oráculo del Señor, Dios de Israel—, aunque había prometido que tu casa y la casa de tu padre caminarían en mi presencia para siempre, ahora lejos de mí tal cosa —oráculo del Señor—, pues honro a los que me honran, pero los que se burlan de mí son despreciados. 31He aquí que vienen días en que cortaré tu brazo y el de la casa de tu padre, de modo que en tu casa nadie llegará a ser anciano. 32Y verás un rival en el Templo, llevando a cabo la prosperidad de Israel, mientras en tu casa nadie llegará a ser anciano. 33Pero mantendré a uno de los tuyos junto a mi altar hasta que se agoten tus ojos y se consuma tu vida. Pero todos los retoños de tu casa morirán en edad viril. 34Te servirá de señal lo que les va a ocurrir a tus dos hijos, Jofní y Pinjás: los dos morirán el mismo día. 35Suscitaré, luego, un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mi deseo. Le construiré una casa estable, y caminará siempre en presencia de mi ungido. 36Entonces, todo superviviente de tu casa vendrá a postrarse ante él por alguna moneda de plata y una hogaza de pan, diciendo: “Adscríbeme a un servicio sacerdotal cualquiera, para poder comer un pedazo de pan”».

3

1El joven Samuel servía al Señor al lado de Elí. En aquellos días era rara la palabra del Señor y no eran frecuentes las visiones. 2Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos habían comenzado a debilitarse y no podía ver. 3La lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. 4Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió: «Aquí estoy». 5Corrió adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Respondió: «No te he llamado. Vuelve a acostarte». Fue y se acostó. 6El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Respondió: «No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte». 7Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor. 8El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. 9Y dijo a Samuel: «Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”». Samuel fue a acostarse en su sitio. 10El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: «Samuel, Samuel». Respondió Samuel: «Habla, que tu siervo escucha». 11El Señor le dijo: «Mira, voy a hacer algo en Israel, que a cuantos lo oigan les zumbarán los dos oídos. 12Ese día cumpliré respecto a Elí cuanto predije de su casa, de comienzo a fin. 13Le anuncié que iba a castigar para siempre su casa, por el pecado de no haber reñido a sus hijos, sabiendo que despreciaban a Dios. 14Por ello, he jurado a la casa de Elí que el pecado de su casa no será expiado jamás ni con sacrificio ni con ofrenda». 15Samuel se acostó hasta la mañana y abrió, luego, las puertas del templo del Señor. Samuel temía dar a conocer la visión a Elí. 16Entonces, Elí le llamó: «Samuel, hijo mío». Respondió: «Aquí estoy». 17Elí preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho? Por favor, no me lo ocultes. Que Dios te castigue si me ocultas algo de cuanto te ha dicho». 18Samuel le dio a conocer entonces todas las palabras sin ocultarle nada. Elí dijo: «Es el Señor, haga lo que le parezca bien». 19Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras. 20Todo Israel, desde Dan a Berseba, supo que Samuel era un auténtico profeta del Señor. 21El Señor continuó manifestándose en Siló, pues allí era donde el Señor se revelaba a Samuel, por medio de su palabra.

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1La palabra de Samuel llegó a todo el país. Por entonces salió Israel a la guerra contra los filisteos y acamparon en Ebenézer, mientras los filisteos acamparon en Afec. 2Los filisteos formaron frente a Israel, la batalla se extendió e Israel fue derrotado por los filisteos. Abatieron en el campo unos cuatro mil hombres de la formación. 3Cuando la tropa volvió al campamento, dijeron los ancianos de Israel: «¿Por qué nos ha derrotado hoy el Señor frente a los filisteos? Traigamos de Siló el Arca de la Alianza del Señor. Que venga entre nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos». 4El pueblo envió gente a Siló para que trajeran de allí el Arca de la Alianza del Señor del universo, que se sienta sobre querubines. Allí, junto al Arca de la Alianza de Dios, se encontraban Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí. 5Cuando el Arca de la Alianza del Señor llegó al campamento, todo Israel prorrumpió en un gran alarido y la tierra se estremeció. 6Los filisteos oyeron la voz del alarido, y se preguntaron: «¿Qué es ese gran alarido en el campamento de los hebreos?». Y supieron que el Arca del Señor había llegado al campamento. 7Los filisteos se sintieron atemorizados y dijeron: «Dios ha venido al campamento». Después gritaron: «¡Ay de nosotros!, nada parecido nos había ocurrido antes. 8¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos poderosos dioses? Estos son los dioses que golpearon a Egipto con todo tipo de plagas en el desierto. 9Filisteos, cobrad fuerzas y portaos como hombres, para que no tengáis que servir a los hebreos, como os han servido a vosotros. Portaos como hombres y luchad». 10Los filisteos lucharon e Israel fue derrotado. Cada uno huyó a su tienda. Fue una gran derrota: cayeron treinta mil infantes de Israel. 11El Arca de Dios fue apresada y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí. 12Un benjaminita corrió desde el frente de batalla y llegó a Siló aquel mismo día con los vestidos rasgados y tierra en la cabeza. 13Cuando llegó, Elí se encontraba sentado en su sitial, expectante al borde del camino. Su corazón estaba inquieto por el Arca de Dios. Llegó el hombre a dar la noticia a la ciudad y toda ella se llenó de lamentos. 14Elí oyó el griterío y preguntó: «¿Qué significa ese alboroto?». El hombre se acercó apresuradamente a Elí y le dio la noticia. 15Elí tenía noventa y ocho años, sus ojos estaban ciegos y no podía ver. 16El hombre le dijo: «Vengo del frente de batalla, de donde tuve que huir hoy». Elí le preguntó: «¿Qué ha sucedido, hijo mío?». 17El mensajero le respondió: «Israel ha huido ante los filisteos, y además ha habido una gran mortandad entre el pueblo. También murieron tus dos hijos Jofní y Pinjás, e incluso el Arca de Dios fue apresada». 18En cuanto mencionó el Arca de Dios, Elí cayó de su sitial hacia atrás contra un lado de la puerta, se partió la nuca y murió, porque el hombre era anciano y pesado. Había juzgado a Israel cuarenta años. 19Su nuera, la esposa de Pinjás, estaba encinta, a punto de dar a luz. Cuando oyó la noticia del apresamiento del Arca de Dios y que habían muerto su suegro y su marido, se puso de cuclillas y dio a luz, pues le sobrevinieron los espasmos. 20Estando así a punto de morir, le dijeron las que estaban junto a ella: «No temas, has dado a luz un hijo». Pero ella no respondió ni prestó atención. 21Al niño lo llamó Icabod, pues se dijo: «Ha sido desterrada la gloria de Israel», en alusión al apresamiento del Arca de Dios, a su suegro y a su esposo. 22Repetía: «Ha sido desterrada la gloria de Israel, porque han apresado el Arca de Dios». 

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1Los filisteos apresaron el Arca de Dios y la condujeron de Ebenézer a Asdod. 2Cogieron después el Arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la instalaron a su lado. 3A la mañana siguiente, los habitantes de Asdod se levantaron temprano y encontraron a Dagón caído de bruces en tierra ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio. 4A la mañana siguiente se levantaron y encontraron nuevamente a Dagón caído de bruces en tierra ante el Arca del Señor. Su cabeza y las palmas de las manos estaban cortadas junto al umbral. No quedaba de él más que un poco. 5Por eso los sacerdotes y cuantos entran en el templo de Dagón en Asdod no pisan el umbral hasta el día de hoy. 6La mano del Señor cargó sobre los habitantes de Asdod y los asoló, hiriendo con tumores a Asdod y su entorno. 7Al ver lo que sucedía, las gentes de Asdod dijeron: «No siga entre nosotros el Arca del Dios de Israel, pues su mano carga duramente sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagón». 8Convocaron a todos los príncipes de los filisteos, y les preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer con el Arca del Dios de Israel?». Respondieron: «Sea trasladada a Gat». Y trasladaron el Arca del Dios de Israel. 9Una vez trasladada el Arca, la mano del Señor causó un pánico enorme en la ciudad. Hirió a sus gentes, desde el pequeño al grande, y les salieron tumores. 10Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero, cuando llegó a Ecrón, los ecronitas gritaron: «Nos han traído el Arca del Dios de Israel, para hacernos morir a nosotros y a nuestro pueblo». 11Convocaron a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: «Despedid el Arca del Dios de Israel y torne a su lugar, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo». Había un pánico mortal en toda la ciudad, porque la mano de Dios se había hecho allí muy pesada. 12A los que no morían les salían tumores y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo.

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1El Arca del Señor estuvo siete meses en territorio filisteo. 2Los filisteos llamaron a los sacerdotes y a los adivinos para consultarles: «¿Qué hemos de hacer con el Arca del Señor? Indicadnos cómo la hemos de mandar a su sitio». 3Respondieron: «Si decidís devolver el Arca del Dios de Israel, no la mandéis de vacío, sino enviad con ella una compensación. Entonces sanaréis y se os descubrirá por qué no se apartaba su mano de vosotros». 4Preguntaron: «¿Qué compensación hemos de enviar?». Respondieron: «Cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, según el número de príncipes filisteos, porque una misma plaga les afecta a todos ellos y a vuestros príncipes. 5Haréis, pues, figuras de vuestros tumores y figuras de los ratones, que devastan vuestro país. Así daréis gloria al Dios de Israel. Quizá aparte su mano de vosotros, de vuestros dioses y de vuestro país. 6¿Por qué habréis de endurecer vuestro corazón, como endurecieron su corazón los egipcios y el faraón? ¿No permitieron que se marcharan, cuando los dejó maltrechos? 7Así pues, haced un carro nuevo y coged dos vacas que estén criando, a las que no se les haya puesto el yugo. Uncid las vacas al carro y encerrad en la cuadra los terneros que van tras ellas. 8Coged luego el Arca del Señor y depositadla en el carro. En cuanto a los objetos de oro que enviéis como compensación, ponedlos en un cofre a su lado. Despedidla y que se marche. 9Observad con atención: si sube a Bet Semes, camino de su territorio, es él quien nos ha causado esta gran desgracia. En caso contrario, sabremos que no nos ha golpeado su mano. Lo que nos ha ocurrido sería fruto de la casualidad». 10Así lo hicieron. Cogieron dos vacas que estaban criando, las uncieron al carro, y a sus terneros los encerraron en la cuadra. 11Depositaron el Arca del Señor en el carro, así como el cofre con los ratones de oro y las figuras de sus tumores. 12Las vacas se encaminaron derechas por el camino de Bet Semes. Siguieron por la misma calzada mugiendo, sin apartarse a izquierda o derecha. Los príncipes de los filisteos fueron tras ellas hasta el término de Bet Semes. 13Los de Bet Semes se encontraban segando la mies del trigo en el valle. Cuando alzaron sus ojos y vieron el Arca, se llenaron de alegría. 14El carro llegó al campo de Josué el de Bet Semes, donde había una gran piedra, y se paró allí mismo. Entonces trocearon las maderas del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor. 15Los levitas bajaron el Arca del Señor y el cofre que había a su lado, en el que se encontraban los objetos de oro, y los depositaron sobre la gran piedra. Aquel día, las gentes de Bet Semes ofrecieron holocaustos e hicieron sacrificios al Señor. 16Lo vieron los cinco príncipes filisteos, y se volvieron a Ecrón el mismo día. 17Estos son los tumores de oro que los filisteos enviaron como compensación al Señor: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat, uno por Ecrón. 18Los ratones de oro eran también conforme al número de las ciudades filisteas de los cinco príncipes, desde la ciudad fortificada hasta el pueblo sin muralla. La gran piedra sobre la que colocaron el Arca del Señor se encuentra hasta el día de hoy en el campo de Josué, el de Bet Semes. 19El Señor hirió a las gentes de Bet Semes, porque habían curioseado el Arca del Señor, matando a setenta hombres. Y el pueblo hizo duelo, pues el Señor los había golpeado con un gran castigo. 20Las gentes de Bet Semes exclamaron: «¿Quién puede permanecer ante el Señor, este Dios santo? ¿Y adónde tendría que ir cuando se aleje de nosotros?». 21Entonces despacharon mensajeros a los habitantes de Quiriat Yearín, para decirles: «Los filisteos han devuelto el Arca del Señor. Bajad y subidla con vosotros».

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1Vinieron las gentes de Quiriat Yearín y subieron el Arca del Señor. La llevaron a la casa de Abinadab, en la colina, y consagraron a su hijo Eleazar, para que custodiara el Arca del Señor. 2Pasó mucho tiempo, desde que el Arca se hubo asentado en Quiriat Yearín, unos veinte años. Toda la casa de Israel suspiraba por el Señor. 3Entonces Samuel habló a toda la casa de Israel: «Si queréis convertiros de todo corazón al Señor, retirad de vosotros los dioses extranjeros y las astartés, disponed vuestro corazón hacia el Señor, servidle solo a él, y él os librará de la mano de los filisteos». 4Los hijos de Israel retiraron los baales y las astartés, y sirvieron solo al Señor. 5Samuel ordenó: «Reunid a todo Israel en Mispá e intercederé por vosotros ante el Señor». 6Se reunieron en Mispá, sacaron agua y la derramaron ante el Señor. Ayunaron aquel día y dijeron allí mismo: «Hemos pecado contra el Señor». Samuel juzgó a los hijos de Israel en Mispá. 7Al oír los filisteos que los hijos de Israel se habían reunido en Mispá, sus príncipes subieron contra Israel. Cuando se enteraron los hijos de Israel, les entró miedo de los filisteos. 8Y dijeron a Samuel: «No dejes de invocar por nosotros al Señor, nuestro Dios, para que nos salve de la mano de los filisteos». 9Samuel tomó un cordero lechal y lo ofreció íntegro en holocausto al Señor. Invocó al Señor en favor de Israel, y el Señor le escuchó. 10Mientras Samuel ofrecía el holocausto, los filisteos trabaron batalla con Israel. Pero el Señor hizo tronar aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, aterrorizándolos, e Israel los derrotó. 11Los israelitas salieron de Mispá en persecución de los filisteos. Los batieron hasta más allá de Bet Car. 12Samuel cogió una piedra, la colocó entre Mispá y Sen, y le dio el nombre de Ebenézer, diciendo: «Hasta aquí nos ha socorrido el Señor». 13Los filisteos quedaron sometidos y no volvieron a entrar en el territorio de Israel. La mano del Señor se dejó sentir con dureza sobre los filisteos mientras vivió Samuel. 14Tornaron entonces a Israel las ciudades que los filisteos le habían arrebatado, desde Ecrón hasta Gat. E Israel recuperó el territorio en poder de los filisteos. Hubo paz entre Israel y el amorreo. 15Samuel juzgó a Israel hasta su muerte. 16Cada año recorría Betel, Guilgal y Mispá, juzgando a Israel en todos esos lugares. 17Volvía luego a Ramá, donde tenía su casa. Allí juzgaba a Israel y allí edificó un altar al Señor.

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1Cuando Samuel se hizo anciano, nombró a sus hijos jueces de Israel. 2Su hijo primogénito se llamaba Joel y el segundo, Abías. Ejercieron de jueces en Berseba. 3Ahora bien, sus hijos no siguieron sus caminos. Tendieron al lucro, aceptando regalos y torciendo el derecho. 4Se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Ramá, donde estaba Samuel. 5Le dijeron: «Tú eres ya un anciano y tus hijos no siguen tus caminos. Nómbranos, por tanto, un rey, para que nos gobierne, como se hace en todas las naciones». 6A Samuel le pareció mal que hubieran dicho: «Danos un rey, para que nos gobierne». Y oró al Señor. 7El Señor dijo a Samuel: «Escucha la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos. 8Según han actuado, desde el día que los hice subir de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así hacen también contigo. 9Escucha, pues, su voz. Pero adviérteles con claridad y exponles el derecho del rey que reinará sobre ellos». 10Samuel transmitió todas las palabras del Señor al pueblo, que le había pedido un rey. 11Samuel explicó: «Este es el derecho del rey que reinará sobre vosotros: se llevará a vuestros hijos para destinarlos a su carroza y a su caballería, y correrán delante de su carroza. 12Los destinará a ser jefes de mil o jefes de cincuenta, a arar su labrantío y segar su mies, a fabricar sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. 13Tomará a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. 14Se apoderará de vuestros mejores campos, viñas y olivares, para dárselos a sus servidores. 15Cobrará el diezmo de vuestros olivares y viñas, para dárselo a sus eunucos y servidores. 16Se llevará a vuestros mejores servidores, siervas y jóvenes, así como vuestros asnos, para emplearlos en sus trabajos. 17Cobrará el diezmo de vuestro ganado menor, y vosotros os convertiréis en esclavos suyos. 18Aquel día os quejaréis a causa del rey que os habéis escogido. Pero el Señor no os responderá». 19El pueblo se negó a hacer caso a Samuel y contestó: «No importa. Queremos que haya un rey sobre nosotros. 20Así seremos como todos los otros pueblos. Nuestro rey nos gobernará, irá al frente y conducirá nuestras guerras». 21Samuel oyó todas las palabras del pueblo y las transmitió a oídos del Señor. 22El Señor dijo a Samuel: «Escucha su voz y nómbrales un rey». Samuel ordenó a las gentes de Israel: «Vuelva cada cual a su ciudad».  

9

1Había un hombre de Benjamín, de nombre Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afij, hijo de un benjaminita. Era un hombre de buena posición. 2Tenía un hijo llamado Saúl, fornido y apuesto. No había entre los hijos de Israel nadie mejor que él. De hombros para arriba, sobrepasaba a todo el pueblo. 3Las borricas de Quis, padre de Saúl, se habían extraviado; por ello ordenó a su hijo: «Toma contigo a uno de los criados, ponte en camino y vete a buscar las borricas». 4Atravesaron la montaña de Efraín y recorrieron la comarca de Salisá, sin encontrarlas. Atravesaron la comarca de Saalín y el territorio benjaminita, pero no dieron con ellas. 5Al llegar a la comarca de Suf, Saúl dijo al criado que estaba con él: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre deje de ocuparse de las borricas y esté inquieto por nosotros». 6Le contestó el criado: «Precisamente hay un hombre de Dios en esta ciudad. Es un hombre estimado; cuanto predice sucede sin falta. Vayamos allá. Quizá nos aclare algo respecto al viaje que estamos haciendo». 7Saúl le dijo: «Vamos, pues. Pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque se ha agotado el pan de los zurrones y no tenemos nada que llevar como obsequio al hombre de Dios. ¿Qué nos queda?». 8El criado volvió a decirle: «Tengo en mi poder unos tres gramos de plata. Se lo daré al hombre de Dios, para que nos aclare algo acerca del viaje». 9(Antiguamente, en Israel, la persona que iba a consultar a Dios decía: «Vamos a ver al vidente». Pues al profeta de hoy se le llamaba entonces vidente). 10Saúl dijo al criado: «Tu propuesta es acertada. Hala, vayamos». Y se encaminaron a la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios. 11Mientras subían la cuesta de la ciudad, encontraron unas jóvenes que salían en busca de agua, y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?». 12Les respondieron: «Sí, está aquí. Date prisa. Ha venido a la ciudad, porque hoy celebra el pueblo un sacrificio en el altozano. 13Al entrar en la ciudad, le encontraréis antes de que suba al altozano a comer. El pueblo no se pondrá a comer hasta que llegue, dado que ha de bendecir el sacrificio. Después se pondrán a comer los invitados. Subid ahora y lo encontraréis al momento». 14Subieron a la ciudad. Y justo al entrar, Samuel salía a su encuentro, para subir al altozano. 15Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho esta revelación a Samuel: 16«Mañana a esta hora te enviaré a un hombre de la tierra de Benjamín, para que lo unjas como jefe de mi pueblo Israel. Salvará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he visto a mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí». 17En cuanto Samuel vio a Saúl, el Señor le advirtió: «Ese es el hombre de quien te hablé. Ese gobernará a mi pueblo». 18Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo: «Haz el favor de indicarme dónde está la casa del vidente». 19Samuel respondió: «Yo soy el vidente. Sube delante de mí al altozano y comeréis hoy conmigo. Mañana te dejaré marchar y te aclararé cuanto te preocupa. 20Por lo que se refiere a las borricas que se te extraviaron, hoy hace tres días, no te preocupes por ellas, porque han aparecido. ¿De quién es cuanto hay de preciado en Israel? ¿No es tuyo y de la casa de tu padre?». 21Saúl respondió: «¿No soy yo benjaminita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y mi familia la más pequeña de las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué me dices eso?». 22Samuel se llevó con él a Saúl y a su criado, los introdujo en la sala y les dio un puesto a la cabecera de los convidados. Eran unas treinta personas. 23Samuel advirtió al cocinero: «Sirve la ración que te entregué, de la que te dije: resérvala junto a ti». 24El cocinero sacó el pernil y la cola y los puso ante Saúl. Samuel le dijo: «Ahí tienes lo que ha quedado: come. Se te reservó para esta ocasión, cuando propuse invitar al pueblo». Saúl comió con Samuel aquel día. 25Después bajaron del altozano a la ciudad y siguió hablando con Saúl en la azotea. 26Se levantaron temprano y, al despuntar el alba, Samuel llamó a Saúl a la azotea: «Levántate, quiero despedirte». Se levantó Saúl y salieron fuera los dos, él y Samuel. 27Cuando bajaban por el extremo de la ciudad, le dijo Samuel: «Manda al criado que pase delante de nosotros. —Y pasó—. Tú, detente un momento; quiero comunicarte una palabra de Dios».   

10

1Tomó entonces Samuel el frasco del óleo, lo derramó sobre su cabeza y le besó, diciendo: «El Señor te unge como jefe sobre su heredad. 2Hoy, cuando te vayas de mi lado, encontrarás a dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el término de Benjamín, en Selsaj, que te dirán: “Han aparecido las borricas que saliste a buscar. Tu padre se ha desentendido del asunto de las borricas y está, en cambio, inquieto por vosotros, preguntándose: ¿qué puedo hacer por mi hijo?”. 3Desde allí, seguirás adelante, y cuando llegues a la encina del Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a visitar a Dios en Betel. Uno lleva tres cabritos, el otro tres tortas de pan y el otro un odre de vino. 4Te saludarán y te darán dos panes que recibirás de su mano. 5Después llegarás a Guibeá de Dios, donde se encuentra una guarnición filistea. Al entrar en la ciudad, tropezarás con una agrupación de profetas, que bajan del altozano, precedidos de arpas, tambores, flautas y cítaras, todos ellos profetizando. 6Entonces vendrá sobre ti el espíritu del Señor, profetizarás con ellos y te convertirás en otro hombre. 7Cuando te sucedan estas señales, haz lo que se te ponga a mano, porque Dios está contigo. 8Bajarás antes que yo a Guilgal. Yo bajaré luego a tu lado, para ofrecer holocaustos y hacer sacrificios de comunión. Esperarás siete días, hasta que llegue a tu lado para indicarte lo que has de hacer». 9Al volver la espalda, para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y aquel mismo día se cumplieron todas las señales. 10Cuando llegaron a Guibeá, salió a su encuentro una agrupación de profetas. Vino sobre él el espíritu de Dios y empezó a profetizar entre ellos. 11Todos cuantos le conocían de antes vieron que estaba profetizando con los profetas, y se comentó entre el pueblo: «¿Qué le ha sucedido al hijo de Quis? ¿También Saúl está entre los profetas?». 12Uno de allí replicó: «¿Quién es su padre?». De modo que se hizo proverbial: «¿También Saúl entre los profetas?». 13Al acabar de profetizar, llegó al altozano. 14El tío de Saúl les preguntó a él y a su criado: «¿Adónde habéis ido?». Respondió: «A buscar las borricas. Pero no vimos nada y fuimos adonde estaba Samuel». 15Su tío le dijo: «Cuéntame, por favor, lo que os dijo Samuel». 16Saúl le respondió: «Nos indicó que las borricas habían aparecido». Pero no le contó nada de lo que le había dicho Samuel respecto a la realeza. 17Samuel convocó al pueblo ante el Señor en Mispá. 18Y dijo a los hijos de Israel: «Así dice el Señor, Dios de Israel: yo hice subir a Israel de Egipto y os libré del poder de los egipcios y del poder de todos los reinos que os oprimían. 19Pero vosotros habéis rechazado hoy a vuestro Dios, el que os salvó de todos vuestros males y aflicciones, y le habéis dicho: designa un rey sobre nosotros. Pues bien, presentaos ante el Señor, según vuestras tribus y familias». 20Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel y le tocó la suerte a la tribu de Benjamín. 21Mandó acercarse a la tribu de Benjamín, según sus familias, y le tocó la suerte a la familia de Matrí. Finalmente, le tocó la suerte a Saúl, hijo de Quis. Lo buscaron, pero no apareció. 22Consultaron de nuevo al Señor: «¿Va a venir aquí ese hombre?». El Señor respondió: «Está escondido entre el bagaje». 23Corrieron a sacarlo de allí, y compareció en medio del pueblo. Sobrepasaba a todos los del pueblo del hombro para arriba. 24Samuel dijo entonces al pueblo: «Estáis viendo al que os ha escogido el Señor. No hay como él en todo el pueblo». Todos aclamaron: «Viva el rey». 25Samuel expuso al pueblo el derecho de la monarquía, lo escribió en un libro y lo depositó ante el Señor. Despidió luego a la gente, cada cual a su casa. 26También Saúl se marchó a su casa de Guibeá. Con él fueron los valientes a quienes Dios había tocado el corazón. 27Sin embargo, algunos desalmados dijeron: «¿De qué va a salvarnos este?». Lo menospreciaron y no le presentaron regalo alguno. Saúl hizo como que no oía.

11

1Najas, el amonita, subió y acampó contra Yabés de Galaad. Los de Yabés propusieron entonces a Najas: «Haz un pacto con nosotros y te serviremos». 2Respondió Najas, el amonita: «Pactaré con vosotros con la condición de sacaros a todos el ojo derecho. Lo convertiré en escarnio para todo Israel». 3Los ancianos de Yabés contestaron: «Concédenos siete días, para que podamos enviar mensajeros a todo el territorio de Israel. Si no encontramos quien nos salve, nos rendiremos a ti». 4Llegaron los mensajeros a Guibeá de Saúl y repitieron el mensaje ante el pueblo. Y todos alzaron la voz y rompieron a llorar. 5Saúl, que llegaba entonces del campo tras los bueyes, preguntó: «¿Qué le ocurre al pueblo para estar llorando?». Y le contaron el mensaje de la gente de Yabés. 6Al oír aquellas palabras, vino sobre él el espíritu de Dios y estalló en cólera. 7Tomó la pareja de bueyes y la hizo pedazos. Y repartiéndolos por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, hizo saber: «Así se hará a los bueyes de los que no sigan a Saúl y Samuel». El temor del Señor cayó entonces sobre el pueblo, de modo que salieron como un solo hombre. 8Pasó revista en Bezec, resultando ser trescientos mil los hijos de Israel y treinta mil los judaítas. 9Luego encargó a los mensajeros que habían venido: «Así habréis de decir a las gentes de Yabés de Galaad: mañana os llegará el auxilio al calentar el sol». Llegaron los mensajeros y se lo comunicaron a las gentes de Galaad, que se llenaron de alegría. 10Los de Yabés le dijeron a Najas: «Mañana saldremos hacia vosotros y podréis hacernos lo que mejor os parezca». 11A la mañana siguiente dispuso Saúl al pueblo en tres grupos, que penetraron en el campamento de madrugada y batieron a los amonitas hasta que calentó el día. Los supervivientes se desperdigaron, de modo que no quedaron dos juntos. 12El pueblo dijo a Samuel: «¿Quién es el que decía: “¿Saúl va a reinar entre nosotros?”. Entregadnos a esos hombres para matarlos». 13Pero Saúl respondió: «Nadie ha de morir, porque el Señor ha salvado hoy a Israel». 14Samuel dijo al pueblo: «Hala, vayamos a Guilgal. Allí instauraremos la monarquía». 15El pueblo marchó a Guilgal. Y en Guilgal proclamaron rey a Saúl en presencia del Señor. Allí mismo ofrecieron sacrificios pacíficos al Señor. Saúl y todas las gentes de Israel desbordaban de alegría.

12

1Luego les dijo: «Ya veis que os hice caso en todo cuanto me pedisteis, y os he nombrado un rey. 2Desde ahora el rey os guiará. Yo estoy viejo y encanecido, y mis hijos están con vosotros. He caminado ante vosotros desde mi juventud hasta el día de hoy. 3Aquí estoy. Declarad contra mí ante el Señor y ante su ungido. ¿A quién he tomado el buey o a quién el asno? ¿A quién he oprimido o a quién he hecho mal? ¿De quién he aceptado soborno para hacer la vista gorda a su caso? Yo os lo restituiré». 4Respondieron: «No nos has oprimido, ni nos has maltratado, ni has aceptado nada de nadie». 5Les dijo: «El Señor y su ungido sean hoy testigos contra vosotros de que no habéis encontrado nada en mi mano». Respondieron: «Sean testigos». 6Samuel siguió diciendo al pueblo: «Testigo sea el Señor, que actuó con Moisés y Aarón, que hizo subir a vuestros padres de la tierra de Egipto. 7Y ahora, compareced, pues quiero pleitear con vosotros ante el Señor recordándoos todos los beneficios que el Señor os ha hecho a vosotros y a vuestros padres. 8Cuando llegó Jacob a Egipto y más tarde vuestros padres clamaron al Señor, el Señor envió a Moisés y a Aarón, que hicieron salir a vuestros padres de Egipto y los introdujeron en este lugar. 9Ellos olvidaron después al Señor, vuestro Dios, que los entregó en manos de Sísara, jefe del ejército de Jasor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab, y lucharon contra ellos. 10Entonces clamaron al Señor: “Hemos pecado abandonando al Señor y sirviendo a los baales y a las astartés. Pero ahora, líbranos de las manos de nuestros enemigos y te serviremos”. 11Envió entonces el Señor a Jerubaal, a Bedán, a Jefté y a Samuel. Y os libró de los enemigos de alrededor y pudisteis vivir tranquilos. 12Y con todo esto, al ver venir contra vosotros a Najas, rey de los amonitas, me pedisteis que os gobernara un rey, siendo así que vuestro rey era el Señor, vuestro Dios. 13Ahora ved ante vosotros al rey que habéis elegido y habéis pedido. El Señor os ha dado ese rey. 14Si teméis al Señor, le servís y escucháis su voz sin rebelaros contra sus mandatos, subsistiréis, tanto vosotros como el rey que reine sobre vosotros después del Señor, vuestro Dios. 15Pero si no escucháis la voz del Señor, y os rebeláis contra sus mandatos, la mano del Señor será dura con vosotros y con vuestros padres. 16Y ahora, presentaos y contemplad el gran prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. 17¿No es hoy la siega del trigo? Voy a invocar al Señor, para que mande truenos y lluvia, y así comprendáis y veáis cuán grande ha sido el pecado que habéis cometido a los ojos del Señor pidiendo un rey para vosotros». 18Samuel invocó al Señor, y el Señor mandó truenos y lluvia aquel día. Entonces todo el pueblo se sintió atemorizado ante el Señor y ante Samuel. 19El pueblo pidió a Samuel: «Intercede por tus servidores ante el Señor, tu Dios, para que no muramos. Pues hemos añadido a todos nuestros pecados la maldad de pedirnos un rey». 20Samuel les contestó: «No temáis. Ciertamente habéis cometido esta maldad. Ahora bien, no os apartéis más del Señor y servidle de todo corazón. 21No os desviéis siguiendo la nada, que ni aprovecha ni puede librar, pues nada es. 22El Señor, en cambio, no abandonará a su pueblo en consideración a su gran nombre, porque se decidió a haceros su pueblo. 23Por mi parte, lejos de mí pecar contra el Señor, dejando de interceder por vosotros y de enseñaros el camino del bien y la rectitud. 24Temed solo al Señor y servidle sinceramente, con todo vuestro corazón, pues habéis visto lo mucho que ha hecho ante vosotros. 25Pero, si os obstináis en obrar mal, pereceréis tanto vosotros como vuestro rey». 

13

1Saúl tenía edad cuando empezó a reinar, y reinó dos años sobre Israel. 2Escogió para sí tres mil hombres de Israel. Dos mil estaban con Saúl en Micmás y en la montaña de Betel, y mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del pueblo lo despidió, cada cual a su tienda. 3Jonatán derrotó a la guarnición filistea que había en Guibeá y los filisteos se enteraron. Saúl hizo sonar el cuerno por todo el país, pregonando: «Que lo oigan los hebreos». 4Todo Israel oyó proclamar: «Saúl ha derrotado a la guarnición filistea y, por ello, Israel se les ha hecho odioso». El pueblo se movilizó tras Saúl en Guilgal. 5Los filisteos se reunieron para luchar contra Israel: treinta mil carros, seis mil jinetes y una tropa numerosa como la arena de la orilla del mar. Subieron y acamparon en Micmás, a oriente de Betavén. 6Cuando la gente de Israel vio que estaban en aprieto y que el pueblo era maltratado, se escondieron en cuevas, agujeros, roquedales, fosas y cisternas. 7Los hebreos atravesaron el Jordán hacia la tierra de Gad y Galaad.Saúl se encontraba todavía en Guilgal, mientras el pueblo que le seguía estaba atemorizado. 8Esperó siete días, conforme al plazo fijado por Samuel, pero este no acababa de llegar a Guilgal y el pueblo comenzó a dispersarse de su lado. 9Entonces dijo Saúl: «Acercadme los animales para el holocausto y los sacrificios pacíficos». Y ofreció el holocausto. 10Cuando acabó de ofrecer el holocausto, llegó Samuel y Saúl salió a su encuentro, para saludarlo. 11Samuel preguntó: «¿Qué has hecho?». Saúl respondió: «Como veía que el pueblo se estaba dispersando lejos de mí, que tú no llegabas en el día convenido, y que los filisteos se estaban reuniendo en Micmás, 12me dije: los filisteos van a bajar ahora contra mí a Guilgal y aún no he aplacado al Señor. Entonces me atreví a ofrecer el holocausto». 13Samuel le dijo: «Has sido un insensato. No has guardado el mandato que el Señor, tu Dios, te había ordenado. Por ello, aunque el Señor había establecido para siempre tu realeza sobre Israel, 14esta ya no se mantendrá en pie. El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y le ha nombrado jefe sobre su pueblo, porque no has cumplido lo que te ordenó el Señor». 15Y Samuel se levantó, para subir de Guilgal a Guibeá de Benjamín.Saúl pasó revista a la tropa que estaba con él, unos seiscientos hombres. 16Saúl, su hijo Jonatán y su tropa estaban asentados en Guibeá de Benjamín, mientras los filisteos habían acampado en Micmás. 17La fuerza de choque salió del campamento de los filisteos en tres grupos. El primero se dirigió por el camino de Ofrá hacia la zona de Sual. 18Otro se dirigió por el camino de Bet Jorón y el tercero tomó el camino de la frontera próxima al valle de los Seboín, hacia el desierto. 19Por entonces no se encontraba un herrero en todo el territorio de Israel, porque los filisteos habían decidido que los hebreos no fabricaran espadas ni lanzas. 20Por eso, todo Israel tenía que bajar adonde estaban los filisteos para afilar cada cual su reja de arado, su azada, su hacha y su pico. 21El precio era unos ocho gramos de plata por las rejas, las azadas, por reforzar con bronce las puntas, por las hachas y arreglar las aguijadas. 22Y así, el día del combate no se encontró más espada ni lanza en mano de toda la tropa que la de Saúl y la de su hijo Jonatán. 23Entre tanto, un destacamento de los filisteos salió hacia el paso de Micmás.

14

1Cierto día Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su joven escudero: «Anda, pasemos hasta la guarnición filistea que se encuentra al otro lado». Pero no informó a su padre. 2Saúl se encontraba en el extremo de Guibeá, bajo el granado que hay en Migrón, y llevaba consigo unos seiscientos hombres. 3Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, sacerdote del Señor en Siló, era el que llevaba el efod. El pueblo no sabía que Jonatán se había ido. 4Entre las gargantas por las que Jonatán buscaba pasar a la guarnición de los filisteos había un saliente rocoso a cada lado: uno se llamaba Bosés y el otro Sene. 5Uno de los salientes se levantaba al norte, frente a Micmás, y el otro al sur, frente a Guibeá. 6Jonatán dijo entonces a su joven escudero: «Anda, pasemos hasta la guarnición de esos incircuncisos. Tal vez el Señor actúe en favor nuestro. Pues no le es difícil dar la victoria con muchos o con pocos». 7El escudero respondió: «Obra en todo según tu corazón. Adelántate, que estoy contigo, según tu deseo». 8Jonatán dijo: «Vamos a pasar hacia esos hombres y nos dejaremos ver por ellos. 9Si nos dicen: “Deteneos hasta que lleguemos junto a vosotros”, nos quedaremos donde estamos y no subiremos hasta ellos. 10Pero si nos dicen: “Subid hacia nosotros”, subiremos, pues el Señor los ha entregado en nuestras manos. Esta será nuestra señal». 11Los dos se dejaron ver por la guarnición filistea. Entonces los filisteos comentaron: «Los hebreos salen de los escondrijos donde se habían escondido». 12Los de la guarnición gritaron a Jonatán y a su escudero: «Subid hasta nosotros para que os enseñemos una cosa». Jonatán dijo entonces a su escudero: «Sube tras de mí, porque el Señor los ha entregado en manos de Israel». 13Jonatán subió valiéndose de pies y manos y detrás de él su escudero. E iban cayendo los filisteos ante Jonatán, mientras su escudero los remataba. 14Los hombres que Jonatán y su escudero mataron en este primer golpe fueron unos veinte, en un espacio como la mitad de un campo de labor de una yugada. 15Cundió el pánico en el campamento, en el campo y en toda la gente. Se sobresaltaron también la guarnición y la fuerza de choque. El país se estremeció y sobrevino un terror de parte de Dios. 16Los centinelas de Saúl en Guibeá de Benjamín vieron que una multitud de gente iba de acá para allá, presa de agitación. 17Entonces Saúl ordenó a la gente que estaba con él: «Pasad revista y ved quién de los nuestros se ha marchado». Pasaron revista y no aparecieron ni Jonatán ni su escudero. 18Saúl mandó a Ajías: «Acerca el Arca de Dios». El Arca de Dios se encontraba entonces con los hijos de Israel. 19Mientras Saúl estaba hablando al sacerdote, el tumulto en el campamento filisteo fue a más. Saúl ordenó al sacerdote: «Aparta tu mano». 20Saúl y toda su gente se reagruparon y llegaron al lugar de la refriega. Resulta que la espada de cada uno se había vuelto contra el otro, originándose un desconcierto enorme. 21Los hebreos que habían estado antes al servicio de los filisteos y los de los alrededores que habían subido con ellos al campamento estaban también con los israelitas de Saúl y Jonatán. 22Y los hombres de Israel que se habían escondido en la montaña de Efraín, al oír que habían huido los filisteos, también los hostigaron. 23El Señor salvó aquel día a Israel. La guerra se extendió hasta Betavén. 24Los hombres de Israel se encontraban extenuados aquel día, porque Saúl había conjurado a la tropa, diciendo: «Maldito el que pruebe bocado antes de que llegue la tarde y me haya vengado de mis enemigos». Y el pueblo no probó bocado. 25Todo el mundo entró en el bosque y había miel en la superficie del suelo. 26La tropa entró en el bosque, que destilaba miel. Pero nadie llevó su mano a la boca, porque temían el juramento. 27Jonatán no había escuchado lo que su padre les había hecho jurar. Alargó el extremo del bastón que tenía en la mano, lo mojó en el panal de miel y se llevó la mano a la boca, mientras sus ojos comenzaron a brillar. 28Entonces uno de la tropa tomó la palabra y le dijo: «Tu padre ha hecho jurar, diciendo: “Maldito el hombre que pruebe bocado hoy”, a pesar de que la tropa estaba desfallecida». 29Jonatán respondió: «Mi padre ha traído la desgracia al país. Mirad cómo han comenzado a brillar mis ojos por haber probado un poco de esa miel. 30¡Cuánto mayor hubiera sido la derrota de los filisteos, si la tropa hubiera comido hoy del botín tomado a sus enemigos!». 31Aquel día batieron a los filisteos, desde Micmás a Ayalón. Y la tropa, completamente agotada, 32se lanzó al botín y se apropió de ovejas, vacas y becerros. Los degollaron en tierra y los comían con la sangre. 33Se lo comunicaron a Saúl: «La tropa está pecando contra el Señor al comer con sangre». Saúl dijo: «Habéis sido infieles. Rodadme hoy una piedra grande». 34Luego ordenó: «Desperdigaos entre la gente y decidles: “Que cada uno me traiga su toro y su oveja para degollarlos aquí y comerlos sin que pequéis contra el Señor, tomando la sangre”». Cada uno trajo aquella noche el toro que tenía y los degollaron allí mismo. 35Saúl construyó un altar al Señor. Así empezó a construir altares al Señor. 36Entonces Saúl propuso: «Bajemos de noche contra los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer, de modo que no quede ni uno». Dijeron: «Haz lo que te parezca bien». El sacerdote ordenó: «Acerquémonos a consultar a Dios». 37Saúl consultó a Dios: «¿He de bajar contra los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?». Pero no le respondió aquel día. 38Saúl ordenó: «Acercaos acá todos los jefes del pueblo, averiguad y ved quién ha cometido hoy este pecado. 39Pues vive el Señor, el salvador de Israel, que ese tal morirá ciertamente, aunque se trate de mi hijo Jonatán». Y ninguno del pueblo le replicó. 40Dijo a todo Israel: «Vosotros estaréis de un lado. Yo y mi hijo Jonatán estaremos del otro lado». El pueblo respondió: «Haz lo que te parezca bien». 41Entonces dijo Saúl al Señor, Dios de Israel: «¿Por qué no respondes hoy a tu siervo? Si la culpa está en mí o en mi hijo Jonatán, que salga urim; si está en tu pueblo, que salga tumim». Cayó la suerte en Jonatán y Saúl, y el pueblo quedó libre. 42Saúl dijo: «Echad a suertes entre mi hijo Jonatán y yo». Y le tocó la suerte a Jonatán. 43Saúl le preguntó: «Dime qué has hecho». Jonatán contestó: «Probé un poco de miel con el extremo del bastón que llevo en mi mano. Aquí estoy dispuesto a morir». 44Saúl declaró: «Que Dios me castigue, si no mueres sin remisión, Jonatán». 45Pero el pueblo dijo a Saúl: «¿Va a morir Jonatán, que ha logrado esta gran victoria en Israel? Nada de eso. Vive el Señor que no ha de caer al suelo ni un solo cabello de su cabeza, porque hoy ha obrado con la ayuda de Dios». El pueblo libró a Jonatán y no murió. 46Saúl dejó de perseguir a los filisteos. Y estos volvieron a su territorio. 47Cuando Saúl alcanzó el reino sobre Israel, luchó contra todos los enemigos de su alrededor, contra Moab, contra los amonitas, contra Edón, contra los reyes de Soba y contra los filisteos. Y fuera adonde fuera, siempre vencía. 48Con el uso de la fuerza batió a Amalec y salvó a Israel de manos de los que lo saqueaban. 49Los hijos de Saúl fueron: Jonatán, Yisví y Malquisúa. Y sus dos hijas se llamaban Merab, la primogénita, y Mical, la pequeña. 50Su mujer se llamaba Ajinoán, hija de Ajimaas. Y el jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel. 52La guerra contra los filisteos fue encarnizada en los días de Saúl. En cuanto veía algún hombre valiente y aguerrido, Saúl lo reclutaba para él.

15

1Samuel dijo a Saúl: «El Señor me ha enviado a ti, para ungirte rey sobre su pueblo Israel. Escucha las palabras del Señor. 2Así dice el Señor del universo: “Voy a pedir cuentas a Amalec de lo que hizo a Israel, cerrándole el camino, cuando subía de Egipto. 3Ve ahora y bate a Amalec. Entregaréis al anatema todo cuanto tiene, sin perdonarlo. Darás muerte a hombres y mujeres, a muchachos, niños de pecho, a vacas y ovejas, a camellos y asnos”». 4Saúl convocó al pueblo y les pasó revista en Telán: doscientos mil de a pie y diez mil hombres de Judá. 5Llegó a una ciudad de Amalec y atacó por el torrente. 6Entonces dijo a los quenitas: «Andad, retiraos, salid de entre los amalecitas, para que no os coja entre ellos. Pues os portasteis lealmente con los hijos de Israel, cuando subían de Egipto». Los quenitas se retiraron de Amalec. 7Saúl batió luego a Amalec, desde Javila a la entrada de Sur, que está frente a Egipto. 8Capturó vivo a Agag, rey de Amalec. En cambio, entregó al anatema a todo el pueblo, exterminándolo completamente a filo de espada. 9Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag y a lo más selecto de las vacas y de las ovejas, de los segundos partos, de los corderos y todo lo bueno. Y no quisieron entregar al anatema sino los objetos despreciables y de poco valor. 10El Señor dirigió la palabra a Samuel: 11«Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues me ha dado la espalda y no cumple mis mandatos». Samuel se entristeció e invocó al Señor durante la noche. 12A la mañana siguiente, madrugó Samuel para ir al encuentro de Saúl. Pero le advirtieron: «Saúl se ha marchado a Carmel donde erigió un monumento, luego ha dado la vuelta, y ha cruzado a Guilgal». 13Samuel llegó junto a Saúl y le saludó Saúl: «Bendito seas del Señor. He cumplido las órdenes del Señor». 14Samuel preguntó: «¿Qué significan esos balidos de oveja y esos mugidos de vaca que estoy oyendo?». 15Saúl respondió: «Los han traído de Amalec. El pueblo ha dejado con vida lo más selecto de las ovejas y vacas, para ofrecerlo en sacrificio al Señor, tu Dios. El resto fue entregado al anatema». 16Samuel replicó: «Voy a comunicarte lo que me ha manifestado el Señor esta noche». Saúl contestó: «Habla». 17Samuel siguió diciendo: «¿No es cierto que siendo pequeño a tus ojos eres el jefe de las doce tribus de Israel? El Señor te ha ungido como rey de Israel. 18El Señor te envió con esta orden: “Ve y entrega al anatema a esos malvados amalecitas y combátelos hasta aniquilarlos”. 19¿Por qué no has escuchado la orden del Señor, lanzándote sobre el botín, y has obrado mal a sus ojos?». 20Saúl replicó: «Yo he cumplido la orden del Señor y he hecho la campaña a la que me envió. Traje a Agag, rey de Amalec, y entregué al anatema a Amalec. 21El pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo más selecto del anatema, para ofrecérselo en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal». 22Samuel exclamó:«¿Le complacen al Señor los sacrificios y holocaustos | tanto como obedecer su voz? | La obediencia vale más que el sacrificio, | y la docilidad, más que la grasa de carneros. 23Pues pecado de adivinación es la rebeldía | y la obstinación, mentira de los terafim. | Por haber rechazado la palabra del Señor, | te ha rechazado como rey». 24Saúl contestó a Samuel: «He pecado, desobedeciendo el mandato del Señor y tus palabras, pero tuve miedo del pueblo y le hice caso. 25Por favor, perdona mi pecado y ven conmigo para postrarme ante el Señor». 26Samuel le contestó: «No iré contigo. Has rechazado la palabra del Señor y el Señor te ha rechazado como rey de Israel». 27Samuel se dio la vuelta para marcharse. Pero Saúl le agarró la orla del manto y este se desgarró. 28Samuel le dijo: «El Señor te ha arrancado hoy el reino de Israel y lo ha entregado a otro mejor que tú. 29Y la gloria de Israel ni miente ni se arrepiente, porque no es un hombre para arrepentirse». 30Saúl contestó: «He pecado. Pero, al menos, hónrame ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel, y ven conmigo, para postrarme ante el Señor, tu Dios». 31Samuel fue con Saúl y este se postró ante el Señor. 32Samuel ordenó: «Acercadme a Agag, rey de Amalec». Agag se acercó confiado, mientras se decía: «Se ha alejado la amargura de la muerte». 33Samuel le dijo: «Lo mismo que tu espada dejó a mujeres sin hijos, así quedará tu madre sin hijos entre ellas». Y Samuel descuartizó a Agag en presencia del Señor, en Guilgal. 34Luego marchó a Ramá y Saúl subió a su casa, a Guibeá de Saúl. 35Samuel no volvió a ver a Saúl, hasta el día de su muerte. Pero sufría por él, porque el Señor se había arrepentido de haber constituido a Saúl como rey sobre Israel.

16

1El Señor dijo a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar sufriendo por Saúl, cuando soy yo el que lo he rechazado como rey sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí». 2Samuel respondió: «¿Cómo voy a ir? Si lo oye Saúl, me mata». El Señor respondió: «Llevas de la mano una novilla y dices que has venido a ofrecer un sacrificio al Señor. 3Invitarás a Jesé al sacrificio y yo te indicaré lo que has de hacer. Me ungirás al que te señale». 4Samuel hizo lo que le había ordenado el Señor. Una vez llegado a Belén, los ancianos de la ciudad salieron temblorosos a su encuentro. Preguntaron: «¿Es de paz tu venida?». 5Respondió: «Sí. He venido para ofrecer un sacrificio al Señor. Purificaos y venid conmigo al sacrificio». Purificó a Jesé y a sus hijos, y los invitó al sacrificio. 6Cuando estos llegaron, vio a Eliab y se dijo: «Seguro que está su ungido ante el Señor». 7Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón». 8Jesé llamó a Abinadab y lo presentó a Samuel, pero le dijo: «Tampoco a este lo ha elegido el Señor». 9Jesé presentó a Samá. Y Samuel dijo: «El Señor tampoco ha elegido a este». 10Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel. Pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a estos». 11Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿No hay más muchachos?». Y le respondió: «Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño». Samuel le dijo: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa, mientras no venga». 12Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia. El Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo de parte del Señor, pues es este». 13Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante. Samuel emprendió luego el camino de Ramá. 14El espíritu del Señor se retiró de Saúl. Y un mal espíritu comenzó a atormentarlo por mandato del Señor. 15Los servidores de Saúl le dijeron: «Vemos cómo te está atormentando un mal espíritu de Dios. 16Ordene nuestro señor a sus servidores buscar un hombre que sepa tañer la cítara. Y cuando venga sobre ti el mal espíritu de Dios, tañerá con su mano y te vendrá bien». 17Saúl ordenó a sus servidores: «Buscadme un hombre diestro en el tañer y traédmelo». 18Uno de los criados dijo: «Conozco a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tañer; además es fuerte, valiente y hombre de guerra, juicioso en el hablar y de buena presencia. El Señor está con él». 19Saúl despachó mensajeros a Jesé, para que le dijesen: «Envíame a tu hijo David, que anda con el rebaño». 20Jesé preparó un asno cargado de pan, un odre de vino y un cabrito, y se lo envió a Saúl con su hijo David. 21David llegó adonde estaba Saúl y se puso a su servicio. Este llegó a estimarle mucho y le hizo su escudero. 22Saúl mandó entonces a decirle a Jesé: «Permite que David se quede a mi lado, porque ha encontrado gracia a mis ojos». 23Y cuando venía el espíritu de Dios sobre Saúl, cogía David la cítara y tañía con su mano. Saúl se calmaba, quedaba tranquilo y el mal espíritu se retiraba de él.

17

1Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra. Se juntaron en Soco de Judá y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes Damín. 2Saúl y los hombres de Israel se reunieron, y acamparon en el valle del Terebinto. Y formaron en orden de batalla frente a los filisteos. 3Los filisteos se encontraban a un lado de la montaña e Israel al otro lado, con un valle entre ellos. 4De las huestes filisteas salió entonces un guerrero. Se llamaba Goliat, era de Gat y medía unos tres metros. 5Llevaba un yelmo de bronce en la cabeza y vestía una coraza de escamas de bronce que pesaba unos sesenta kilos. 6Llevaba grebas de bronce en las piernas y una jabalina de bronce en la espalda. 7El asta de la lanza era semejante a un enjullo de tejedor, y su punta de hierro pesaba unos seis kilos. El escudero caminaba delante de él. 8Goliat se puso en pie y gritó a los escuadrones de Israel: «¿Por qué salís en orden de batalla? ¿No soy yo un filisteo y vosotros servidores de Saúl? Escoged a uno de vosotros para bajar contra mí. 9Si puede conmigo en el combate y me mata, seremos vuestros esclavos. Pero, si yo puedo con él y lo mato, seréis nuestros esclavos y nos serviréis». 10Y añadió: «Hoy he avergonzado a los batallones de Israel con mi desafío. Dadme un hombre, para luchar cuerpo a cuerpo». 11Cuando Saúl y todo Israel oyeron las palabras del filisteo, quedaron consternados y con mucho miedo. 12David era hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. Ese hombre era en tiempos de Saúl un anciano, un notable entre la población. 13Los tres hijos mayores de Jesé habían seguido a Saúl a la guerra. El primogénito se llamaba Eliab, el segundo, Abinadab, y el tercero, Samá. 14David era el menor. Los tres mayores habían seguido a Saúl. 15David iba y venía de junto a Saúl para pastorear el rebaño de su padre en Belén. 16El filisteo se adelantaba mañana y tarde; y así llevaba presentándose cuarenta días. 17Jesé dijo a su hijo David: «Toma cuarenta y cinco kilos de grano tostado y estos diez panes para tus hermanos, y ve rápido al campamento donde se encuentran. 18Lleva también estos diez quesos al jefe de mil. Infórmate del estado de tus hermanos y toma su recibo. 19Saúl, ellos y todos los hijos de Israel se encuentran en el valle del Terebinto luchando contra los filisteos». 20David se levantó temprano, encomendó el rebaño al pastor, cogió la carga y se puso en camino, como le había ordenado Jesé. Llegó al cerco, cuando el ejército salía en formación, lanzando el alarido de guerra. 21Israel y los filisteos formaron, escuadrón frente a escuadrón. 22David dejó un guardián a cargo del bagaje que traía en su mano y se acercó corriendo al escuadrón. Al llegar, saludó a sus hermanos. 23Estaba hablando con ellos, cuando el retador, de nombre Goliat, de Gat, subía de los escuadrones filisteos. Pronunció aquellas palabras, de modo que David las escuchó. 24Al ver a aquel hombre, todos los israelitas huyeron de su presencia muy aterrados. 25Uno dijo: «¿Habéis visto a ese hombre que sube? Ha subido a retar a Israel. El rey colmará de riquezas a quien le mate, le dará como esposa a su hija y eximirá de impuestos a la casa de su padre en Israel». 26David preguntó a los que estaban a su lado: «¿Qué le harán a quien mate a ese filisteo y haga desaparecer tal afrenta de Israel? ¿Porque quién es ese filisteo incircunciso para insultar a los escuadrones del Dios vivo?». 27Los soldados le respondieron con las mismas palabras: «Así harán a quien lo mate». 28Su hermano mayor Eliab le oyó hablar con los soldados. Se enardeció de ira contra David y le dijo: «¿A qué has venido aquí y a quién has confiado aquel pequeño rebaño en el desierto? Conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón. Bajaste a ver la batalla». 29David respondió: «¿Pero qué he hecho yo ahora? Una simple pregunta». 30Y se apartó de su lado, dirigiéndose a otro. Preguntó lo mismo y los soldados le respondieron igual que antes. 31Las palabras de David tuvieron eco. Se lo comunicaron a Saúl y lo mandó llamar. 32David dijo a Saúl: «Que no desmaye el corazón de nadie por causa de ese hombre. Tu siervo irá a luchar contra ese filisteo». 33Pero Saúl respondió: «No puedes ir a luchar con ese filisteo. Tú eres todavía un joven y él es un guerrero desde su mocedad». 34David replicó a Saúl: «Cuando tu siervo pastoreaba el rebaño de su padre, si venía el león o el oso y se llevaba una oveja del hato, 35yo corría tras él, lo golpeaba y la rescataba de sus fauces. Y si me atacaba, lo agarraba por la melena y lo mataba a golpes. 36Tu siervo ha matado osos y leones. Ese filisteo incircunciso va a ser como uno de ellos, porque ha insultado a los escuadrones del Dios vivo». 37David añadió: «El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo». Entonces Saúl le dijo: «Vete, y que el Señor esté contigo». 38Saúl ordenó armar a David con su propia armadura. Le puso el yelmo de bronce en la cabeza y lo revistió con la coraza. 39Después le ciñó su propia espada sobre la armadura. David intentó caminar así, pero no estaba acostumbrado. Le dijo a Saúl: «No puedo caminar así, porque no estoy acostumbrado». Y se despojó de ellos. 40Agarró el bastón, se escogió cinco piedras lisas del torrente y las puso en su zurrón de pastor y en el morral, y avanzó hacia el filisteo con la honda en mano. 41El filisteo se fue acercando a David, precedido de su escudero. 42Fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho, rubio y de hermoso aspecto. 43El filisteo le dijo: «¿Me has tomado por un perro, para que vengas a mí con palos?». Y maldijo a David por sus dioses. 44El filisteo siguió diciéndole: «Acércate y echaré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo». 45David le respondió: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. 46El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. 47Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanza, porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos». 48Cuando el filisteo se puso en marcha, avanzando hacia David, este corrió veloz a la línea de combate frente a él. 49David metió su mano en el zurrón, cogió una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces en tierra. 50Así venció David al filisteo con una honda y una piedra. Lo golpeó y lo mató sin espada en la mano. 51David echó a correr y se detuvo junto al filisteo. Cogió su espada, la sacó de la vaina y lo remató con ella, cortándole la cabeza. Los filisteos huyeron, al ver muerto a su campeón. 52Los soldados de Israel y Judá se pusieron en pie, lanzaron el alarido de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada del valle y hasta las puertas de Ecrón. Los filisteos acribillados quedaron tendidos en el camino de Saarayin hasta Gat y Ecrón. 53Los hijos de Israel regresaron de perseguir a los filisteos y saquearon su campamento. 54David cogió la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén. Las armas, las dejó en su tienda. 55Cuando Saúl vio a David salir al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, jefe del ejército: «Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?». Abner respondió: «Por tu vida, majestad, que no lo sé». 56El rey le ordenó: «Pregunta de quién es hijo ese muchacho». 57Cuando David volvió de matar al filisteo, lo tomó Abner y lo condujo ante Saúl. Traía en su mano la cabeza del filisteo. 58Saúl le preguntó: «Muchacho, ¿de quién eres hijo?». David respondió: «Soy hijo de tu siervo Jesé, el de Belén». 

18

1Cuando David acabó de hablar con Saúl, el ánimo de Jonatán quedó unido al de David y lo amó como a sí mismo. 2Aquel día Saúl lo tomó a su servicio, y no le permitió volver a casa de su padre. 3Jonatán hizo un pacto con David, a quien amaba como a sí mismo. 4Se despojó del manto que llevaba y se lo dio a David, lo mismo que sus vestiduras y hasta su espada, su arco y su cinturón. 5Cuando David salía en expedición adonde quiera que le enviaba Saúl, tenía éxito, y Saúl le puso al frente de los soldados. Cayó bien a todo el pueblo y también a los servidores de Saúl. 6A su regreso, cuando David volvía de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando con tambores, gritos de alborozo y címbalos. 7Las mujeres cantaban y repetían al bailar:«Saúl mató a mil, | David a diez mil». 8A Saúl lo enojó mucho aquella copla y le pareció mal, pues pensaba: «Han asignado diez mil a David y mil a mí. No le falta más que la realeza». 9Desde aquel día Saúl vio con malos ojos a David. 10Al día siguiente vino sobre Saúl un mal espíritu de Dios y se puso frenético en palacio. Entretanto, David tocaba su instrumento como de costumbre. Saúl, que tenía en mano una lanza, 11la arrojó, pensando: «Clavaré a David contra la pared». Pero David lo esquivó por dos veces. 12Saúl cogió miedo a David, al ver que el Señor estaba con David y se había apartado de él. 13Lo alejó de su lado, nombrándolo jefe de mil. David salía a las campañas y volvía de ellas al frente del ejército. 14Y tenía éxito en todas sus expediciones, porque el Señor estaba con él. 15Al ver Saúl que David tenía mucho éxito, llegó a tenerle miedo. 16En cambio, todo Israel y Judá amaba a David, que salía y volvía de las campañas al frente de ellos. 17Saúl dijo a David: «Ahí tienes a mi hija mayor, Merab. Tómala como esposa, a condición de que te portes como un valiente a mi servicio, peleando las guerras del Señor». Saúl pensaba: «No será mi mano la que se alce contra él, sino la mano de los filisteos». 18David le respondió: «¿Quién soy yo y quién mi parentela, la familia de mi padre en Israel, para llegar a ser yerno del rey?». 19Ahora bien, llegado el momento de entregarle a Merab, hija de Saúl, esta le fue dada como esposa a Adriel, el mejolatita. 20Pero Mical, hija de Saúl, amaba a David. Y cuando se lo dijeron a Saúl, el asunto le pareció bien. 21Saúl pensaba: «Se la entregaré para que le resulte una trampa y caiga sobre él la mano de los filisteos». Saúl le propuso dos veces a David: «Hoy puedes ser mi yerno». 22Luego ordenó a sus servidores: «Decid a David en secreto: “El rey te aprecia y todos sus servidores te estiman. Hazte ahora yerno del rey”». 23Los servidores de Saúl pronunciaron estas palabras a oídos de David. Él respondió: «¿Os parece cosa fácil ser yerno del rey? Yo soy un hombre sencillo y pobre». 24Los servidores de Saúl le informaron: «David ha hablado en estos términos». 25Saúl replicó: «Decid a David: “Al rey no le interesa la dote, sino cien prepucios de filisteos, para vengarse de sus enemigos”». Saúl pensaba que David caería a manos de los filisteos. 26Sus servidores repitieron a David estas palabras y la propuesta le pareció bien, para llegar a ser yerno del rey. No se había cumplido el plazo, 27cuando David se puso en camino con sus hombres, mató doscientos de entre los filisteos y llevó al rey el número completo de prepucios para ser su yerno. Entonces Saúl le entregó por esposa a su hija Mical. 28Saúl se dio perfecta cuenta de que el Señor estaba con David y de que su hija Mical lo amaba. 29Creció aún más el miedo que tenía a David y fue su enemigo de por vida. 30Los príncipes de los filisteos seguían hostigando, pero en cada una de sus salidas David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl y su nombre se hizo famoso

19

1Saúl manifestó a su hijo Jonatán y a sus servidores la intención de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David. 2Y le advirtió: «Mi padre busca el modo de matarte. Mañana toma precauciones, quédate en lugar secreto y permanece allí oculto. 3Yo saldré y me colocaré al lado de mi padre en el campo donde te encuentres. Le hablaré de ti, veré lo que hay y te lo comunicaré». 4Jonatán habló bien de David a su padre Saúl. Le dijo: «No haga daño el rey a su siervo David, pues él no te ha hecho mal alguno y su conducta ha sido muy favorable hacia ti. 5Expuso su vida, mató al filisteo y el Señor concedió una gran victoria a todo Israel. Entonces te alegraste al verlo. ¿Por qué hacerte culpable de sangre inocente, matando a David sin motivo?». 6Saúl escuchó lo que le decía Jonatán, y juró: «Por vida del Señor, no morirá». 7Jonatán llamó a David y le contó toda aquella conversación. Le trajo junto a Saúl y siguió a su servicio como antes. 8La guerra se reanudó. David salió a luchar contra los filisteos y les infligió una gran derrota; los filisteos huyeron ante él. 9Un mal espíritu del Señor vino sobre Saúl, cuando estaba sentado en su casa con la lanza en mano, mientras David tañía. 10Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza. Pero él esquivó a Saúl, que clavó la lanza en la pared. David huyó, poniéndose a salvo aquella noche. 11Saúl mandó emisarios a casa de David, para que lo vigilaran y lo mataran al amanecer. Pero su mujer Mical le avisó: «Si no pones a salvo tu vida esta noche, mañana habrás muerto». 12Mical lo descolgó por una ventana y David emprendió la huida, para ponerse a salvo. 13Mical cogió luego los terafim y los colocó sobre la cama, colocando una estera de pelos de cabra a la cabecera y tapándolo todo con un cobertor. 14Cuando Saúl mandó emisarios a prender a David, ella les dijo: «Está enfermo». 15Saúl envió de nuevo emisarios a visitar a David, y les ordenó: «Traédmelo en la cama, para matarlo». 16Al llegar los emisarios, encontraron los terafim sobre la cama y la estera de pelos de cabra a la cabecera. 17Saúl recriminó a Mical: «¿Por qué me has engañado y has dejado a mi enemigo ponerse a salvo?». Mical respondió: «Él me amenazó: “Déjame marchar o te mato”». 18David huyó y se puso a salvo. Llegó a casa de Samuel en Ramá y le contó todo cuanto le había hecho Saúl. Y marchó con Samuel a habitar en Nayot. 19Cuando avisaron a Saúl de que David se encontraba en Nayot de Ramá, 20mandó emisarios a prenderlo. Divisaron al grupo de profetas en trance de profetizar y a Samuel a la cabeza; el espíritu de Dios vino sobre ellos y se pusieron igualmente a profetizar. 21Se lo comunicaron a Saúl y envió nuevos emisarios, que también se pusieron a profetizar. Saúl envió por tercera vez emisarios, y también se pusieron a profetizar. 22Entonces partió él mismo para Ramá y llegó hasta la gran cisterna que hay en Secu. Preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?». Le contestaron: «En Nayot de Ramá». 23Fue allá, a Nayot de Ramá, y también vino sobre él el espíritu de Dios de manera que marchó profetizando hasta entrar en Nayot de Ramá. 24Se despojó de sus vestidos, y quedó profetizando ante Samuel. Permaneció desnudo en tierra todo aquel día y toda aquella noche. Por eso se dice: «¿También Saúl entre los profetas?».  

20

1David huyó de Nayot de Ramá, y fue a decirle a Jonatán: «¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi crimen y mi pecado contra tu padre, para que busque matarme?». 2Jonatán le respondió: «De ninguna manera. No morirás. Mi padre no hace cosa grande o pequeña sin dármela a conocer. ¿Por qué habría de ocultarme este asunto? Nada de eso». 3David juró de nuevo: «Tu padre sabe bien que he hallado gracia a tus ojos y se habrá dicho: “Que no sepa esto Jonatán, para que no se apene”. Pero juro, por la vida del Señor y por tu vida, que estoy a un paso de la muerte». 4Jonatán le dijo a David: «¿Qué quieres que haga por ti?». 5David le contestó: «Mañana es novilunio y yo habría de sentarme con tu padre a comer. Déjame partir y me ocultaré en el campo hasta pasado mañana por la tarde. 6Si tu padre me echa de menos, le dirás: “David me rogó encarecidamente hacer una escapada a su ciudad de Belén, porque celebran allí el sacrificio anual de toda la familia”. 7Si responde: “Está bien”, entonces tu siervo estará seguro. Pero si se encoleriza, sábete que está decidido el mal por su parte. 8Actúa lealmente con tu siervo, porque le has hecho entrar contigo en una alianza ante el Señor. Si hay en mí alguna falta, mátame tú mismo. ¿Para qué llevarme hasta tu padre?». 9Jonatán respondió: «Lejos de ti tal cosa. Si llegara a saber que está decidido por parte de mi padre traer esta desgracia sobre ti, ¿no iba a avisarte?». 10David le preguntó: «¿Quién me avisará, si tu padre responde con dureza?». 11Jonatán le respondió: «Ven, salgamos al campo». Y los dos salieron al campo. 12Jonatán le dijo a David: «Por el Señor, Dios de Israel, mañana a esta hora sondearé a mi padre por tercera vez. Si está bien dispuesto respecto a ti y no te mando recado ni te lo hago saber, 13que el Señor me castigue. Si mi padre se complace en hacerte mal, te lo haré saber y te dejaré partir para que vayas en paz. Y que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre. 14Ojalá que mientras viva obres conmigo según la fidelidad que exige el Señor. Y si muero, 15no retires jamás tu fidelidad hacia mi casa, ni siquiera cuando el Señor haga desaparecer de la faz de la tierra a todos y cada uno de los enemigos de David». 16Jonatán hizo alianza con la casa de David y el Señor pidió cuentas a los enemigos de David. 17Jonatán volvió a obligar a David que le jurara por el amor que le tenía, porque le amaba como a sí mismo. 18Le dijo: «Mañana es novilunio y, cuando se te eche de menos en tu asiento, te buscarán. 19Pasado mañana baja deprisa y ve al lugar donde estuviste escondido el día de aquel suceso. Quédate junto a la piedra Azel. 20Yo dispararé tres flechas cerca de ella, como tirando al blanco. 21Y mandaré al criado: “Ve y recoge las flechas”. Si le digo: “Las flechas están más acá de ti, cógelas”, ven, porque estás a salvo y no pasa nada, por vida del Señor. 22Pero si dijere al criado: “Las flechas están más allá de ti”, vete, pues el Señor te ordena partir. 23En cuanto al asunto que hemos tratado, el Señor estará para siempre entre los dos». 24David se ocultó en el campo. Cuando llegó el novilunio, el rey se sentó en la presidencia del banquete para comer. 25Ocupó su asiento, como otras veces, junto a la pared. Jonatán se quedó en pie, mientras Abner se sentó al lado de Saúl y quedó vacío el puesto de David. 26Aquel día el rey no dijo nada, pensando: «Será una casualidad. Quizá no se encuentre dispuesto, por no haberse purificado». 27Al día siguiente del novilunio, al segundo día, el puesto de David seguía vacío y Saúl preguntó a Jonatán: «Hijo mío, ¿por qué no ha venido el hijo de Jesé al banquete ni ayer ni hoy?». 28Jonatán le respondió: «David me rogó encarecidamente que lo dejara ir a Belén, 29diciéndome: “Déjame ir al sacrificio de nuestra familia en la ciudad. Mi hermano me lo ha encargado. Ahora, si he hallado gracia a tus ojos, deja que haga una escapada para ver a mis hermanos”. Por eso no ha venido a la mesa del rey». 30Saúl se encolerizó contra Jonatán y le dijo: «¡Hijo de una mala madre! Bien sabía yo que sientes predilección por el hijo de Jesé, para vergüenza tuya y de la indecorosa de tu madre. 31En tanto que viva el hijo de Jesé sobre la tierra, no estarás seguro ni tú ni tu realeza. Manda pues, cogerle, porque es reo de muerte». 32Jonatán le replicó: «¿Por qué va a morir? ¿Qué ha hecho?». 33Entonces Saúl le arrojó la lanza para matarlo. Y Jonatán comprendió que su padre estaba decidido a matar a David. 34Se levantó de la mesa enfurecido y no probó bocado el segundo día del novilunio. Estaba realmente apenado por David, porque su padre lo había ofendido. 35A la mañana siguiente salió Jonatán al campo con un criado joven, para encontrarse con David. 36Y ordenó al criado: «Corre a buscar las flechas que dispare». El criado echó a correr, pero él disparó las flechas más allá de su alcance. 37Cuando llegó el criado al lugar de las flechas que había lanzado, Jonatán gritó tras él: «Las flechas están más allá de ti». 38Le dijo a gritos: «Apresúrate, rápido, no te entretengas». El criado de Jonatán recogió las flechas y se las llevó a su amo. 39Él nada sabía. Solo Jonatán y David estaban enterados del asunto. 40Jonatán entregó sus armas al criado a su servicio y le dijo: «Ve, llévalas a la ciudad». 41Cuando se fue el criado, David se levantó del lado sur, cayó rostro a tierra y se postró tres veces. Jonatán y David se fundieron en un abrazo, llorando uno con otro, hasta que David cobró ánimo. 42Jonatán le dijo: «Vete en paz, es lo que nosotros dos hemos jurado en nombre del Señor, diciendo: el Señor esté entre nosotros, entre tu descendencia y la mía para siempre».   

21

1David emprendió el camino, mientras Jonatán entraba en la ciudad. 2David llegó a Nob, donde se encontraba el sacerdote Ajimélec. Este salió con miedo a su encuentro, y le preguntó: «¿Cómo vienes solo y sin compañía?». 3David le respondió: «El rey me ha dado órdenes, diciéndome: “Nadie sepa nada del asunto al que te envío y de lo que te he ordenado”. A los criados, los he citado en tal lugar. 4Y bien, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya». 5El sacerdote le dijo: «No tengo a mano pan común, sino pan consagrado; bastaría con que los criados se hayan guardado al menos de mujer». 6David le respondió: «Ciertamente. Siempre que salgo a luchar, nos abstenemos de mujeres y los criados se mantienen puros. Aunque es un viaje profano, hoy están puros sus cuerpos». 7El sacerdote le entregó el pan consagrado, pues no había otro pan que el de la proposición, que se retira de la presencia del Señor para poner pan reciente ese día. 8Aquel día se encontraba allí uno de los servidores de Saúl, detenido ante el Señor. Se llamaba Doeg, edomita, jefe de los pastores de Saúl. 9David preguntó a Ajimélec: «No hay por aquí a mano una lanza o una espada? Pues ni siquiera cogí la espada ni las armas, por tratarse de un asunto urgente del rey». 10El sacerdote respondió: «Ahí está la espada de Goliat, el filisteo, al que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño, detrás del efod. Si la quieres, cógela, ya que aquí no hay más que esa». David dijo: «No hay otra mejor. Dámela». 11David emprendió aquel día la huida lejos de la presencia de Saúl y llegó adonde estaba Aquís, rey de Gat. 12Los servidores de Aquís le dijeron: «¡Oh rey del país! ¿No es este David, de quien se cantaba en los corros:“Saúl mató a mil, | David a diez mil”?». 13David se dio cuenta del comentario y sintió mucho miedo de Aquís, rey de Gat. 14Entonces fingió ante él tener perturbada la razón. Tambaleándose ante ellos, hacía signos en las hojas del portón, dejando caer la baba sobre la barba. 15Aquís dijo a sus servidores: «¿No veis que es un hombre que está loco? ¿Por qué me lo habéis traído? 16¿Necesito yo locos, para que me hayáis traído a este a hacer locuras delante a mí? ¿Pensáis que va a entrar a mi servicio?». 

22

1David marchó de allí y se puso a salvo en la cueva de Adulán. Cuando se enteraron sus hermanos y toda la casa de su padre, bajaron adonde estaba. 2Se le unieron las gentes en apuros, con deudas o de ánimo desesperado, y él se convirtió en su jefe. Unos cuatrocientos estaban con él. 3David marchó de allí a Mispá de Moab y dijo al rey de Moab: «Permite a mis padres vivir entre vosotros, hasta que sepa lo que el Señor va a hacer de mí». 4Los llevó a la presencia del rey de Moab y vivieron allí todo el tiempo que David permaneció en el refugio. 5El profeta Gat dijo a David: «No sigas en el refugio. Ve y adéntrate en la tierra de Judá». David partió hasta llegar al bosque de Járet. 6Saúl se encontraba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco que hay en el altozano, con la lanza en mano, rodeado de sus servidores, cuando se enteró de que habían sido vistos David y los hombres que estaban con él. 7Saúl les dijo: «Escuchadme, benjaminitas, ¿es que el hijo de Jesé os va a dar también a todos vosotros campos y viñedos, y os va a nombrar jefes de mil o jefes de cien, 8para que os hayáis confabulado contra mí? Nadie me ha descubierto la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé. Ninguno de vosotros se ha compadecido de mí ni me ha advertido que mi hijo sublevaba a mi siervo contra mí, tendiéndome emboscadas, como está pasando ahora». 9Doeg, el edomita, que se encontraba entre los servidores de Saúl, tomó la palabra: «Vi llegar al hijo de Jesé a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob. 10Consultó al Señor por él, le suministró víveres y le entregó la espada de Goliat, el filisteo». 11El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob, y a toda su familia, los sacerdotes de Nob. Todos ellos llegaron ante el rey. 12Saúl dijo: «Escucha, hijo de Ajitob». Este contestó: «Aquí estoy, mi señor». 13Saúl le preguntó: «¿Por qué os habéis confabulado, tú y el hijo de Jesé, contra mí? ¿Le habéis entregado pan y una espada y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda emboscadas, como está pasando ahora?». 14Ajimélec le contestó: «¿Quién entre todos tus servidores es tan fiel como David, yerno del rey, destinado a tu guardia personal y honrado en tu casa? 15¿Acaso es hoy la primera vez que he consultado a Dios por él? ¡Lejos de mí tal cosa! No impute el rey tal asunto a su siervo ni a toda su familia, pues tu siervo no sabía nada de tal asunto ni poco ni mucho». 16Pero el rey dijo: «Ajimélec, vas a morir tú con toda tu familia». 17Ordenó luego a los escoltas que le rodeaban: «Volveos y matad a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David y, sabiendo que huía, no me lo comunicaron». Pero los servidores del rey no quisieron extender la mano y herir a los sacerdotes del Señor. 18Entonces el rey ordenó a Doeg: «Acércate y mata a los sacerdotes». Doeg, el edomita, se acercó y mató a los sacerdotes. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que llevaban el efod de lino. 19Pasaron a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes, de hombres a mujeres, y de jóvenes a niños de pecho, toros, asnos y ovejas. 20Solo se salvó uno de los hijos de Ajimélec, hijo de Ajitob, llamado Abiatar, que huyó en busca de David. 21Y le contó que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor. 22David le dijo: «Bien sabía yo aquel día que, encontrándose allí Doeg, el edomita, le informaría de seguro a Saúl. Yo soy el que ha hecho morir a todos los de tu familia. 23Quédate conmigo, no temas. Quien trate de quitarte la vida, tratará de quitármela a mí. Junto a mí estarás a buen recaudo». 

23

1A David le llegó este aviso: los filisteos están atacando Queilá y saqueando las eras. 2David consultó entonces al Señor: «¿Puedo ir a derrotar a esos filisteos?». El Señor le respondió: «Ve, derrotarás a los filisteos y salvarás a Queilá». 3Las gentes de David le dijeron: «Nosotros estamos asustados aquí en Judá. Cuánto más si vamos a Queilá, contra los escuadrones filisteos». 4David volvió a consultar al Señor. El Señor le respondió: «Levántate, baja a Queilá, que yo voy a entregar a los filisteos en tu mano». 5David marchó con sus hombres a Queilá. Combatió a los filisteos, se llevó su ganado, les infligió una gran derrota y salvó a los habitantes de Queilá. 6Cuando Abiatar, hijo de Ajimélec, huyó al lado de David a Queilá, llevó consigo el efod. 7Informaron a Saúl de que David había entrado en Queilá y comentó: «Dios lo pone en mi mano, pues se ha encerrado en una ciudad con puertas y cerrojo». 8Convocó entonces a todo el ejército a la guerra, para bajar a Queilá y cercar a David y a sus hombres. 9David supo que Saúl tramaba su ruina y ordenó al sacerdote Abiatar: «Acerca el efod». 10David dijo: «Señor, Dios de Israel, tu siervo ha oído que Saúl tiene la intención de venir contra Queilá y destruir la ciudad por mi causa. 11¿Me entregarán los notables de Queilá en manos de Saúl? ¿Bajará Saúl, como ha oído tu siervo? Señor, Dios de Israel, manifiéstaselo, por favor, a tu siervo». «Bajará», respondió el Señor. 12David repitió: «¿Me entregarán los notables de Queilá junto con mis hombres en mano de Saúl?». El Señor respondió: «Os entregarán». 13David y su gente, unos seiscientos, salieron de Queilá y anduvieron errantes. Se enteró Saúl de que David había escapado de Queilá, y abandonó la expedición. 14David se instaló en los riscos del desierto, en las montañas del desierto de Zif. Saúl le buscó todo el tiempo, pero Dios no lo entregó en su mano. 15Vio David que Saúl había salido en busca de su vida, cuando estaba en el desierto de Zif, en Jores. 16Entonces Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino para ver a David en Jores y le animó en nombre de Dios, 17diciéndole: «No temas, no te alcanzará la mano de mi padre Saúl. Tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre lo entiende así». 18Los dos hicieron un pacto en presencia del Señor. David se quedó en Jores y Jonatán volvió a su casa. 19Los de Zif subieron a ver a Saúl en Guibeá con esta información: «David está escondido entre nosotros, en los riscos en Jores, en el collado de Jaquilá, al sur de la estepa. 20Ahora, pues, si el rey desea bajar, baje. Es cosa nuestra entregárselo al rey». 21Saúl contestó: «Benditos seáis del Señor, porque os habéis compadecido de mí. 22Andad, seguid preparando todo, reconoced y ved los lugares por donde anda. Quienes lo han visto por allí, me han asegurado que es muy astuto. 23Observad y mirad todos los escondrijos donde se oculta. Volved a verme con algo seguro e iré con vosotros. Y si se encuentra en el país, lo buscaré por todos los clanes de Judá». 24Se pusieron en camino hacia Zif, delante de Saúl. David estaba en el desierto de Maón, en la llanura que hay al sur de la estepa. 25Saúl y sus hombres fueron en su búsqueda. Pero avisaron a David, que bajó a la peña y se estableció en el desierto de Maón. Lo oyó Saúl y salió en su persecución por el desierto de Maón. 26Saúl iba por un lado de la montaña y David y sus hombres por el otro. David huía a toda prisa, mientras Saúl y los suyos lo tenían acorralado para apoderarse de él y sus hombres; 27entonces llegaron unos mensajeros adonde estaba Saúl, diciendo: «Vuelve urgentemente, pues los filisteos han hecho una incursión en el país». 28Saúl dejó de perseguir a David y marchó al encuentro de los filisteos. Por lo que aquel lugar se llamó: la peña de las separaciones.

24

1David subió de allí y se estableció en los riscos de Engadí. 2Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le informaron: «David se encuentra en el desierto de Engadí». 3Entonces tomó tres mil hombres escogidos de todo Israel y marchó en busca de David y su gente frente a Sure Hayelín. 4Llegó a un corral de ovejas, junto al camino, donde había una cueva. Saúl entró a hacer sus necesidades, mientras David y sus hombres se encontraban al fondo de la cueva. 5Los hombres de David le dijeron: «Este es el día del que te dijo el Señor: “Yo entregaré a tus enemigos en tu mano”. Haz con él lo que te parezca mejor». David se levantó y cortó, sin ser visto, la orla del manto de Saúl. 6Después de ello, sintió pesar por haber cortado la orla del manto de Saúl. 7Y dijo a sus hombres: «El Señor me libre de obrar así contra mi amo, el ungido del Señor, alargando mi mano contra él; pues es el ungido del Señor». 8David disuadió a sus hombres con esas palabras y no les dejó alzarse contra Saúl. Este salió de la cueva y siguió su camino. 9A continuación, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Oh rey, mi señor!». Saúl miró hacia atrás. David se inclinó rostro a tierra y se postró. 10Y dijo a Saúl: «¿Por qué haces caso a las palabras que dice la gente: “David busca tu desgracia”? 11Tus ojos han visto hoy mismo en la cueva que el Señor te ha entregado en mi mano. Han hablado de matarte, pero te he perdonado, diciéndome: “No alargaré mi mano contra mi amo, pues es el ungido del Señor”. 12Padre mío, mira por un momento, la orla de tu manto en mi mano. Si la he cortado y no te he matado, comprenderás bien que no hay en mí ni maldad ni culpa y que no te he ofendido. Tú, en cambio, estás buscando mi vida para arrebatármela. 13Que el Señor juzgue entre los dos y me haga justicia. Pero mi mano no estará contra ti. 14Como dice el antiguo proverbio: “De los malos sale maldad”. Pero en mí no hay maldad. 15¿A quién ha salido a buscar el rey de Israel? ¿A quién persigues? A un perro muerto, a una simple pulga. 16El Señor sea juez y juzgue entre nosotros. Juzgará, defenderá mi causa y me hará justicia, librándome de tu mano». 17Cuando David acabó de dirigir estas palabras a Saúl, este dijo: «¿Es esta tu voz, David, hijo mío?». Saúl levantó la voz llorando. 18Y siguió diciendo: «Eres mejor que yo, pues tú me tratas bien, mientras que yo te trato mal. 19Hoy has puesto de manifiesto tu bondad para conmigo, pues el Señor me había puesto en tus manos y tú no me has matado. 20¿Si uno encuentra a su enemigo, le deja seguir por las buenas el camino? Que el Señor te recompense el favor que hoy me has hecho. 21Ahora sé que has de reinar y que en tu mano se consolidará la realeza de Israel. 22Júrame por el Señor que no harás desaparecer mi descendencia después de mí ni borrarás mi nombre de mi familia». 23David se lo juró. Saúl volvió a su casa, y David y sus hombres subieron al refugio. 

25

1Samuel murió. Todo Israel se reunió, hicieron duelo por él y lo enterraron en su casa de Ramá. David se levantó y bajó al desierto de Farán. 2Había un hombre de Maón, que tenía su hacienda en Carmel. Era muy rico, dueño de tres mil ovejas y mil cabras, y se encontraba entonces en la época del esquileo de las ovejas en Carmel. 3El hombre se llamaba Nabal y su mujer Abigail. Esta era de buen juicio y de hermosa presencia, mientras que él era áspero y de malas maneras. Era un calebita. 4David se enteró en el desierto de que Nabal estaba esquilando su rebaño 5y envió diez criados con este encargo: «Subid a Carmel, id a ver a Nabal y saludadlo en mi nombre. 6Y decidle: “La paz contigo, paz a tu casa y paz a cuanto posees. 7He oído que estás de esquileo. Ahora bien, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, no les molestamos ni echaron de menos nada todo el tiempo que estuvieron en Carmel. 8Pregunta a tus criados y lo confirmarán. Encuentren estos criados gracia a tus ojos, pues hemos llegado en un buen día. Da lo que tengas a mano a tus servidores y a tu hijo David”». 9Los criados de David fueron a transmitir a Nabal este mensaje en nombre de David. Y se quedaron aguardando. 10Pero Nabal les respondió: «¿Quién es David? ¿Y quién el hijo de Jesé? Hoy hay muchos esclavos fugados de la presencia de su amo. 11¿Voy a coger mi pan, mi agua y las reses que he matado para mis esquiladores, y se las voy a dar a hombres que no sé de dónde vienen?». 12Los criados de David dieron la vuelta y regresaron. Al llegar, le refirieron esta contestación. 13David ordenó entonces a sus hombres: «Ceñíos cada uno su espada». Y se la ciñeron. También David se ciñó la suya. Subieron tras él unos cuatrocientos hombres, mientras doscientos permanecían guardando el bagaje. 14Uno de los criados informó a Abigail, la esposa de Nabal: «David ha enviado unos mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, pero él los ha tratado desconsideradamente. 15Esos hombres se han portado muy bien con nosotros. No nos molestaron, ni echamos de menos nada mientras anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. 16Fueron muralla para nosotros, día y noche, el tiempo que estuvimos con ellos pastoreando el rebaño. 17Considera, ahora, y mira lo que tienes que hacer, pues está decidida la ruina de nuestro señor y de su casa. Es una persona intratable para hablar con él». 18Abigail cogió apresuradamente doscientos panes, dos odres de vino, cinco ovejas adobadas, setenta y cinco kilos de grano tostado, cien racimos de pasas, doscientas tortas de higos, y las cargó sobre los asnos. 19Y dijo a sus criados: «Id delante de mí, que yo os seguiré». Pero a su esposo Nabal no le dijo nada. 20Ella iba montada sobre un asno y bajaba por lo escondido de la montaña, mientras David y sus hombres bajaban en dirección contraria. Y se encontró con ellos. 21David había comentado: «En vano he guardado todo lo de ese hombre en el desierto, sin que nada le faltara, pues me ha devuelto mal por bien. 22Que Dios castigue a los enemigos de David, si esta mañana dejo en pie algo de todo lo que tiene, incluyendo a todos los varones». 23Cuando Abigail divisó a David, bajó apresuradamente del asno y cayó rostro en tierra ante él, postrándose. 24Se echó a sus pies y le dijo: «Señor mío, sea mía la culpa. Deja que tu sierva te hable y escucha sus palabras. 25Mi señor no tome en cuenta a ese hombre insensato, a Nabal, que realmente es como su nombre. Nabal es su nombre y la villanía va con él. Yo, sierva tuya, no vi a los criados que mi señor envió. 26Ahora, señor mío, por vida del Señor y por tu propia vida, que el Señor te impida derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Que todos tus enemigos y los que traman daño contra mi señor sean desde ahora como Nabal. 27Ahora, entrega a los servidores que siguen a mi señor este obsequio que te trajo tu sierva. 28Perdona la falta de tu sierva y, ya que el Señor hará estable ciertamente la casa de mi señor, pues mi señor combate las batallas del Señor, no haya en ti mancha alguna en toda tu vida. 29Y aunque alguien te está persiguiendo y busca tu vida, la vida de mi señor está guardada en la bolsa de la vida junto al Señor, tu Dios, mientras que zarandeará la vida de tus enemigos como piedra puesta en la honda. 30Y cuando el Señor haga a mi señor todo el bien que le tiene prometido y te haya hecho jefe de Israel, 31mi señor no tendrá motivo de turbación ni remordimiento de corazón por haber derramado sangre sin motivo, para aparecer como vencedor. Que el Señor favorezca a mi señor y entonces, acuérdate de tu sierva». 32David contestó a Abigail: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro. 33Y bendita tu prudencia y bendita tú, que me has librado hoy de derramar sangre para quedar como vencedor. 34Pero, vive el Señor, Dios de Israel, que me ha librado de hacerte mal, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, al rayar el alba no le habría quedado a Nabal ni un solo varón». 35David tomó de su mano lo que le había traído y le dijo: «Sube en paz a tu casa. Ya ves que te he escuchado y he aceptado tu petición». 36Cuando Abigail llegó junto a Nabal, este celebraba un banquete de rey en su casa. Nabal estaba de buen humor, ebrio del todo. Ella no le contó nada, ni poco ni mucho, hasta la luz del alba. 37A la mañana siguiente, cuando se le disiparon los efectos del vino a Nabal, su mujer le contó todo lo sucedido. Su corazón se le paró en el pecho y se quedó de piedra. 38Transcurridos diez días, el Señor hirió a Nabal y murió. 39David exclamó al saber que había muerto Nabal: «Bendito sea el Señor, que me ha vengado de Nabal y ha librado a su siervo de una mala acción. Él ha hecho caer sobre su cabeza la maldad de Nabal». David envió a decir a Abigail que quería tomarla como esposa. 40Los servidores de David llegaron a casa de Abigail en Carmel y le dijeron: «David nos envía a decirte que quiere tomarte como su esposa». 41Se levantó, se postró rostro a tierra y dijo: «He aquí a tu sierva, esclava para lavar los pies de los servidores de mi señor». 42Luego se levantó aprisa y montó sobre el asno, con cinco siervas siguiendo sus pasos. Marchó tras los mensajeros de David y se convirtió en su esposa. 43David había tomado antes como esposa a Ajinoán de Yezrael. Las dos fueron sus mujeres. 44Saúl había entregado a Mical, esposa de David, a Paltí, hijo de Lais, de Galín. 

26

1Los zifeos fueron a ver a Saúl a Guibeá y le dijeron: «David está escondido en el collado de Jaquilá, en frente de la estepa». 2Entonces Saúl emprendió la bajada al desierto de Zif, llevando tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David allí. 3Saúl acampó en el collado Jaquilá, frente a la estepa, junto al camino. Cuando David, que permanecía en el desierto, vio que Saúl venía en su busca, 4envió espías y supo que había llegado a un lugar determinado. 5David fue al lugar donde había acampado Saúl y vio dónde estaban acostados Saúl y el jefe de su ejército, Abner, hijo de Ner. Saúl estaba acostado en el cercado y el ejército estaba acampado a su alrededor. 6David tomó entonces la palabra y preguntó a Ajimélec, el hitita, y a Abisay, hijo de Seruyá, hermano de Joab: «¿Quién quiere bajar conmigo al campamento donde se encuentra Saúl?». Abisay respondió: «Yo bajaré contigo». 7David y Abisay llegaron de noche junto a la tropa. Saúl dormía, acostado en el cercado, con la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa dormían en torno a él. 8Abisay dijo a David: «Dios pone hoy al enemigo en tu mano. Déjame que lo clave de un golpe con la lanza en la tierra. No tendré que repetir». 9David respondió: «No acabes con él, pues ¿quién ha extendido su mano contra el ungido del Señor y ha quedado impune?». 10Y prosiguió: «Vive el Señor, que él le herirá, ya se acerque su día y muera, ya baje a la guerra y perezca. 11El Señor me libre de extender la mano contra su ungido. Ahora, coge la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos». 12David cogió la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se dio cuenta, ni se despertó. Todos dormían, porque el Señor había hecho caer sobre ellos un sueño profundo. 13David cruzó al otro lado y se puso en pie sobre la cima de la montaña, lejos, manteniendo una gran distancia entre ellos. 14Y gritó a la tropa y a Abner, hijo de Ner: «¿No respondes, Abner?». Abner preguntó: «¿Quién eres tú, que gritas al rey?». 15David le contestó: «¿No eres un gran hombre? ¿Quién como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has protegido al rey, tu señor, cuando uno del pueblo entró para matarlo? 16No está bien lo que has hecho. Vive el Señor, que merecéis la muerte, por no haber protegido al ungido del Señor. Ahora, busca la lanza del rey y el jarro de agua que tenía a la cabecera». 17Saúl reconoció la voz de David y dijo: «¿Es esta tu voz, David, hijo mío?». David respondió: «Es mi voz, oh rey, mi señor». 18Y prosiguió: «¿Por qué mi señor persigue a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué hay de malo en mí? 19Escuche el rey, mi señor, las palabras de su siervo: si el Señor te mueve contra mí, sea aplacado con una ofrenda, pero si son los hombres, malditos sean ante el Señor los que me han excluido hoy de participar en la heredad del Señor, diciéndome: “Ve a servir a otros dioses”. 20Que no caiga mi sangre en tierra, lejos de la presencia del Señor. Pues el rey de Israel ha salido a luchar buscando una pulga, como el que persigue la perdiz por los montes». 21Saúl respondió: «He obrado mal. Vuelve, David, hijo mío. No volveré a hacerte mal, por haber respetado hoy mi vida. He sido un insensato y me he equivocado por completo». 22David respondió: «Aquí está la lanza del rey. Venga por ella uno de sus servidores. 23Y que el Señor pague a cada uno según su justicia y su fidelidad. Él te ha entregado hoy en mi poder, pero yo no he querido extender mi mano contra el ungido del Señor. 24Como tu vida ha sido preciosa hoy a mis ojos, tan preciosa sea la mía a los ojos del Señor, y me libre de toda adversidad». 25Saúl le dijo: «Bendito seas, hijo mío, David. Llevarás a cabo cuanto quieras y triunfarás». Entonces David prosiguió su camino y Saúl volvió a su casa.

27

1David se puso a considerar: «Voy a perecer un día a manos de Saúl. Lo mejor para mí será escapar a la tierra de los filisteos. Saúl dejará de buscarme por todo el territorio de Israel y me libraré de su mano». 2Entonces pasó con los seiscientos hombres que le seguían al lado de Aquís, hijo de Meoc, rey de Gat. 3Y se asentaron en Gat con Aquís, cada uno con su familia y David con sus dos esposas, Ajinoán la yezraelita, y Abigail, esposa de Nabal, el de Carmel. 4Le informaron a Saúl que David había huido a Gat y dejó de perseguirlo. 5David rogó a Aquís: «Si he hallado gracia a tus ojos, concédeme un sitio en una de las ciudades del territorio, para instalarme allí. ¿Por qué voy a vivir a tu lado en la capital?». 6Aquís le concedió aquel mismo día Sicelag. Por eso Sicelag pertenece a los reyes de Judá hasta hoy. 7David permaneció un año y cuatro meses en territorio filisteo. 8Solía subir con sus hombres a hacer incursiones contra los guesureos, guirizitas y amalecitas, que habitaban el territorio que se extiende desde la entrada de Sur hasta la tierra de Egipto. 9David asolaba el territorio, sin dejar hombre ni mujer, y cogía ovejas, bueyes, asnos, camellos y vestidos. A su regreso los presentaba a Aquís, 10que preguntaba: «¿Dónde habéis hecho la incursión hoy?». David respondía: «Contra el Negueb de Judá, contra el Negueb de los yerajmelitas, o contra el Negueb de los quenitas». 11David no dejaba con vida hombre ni mujer para llevarlos a Gat, pensando: «Podrían informar de palabra contra nosotros». Así obró David y tal fue su conducta todo el tiempo que permaneció en territorio filisteo. 12Aquís tenía confianza en David, y pensaba: «Realmente se ha hecho odioso a su pueblo Israel y me servirá siempre».   

28

1En aquellos días los filisteos concentraron sus tropas para salir a luchar contra Israel. Aquís le dijo a David: «Sabes perfectamente que tú y tus hombres saldréis conmigo a luchar». 2David contestó: «Ahora verás lo que es capaz de hacer tu siervo». Y Aquís le dijo: «Por ello te nombraré guardia de mi persona para siempre». 3Samuel había muerto, todo Israel había hecho duelo por él y le habían enterrado en su ciudad de Ramá. Saúl había expulsado del país a los nigromantes y a los adivinos. 4Los filisteos se concentraron y fueron a acampar en Sunán. Saúl reunió a todo Israel y acamparon en Gelboé. 5Cuando Saúl vio el campamento filisteo, tuvo miedo y el pánico se apoderó de él. 6Consultó al Señor, pero no le respondió ni en sueños ni por los urim ni por los profetas. 7Entonces Saúl ordenó a sus servidores: «Buscadme una nigromante, para ir y consultar por medio de ella». Sus servidores le respondieron: «En Endor hay una nigromante». 8Saúl se disfrazó cambiándose de ropas, se puso en camino con dos hombres y llegaron de noche adonde vivía la mujer. Saúl le pidió: «Pon en práctica tu arte de adivinar y evócame al que yo te ordene». 9La mujer respondió: «Bien sabes lo que ha hecho Saúl, que ha suprimido del país a los nigromantes y adivinos. ¿Por qué quieres tenderme una trampa para que muera?». 10Saúl le juró por el Señor: «Vive el Señor, que no te sobrevendrá ninguna culpa por esto». 11La mujer preguntó: «A quién he de evocar?». Respondió: «A Samuel». 12Cuando la mujer vio a Samuel, lanzó un grito. Y dijo a Saúl: «¿Por qué me has engañado? Tú eres Saúl». 13El rey le dijo: «No temas. Pero ¿qué estás viendo?». La mujer respondió: «Veo un espectro que surge de la tierra». 14Él le preguntó: «¿Cuál es su aspecto?». Respondió: «Un hombre anciano que sube envuelto en un manto». Saúl comprendió que era Samuel. Se inclinó rostro a tierra y se postró. 15Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué me turbas, evocándome?». Saúl respondió: «Estoy en un gran apuro. Los filisteos me hacen la guerra y Dios se ha alejado de mí. Ya no me responde, ni por los profetas ni en sueños. Te he llamado para que me indiques lo que he de hacer». 16Samuel le dijo: «¿Por qué me consultas, entonces, si el Señor se ha apartado de ti y se ha hecho enemigo tuyo? 17El Señor está cumpliendo lo que predijo por medio de mí. Va a arrancar el reino de tu mano y lo va a dar a otro, a David. 18Lo mismo que tú no obedeciste la voz del Señor ni obraste contra Amalec conforme al ardor de su cólera, así va a hacer hoy contigo el Señor. 19Además, el Señor te entregará a ti y a Israel en mano de los filisteos. Tú y tus hijos estaréis mañana conmigo, y el Señor entregará el campamento de Israel en mano de los filisteos». 20Saúl cayó de pronto por tierra, cuan largo era, temblando todo él por las palabras de Samuel. Además, no tenía fuerzas, pues no había probado bocado todo aquel día y toda aquella noche. 21La mujer se acercó a Saúl y, al ver que se encontraba tan turbado, le dijo: «Tu sierva te ha escuchado y he arriesgado la vida, obedeciendo tus órdenes. 22Ahora, escucha también tú a tu sierva y deja que te sirva un pedazo de pan para que comas y cobres fuerzas para seguir el camino». 23Él se negó diciendo: «No quiero comer». Sus servidores y la mujer le porfiaron y aceptó. Se incorporó del suelo y se sentó en el lecho. 24La mujer tenía en casa un ternero cebado, que mató a toda prisa. Tomó harina, la amasó y coció unos panes sin levadura. 25Lo presentó ante Saúl y sus servidores y comieron. Luego se levantaron y partieron aquella misma noche.

29

1Los filisteos reunieron todas sus tropas en Afec, mientras Israel acampaba junto a la fuente que hay en Yezrael. 2Los príncipes de los filisteos avanzaban por centurias y millares, David y sus hombres iban detrás con Aquís. 3Los príncipes de los filisteos preguntaron: «¿Quiénes son esos hebreos?». Aquís les contestó: «Este es David, siervo de Saúl, rey de Israel, que lleva conmigo cerca de dos años. No he encontrado en él nada reprochable, desde el día de su defección hasta el presente». 4Los príncipes de los filisteos, irritados, le dijeron: «Despide a ese hombre y que se quede en el lugar que le asignaste. Que no baje con nosotros al combate, no sea que se vuelva contra nosotros. ¿Con qué se puede congraciar este con su señor sino con las cabezas de nuestros hombres? 5¿No es este David, del que cantaban en los corros:“Saúl mató a mil, | David a diez mil?”». 6Aquís llamó a David y le dijo: «Vive el Señor, que eres recto y grato a mis ojos tanto en tus salidas como en tus entradas conmigo en el campamento, pues no he hallado en ti nada malo, desde el día en que viniste a mi lado hasta el presente. Pero, no eres grato a los ojos de los príncipes. 7Vuélvete, pues, y ve en paz. Así no causarás mala impresión a los príncipes de los filisteos». 8David respondió: «¿Qué he hecho o qué has encontrado en tu siervo, desde el día que me presenté a ti hasta hoy, para que no pueda ir y combatir contra los enemigos de mi señor el rey?». 9Aquís respondió: «Sé que eres grato a mis ojos como un ángel de Dios, solo que los príncipes de los filisteos han dicho: “No suba con nosotros al combate”. 10Ahora pues, levántate por la mañana temprano con los servidores de tu señor que han venido contigo. Levantaos, sí, temprano y marchaos al clarear el día». 11David madrugó con sus hombres para partir de mañana y regresar a la tierra de los filisteos. Los filisteos subieron, a su vez, a Yezrael.

30

1Cuando David y sus hombres llegaron a Sicelag, al tercer día, los amalecitas habían hecho una incursión por el Negueb y contra Sicelag. La habían asaltado y prendido fuego. 2Habían capturado a sus mujeres y lo que en ella había de grandes a pequeños, pero sin matar a ninguno. Se los habían llevado y habían desaparecido. 3David y sus hombres llegaron a la ciudad y vieron que había sido incendiada y que sus mujeres, sus hijos e hijas habían sido hechos prisioneros. 4Gritaron y rompieron a llorar, hasta que no les quedó fuerza para más. 5Las dos esposas de David, Ajinoán la yezraelita, y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel, también habían sido capturadas. 6David se encontró en un grave aprieto, pues la gente habló de apedrearlo. Todo el pueblo estaba lleno de amargura por su hijo o por su hija. David buscó, entonces, fuerza en el Señor, su Dios. 7Y dijo al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélec: «Acércame el efod». Abiatar acercó el efod. 8David consultó al Señor: «¿Persigo a esa banda? ¿Le daré alcance?». Le respondió: «Persíguelos, pues ciertamente les darás alcance y lograrás librarlos». 9David marchó con seiscientos hombres y llegaron al torrente Besor, donde algunos se quedaron. 10Prosiguió con cuatrocientos hombres, quedando sin atravesar el torrente Besor doscientos hombres, que estaban rendidos. 11Encontraron en el campo a un egipcio y lo condujeron hasta la presencia de David. Le dieron pan para que comiera y agua de beber, 12además de un trozo de torta de higos y dos racimos de pasas. Comió y se reanimó, porque no había probado bocado ni bebido agua los últimos tres días y tres noches. 13David le preguntó: «¿Quién eres y de dónde vienes?». El joven egipcio respondió: «Soy siervo de un amalecita, pero mi señor me abandonó, cuando caí enfermo hace tres días. 14Nosotros habíamos hecho una incursión contra el Negueb queretí, contra el de Judá y contra el Negueb de Caleb, y prendimos fuego a Sicelag». 15David le dijo: «¿Quieres guiarme hasta esa banda?». Respondió: «Júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás en mano de mi señor, y te guiaré hasta esa banda». 16Le guió y vieron que estaban esparcidos por todo el campo, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta por el enorme botín que habían capturado en la tierra de los filisteos y en la tierra de Judá. 17David los batió, desde el alba a la tarde del día siguiente. Y no escapó ni uno, excepto cuatrocientos jóvenes que montaron en sus camellos y salieron huyendo. 18David rescató cuanto se habían llevado los amalecitas, incluidas sus dos esposas. 19Nada les faltó, ni pequeño ni grande, ni hijo alguno o hija, ni nada del botín que se habían llevado. David lo recuperó todo. 20Se apoderó tanto del ganado menor como del ganado mayor. Y lo condujeron delante de él, diciendo: «Este es el botín de David». 21Al llegar donde estaban los doscientos hombres que, exhaustos de seguirle, había apostado en el torrente Besor, estos salieron al encuentro de David y del pueblo que venía con él. David se acercó a la gente y les preguntó si estaban bien. 22Entonces algunos perversos y desalmados de los hombres que habían ido con él tomaron la palabra: «Puesto que no han venido con nosotros, no les daremos parte del botín que hemos recuperado, sino solo su mujer y sus hijos. Que los cojan y se vayan». 23David replicó: «Hermanos míos, no obréis así con lo que nos ha dado el Señor, que nos ha protegido y ha entregado en nuestras manos esa banda que vino contra nosotros. 24No se hable más de este asunto, pues será igual la parte del que baja al combate que la del que se queda con la impedimenta. Ambos repartirán por igual». 25Y de aquel día en adelante dejó establecida esta norma y costumbre en Israel, hasta hoy. 26David volvió a Sicelag y envió parte del botín a los ancianos de Judá y a sus amigos, diciendo: «Ahí tenéis una bendición para vosotros del botín de los enemigos del Señor». 27A los de Betel y a los de Ramot del Negueb, a los de Yatir 28y a los de Aroer, a los de Sifemot y a los de Estemó, 29a los de Racal y a los de las ciudades yerajmelitas, a los de las ciudades quenitas 30y a los de Jormá, a los de Bor Asán y a los de Atac, 31a los de Hebrón, y a todos los lugares por donde había pasado David con sus hombres.

31

1Los filisteos entablaron combate contra Israel. Los israelitas huyeron ante ellos y muchos cayeron muertos en el monte Gelboé. 2Los filisteos acosaron a Saúl y a sus hijos y dieron muerte a Jonatán, a Abinadab y a Malqui Sua, hijos de Saúl. 3El peso del combate cayó sobre Saúl; los arqueros dieron con él y quedó aterrorizado ante ellos. 4Saúl dijo a su escudero: «Desenvaina la espada y atraviésame con ella, no sea que vengan esos incircuncisos y hagan escarnio de mí». Pero su escudero no accedió, por el gran miedo que tenía. Entonces Saúl cogió la espada y se echó sobre ella. 5Cuando el escudero vio que había muerto, se echó a su vez sobre la espada y murió con él. 6Aquel día murieron juntos Saúl, sus tres hijos, su escudero y toda su gente. 7Cuando las gentes de Israel del otro lado del valle y de allende el Jordán vieron que los israelitas habían huido y que Saúl y sus hijos habían muerto, huyeron también, abandonando las ciudades. Los filisteos vinieron luego a asentarse en ellas. 8Al día siguiente los filisteos fueron a despojar los cadáveres. Y encontraron a Saúl y a sus tres hijos, caídos en el monte Gelboé. 9Le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas, que enviaron por el contorno del país filisteo para dar la buena noticia a los templos de sus ídolos y al pueblo. 10Luego depositaron las armas en el templo de las astartés y colgaron su cuerpo de la muralla de Bet Seán. 11Cuando los habitantes de Yabés de Galaad se enteraron de lo que habían hecho los filisteos con Saúl, 12los más aguerridos se pusieron en camino durante toda la noche y retiraron de la muralla de Bet Seán los cuerpos de Saúl y de sus hijos. Llegados a Yabés, los quemaron allí. 13Recogieron sus huesos, los enterraron bajo el tamarisco de Yabés y ayunaron siete días.    

       

  Samuel 1, Antiguo Testamento. La vida del profeta Samuel (el último juez) y de Saúl y David, los primeros reyes.